La clase dominante de EE.UU y la U.E lo tienen claro desde el principio: sus intereses son antagónicos al de los trabajadores. Gobierne quien gobierne (Biden/Trump), (Merkel/Scholz), (Hollande/Macron) (Rajoy/Sánchez) (Renzi/Meloni), sean estos centro.»izquierda», centro derecha o derecha, da igual. Apoyan el terrorismo en Siria y Gaza, manipulan elecciones en Rumanía, o lo intentan en Georgia o Moldavia, refuerzan el terrorismo de la OTAN, crean las «primaveras» con los tecnócratas europeístas alegando el peligro de Putin, y consolidan el capitalismo financiero para darle en bandeja pingües beneficios a las grandes corporaciones multinacionales.
Todo cuadra: hace unas horas han apoyado a la extrema derecha venezolana (nadie puede negar que los Corinas, Edmundos, como antes los Leopoldos y Guaidós…, sean lo que son). Mientras, encuentran en el ninismo un aliado perfecto, ellos siguen sin atreverse a ver (¡qué curioso!) que lo que ocurre en Venezuela no es más que la lucha contra el fascismo. Los Boric, Petro o Lula se sienten más cercanos a los Corinas, y por eso piden actas y actos, sin reparar que ellos sí consiguieron las actas de defunción ideológica: les falta un trecho para poder ser considerados gobernantes de izquierdas. Son progres, esto es, que el capitalismo los ha seducido hasta combatir a las FARC o apoyar la represión que ejecutan los carabineros (la policía de Pinochet), y tener en sus mazmorras presos políticos revolucionarios.
Ante tal evidencia sería oportuno replantear la táctica y la estrategia de la izquierda en EE.UU y la U.E. Parece que esperar a que los 27 países europeos (donde la extrema derecha ya comparte o es gobierno en muchos de ellos) cambien el rumbo ideológico en las próximas próximas próximas próximas elecciones puede llevar algún tiempo, y las calles vacías son una permanente invitación y aún quedan señales de la necesidad de cambiar de recorrido.