Los capos de la U.E comprobaron en sus dos últimas reuniones que la U.E es lo que sembraron: un espacio no unitario donde los intereses capitalistas no están, ni mucho menos, unificados. Es, por otra parte, lógico, dado que el sistema que padecemos en los territorios que administra invita, obligatoriamente, a asumir su ideario, esto es, individualismo recalcitrante, competitividad salvaje, saqueo indiscriminado…, en una palabra, el célebre y popular «cada uno a lo suyo», y esto es aplicable a los respectivos países en puja con el de al lado. Por si faltara algo al cóctel aparece, en no pocos gobiernos de la «Unión», la presencia de la extrema derecha para recordarnos que ellos forman parte también del sistema capitalista. Son sus connaturales.
En estas horas, los dirigentes de la U.E andan pidiendo de rodillas una silla en la negociación Rusia-EE.UU para que su opinión pública no visualice la realidad del papel secundario (por se optimistas) que le ha tocado en el final del conflicto bélico. Y eso que viene de perdonar que le hayan explotado el gaseoducto Nord Stream para que las empresas gaseras de EE.UU sustituyan (con pingües beneficios) al gas procedente de Rusia, o que hayan ordenado al gobierno fascista de Ucrania a cortar el paso del gas que llegaba a Hungría y Eslovaquia para que esas mismas empresas obtengan réditos en las Bolsas.
Es por todo ello que a Rusia le da igual que Ucrania pertenezca a una institución moribunda como la Unión Europea, y centre sus fuerzas en avisar que estar dentro de la OTAN si conllevaría una amenaza real como se demuestra -por ejemplo- con las actuales maniobras militares (la más grande en número de soldados) en un espacio cercano a Rusia.