La desesperación de las élites norteamericanas y europeas ante su pérdida de poder y credibilidad a nivel internacional ha provocado contradicciones entre sus dos alas principales. La ala fascista empresarial insiste que hay que minimizar las intervenciones del gobierno en la economía nacional para dar rienda suelta a la empresa privada y liberar su supuesto potencial económico. La ala fascista gerencial insiste que es necesario un poderoso aparato gubernamental para dirigir la economía y controlar la población de la mano con los grandes intereses financieras y comerciales. Es instructivo explorar las secuelas de estas contradicciones y su significado para el mundo mayoritario.
En Europa domina el sector fascista gerencial en las personas de Ursula von de Leyen, presidenta de la Comisión Europea, y sus funcionarios no elegidos de la Unión Europea junto con políticos sin una base de mayoría democrática, como Emmanuel Macron de Francia y Friedrich Merz de Alemania. En Norte America domina el sector más agresiva de la empresa privada fiel a la visión del presidente Donald Trump, de quien los voceros más francos y claros han sido su vice-presidente J.D.Vance y el empresario parásito Elon Musk. En parte, la hostilidad entre el presidente Trump y la dirigencia europea se debe a la estrecha afinidad de las y los líderes europeas con la dirigencia del mal llamado Partido Demócrata, humillada por Donald Trump en las elecciones norteamericanas del año pasado.
El gobierno norteamericano insiste ahora que los países europeos tienen que asumir la mayor parte de su gasto de defensa y también, si no quieren negociar un acuerdo de paz, la mayor parte del apoyo a Ucrania en la guerra de la OTAN contra Rusia en ese país. En seguida, el pasado día 5 de marzo, el presidente Macron afirmó que Rusia es una amenaza a Francia y toda la Unión Europea. Insinuó que Europa ya no puede contar con el escudo nuclear norteamericano y ofreció extender la protección de las fuerzas nucleares francesas a toda Europa. El día siguiente, jueves 6 de marzo, en una cumbre de las y los dirigentes de la Unión Europea, se acordó un plan para “rearmar a Europa” con un costo proyectado de ochocientos millones de Euros.
El vocero de la presidencia rusa observó que las medidas acordadas por la Unión Europea son “dirigidas principalmente a Rusia, lo que, por supuesto, es motivo de profunda preocupación”. La Cancillería rusa ha explicado que la decisión europea representa una nueva escalada en la agresión europea contra Rusia luego de la expansión de la OTAN a las fronteras de Rusia, la adición de Suecia y Finlandia a la alianza y su apoyo a Ucrania para atacar a Crimea y Donbass, territorio ruso desde 2014 y 2022 respectivamente. El gasto militar combinado de los países europeos para 2024 fue alrededor de US$380 mil millones aun en un contexto de austeridad y no se explica de dónde se pretende recaudar el enorme monto extra del presupuesto militar contemplado por las y los dirigentes europeos.
En comparación, el presupuesto militar de Rusia en 2024 fue alrededor de US$130 mil millones, lo cual desmiente el falso hipótesis europeo que Rusia constituye una agresiva amenaza militar. De todos modos, el decidido impulso europeo hacia el militarismo implica una reorientación drástica y radical de sus economías, las cuales ya están en un estado marcado de la desindustrialización. Si Europa desvíe su ya disminuida capacidad de exportación de bienes de manufactura hacia la producción de armamentos, esto va a crear insostenibles déficits en su balanza comercial y en los presupuestos nacionales de sus respectivos países. El impacto en su gasto social provocará mayor inseguridad y conflicto político interno, lo cual aumentará la probabilidad de la eventual destrucción de la UE.
Además, este cambio de enfoque económico implica mayor dependencia de la inversión extranjera, especialmente la norteamericana, cuando el supuesto objetivo es de lograr mayor independencia política para Europa. Pero la histeria demencial de las élites europeas impide una valoración equilibrada de su parte de los perfectamente predecibles resultados negativos y contraproducentes del rumbo que están tomando. En Europa la ceguera ideológica y la locura militarista impiden el desarrollo por los gobiernos de exitosas respuestas políticas y económicas a las aspiraciones y necesidades de sus pueblos. Juega un papel parecido en los Estados Unidos norteamericanos el volátil e inconsistente imposición de los aranceles a las importaciones como componente principal de la política económica nacional.
El pasado día 4 de marzo, el gobierno de los Estados Unidos norteamericanos impuso aranceles de 25% sobre importaciones de Canadá y México y un arancel adicional de 10% sobre las importaciones de la República Popular China ya gravados con un arancel de 10%. Dos días después, el presidente Trump acordó levantar por un mes los aranceles sobre los productos de México y Canadá cubiertos por el tratado entre los tres países, el llamado TMEC, vigente desde 2020, pero se mantuvieron las medidas arancelarias contra China. En total, si las medidas del presidente Trump contra México y Canadá se vuelven a aplicar, afectarán a más de 40% de los productos importados a su país.
Canadá, que aplicó significativos aranceles el año pasado contra productos chinos, ya tiene preparadas medidas de represalia que se aplicarán a productos de su país vecino con un valor de más de US$100 mil millones. Por su parte China ha respondido a las medidas del presidente Trump con la aplicación de aranceles de entre 10% y 15% sobre productos agrícolas norteamericanos y la imposición de medidas punitivas contra más de 20 empresas norteamericanas. Las medidas anunciadas por el presidente Trump hasta el momento son solamente 40% de total de los aranceles que su administración propone aplicar. Con el paquete total de los aranceles propuestas, el gobierno de Donald Trump espera poder recaudar más de US$600 mil millones al año. Sin embargo, la economía mundial ahora es muy diferente y mucho más interconectado que lo era al fin del Siglo 19 cuando la aplicación de altos aranceles permitió la economía norteamericana crecer a ser entre las principales economías del mundo.
Muchas personas observando todo esto señalan que el enfoque del presidente Trump y su equipo en temas del comercio bilateral en bienes no corresponde a la realidad global del intercambio comercial contemporáneo. Además de las complejas cadenas de suministro y agregado de valor, el intercambio comercial internacional para las economías más desarrollados incluye muy importantes ingresos procedentes de la exportación de servicios y de las inversiones de diversos tipos en el extranjero. Esta realidad contradice la falsa creencia del presidente Trump que va a poder recuperar el antiguo poder económico de su país sencillamente por medio de la aplicación al por mayor de amplios aranceles.
Se trata de otra variedad de la demente arrogancia de las élites norteamericanas y europeas al impulsar políticas contraproducentes que traicionan el Bien Común de sus propios pueblos. Los resultados internos de todas estas políticas disfuncionales serán mayor inflación y una probable recesión y contracción en las economías occidentales, con secuelas negativas importantes para sus principales contrapartes. Algunos observadores pesimistas prevén una gran depresión con efectos peores que el colapso financiero de 2008. Estos economistas citan al Banco de Reserva Federal de Atlanta y su herramienta de predicción PIB Ahora (GDP Now), lo cual proyecta una contracción en la economía norteamericana de casi 2% en el segundo trimestre de este año.
Así que el mundo mayoritario enfrenta la doble amenaza de todavía mayor militarismo de parte de los gobiernos occidentales a la vez que las políticas económicas occidentales llevan sus pueblos hacia recesión económica con mayor pobreza y todavía mayor desigualdad. En términos económicos, todo el mundo mayoritario será afectado por las secuelas de una disminución del comercio internacional. Los países empobrecidos de África son especialmente vulnerables a este tipo de choque externo ya que su capacidad de controlar los niveles de su endeudamiento apenas ha recuperado del choque económico provocado por el COVID-19. En general los países endeudados están pagando alrededor de 2.5 veces más en intereses que pagaban hace diez años y el costo de financiamiento sigue siendo relativamente alto por motivo de las tasas de interés vigentes a nivel internacional.
Esto significa que un nuevo choque externo provocado por una contracción económica en los países occidentales va a frenar fuertemente el desarrollo humano de las poblaciones de los países empobrecidos alrededor del mundo. La mayoría de sus gobiernos van a tener mucho más dificultad para lograr el refinanciamiento de sus deudas a la vez que sus ingresos de divisas van a disminuir. No van a poder asegurar el presupuesto necesario para garantizar los niveles adecuados de inversión en la salud, la educación y la infraestructura física de sus países. El ancla mundial en la crisis en desarrollo por motivo del militarismo europeo y la agresión comercial norteamericana son los países eurasiáticos, especialmente China. Menos de 3% del comercio total de la República Popular China es con los Estados Unidos norteamericanos mientras más de 50% es con los países del mundo mayoritario.
Algunos observadores piensan que las contradicciones entre los gobiernos occidentales implican una tácita división de labor la cual asigna a Europa la tarea de hostigar a Rusia mientras el gobierno norteamericano desarrolla su agresión contra China. La agencia rusa Tass reporta que el Secretario de Defensa norteamericano, Pete Hegseth, dijo recientemente, “Los que quieren la paz deben prepararse para la guerra. Por eso estamos reconstruyendo nuestras Fuerzas Armadas. Por eso estamos reconstruyendo la disuasión. El espíritu bélico se debe a que vivimos en un mundo peligroso con países poderosos”. Estas declaraciones oficiales confirman que junto con la agresión comercial, la administración del presidente Trump prepara para una guerra contra China, un hecho que se aprecia también en las constantes provocaciones occidentales sobre el tema de la provincia china de Taiwan.
El vocero del Ministerio Exterior de China Lin Jian explicó el pasado día tres de marzo, “La cuestión de Taiwán es el tema más crucial, sensible y explosivo en las relaciones entre China y Estados Unidos. Si Estados Unidos no espera desencadenar una confrontación, debe dejar de cruzar o pisotear la línea roja de la cuestión de Taiwán…China está dispuesta a trabajar con los EE.UU. para abordar las preocupaciones de los demás a través del diálogo y la consulta sobre la base de la igualdad y el respeto mutuo. Mientras tanto, tomaremos todas las medidas necesarias para salvaguardar nuestros legítimos derechos e intereses… las guerras comerciales y arancelarias no tienen ganadores. Apagar las velas de los demás no trae luz a uno mismo. Todos deben observar las normas y principios de la economía de mercado de la Organización Mundial del Comercio. Si hay alguna inquietud, debe resolverse mediante el diálogo y la consulta con igualdad y respeto mutuo. Los países deben unirse para abordar el unilateralismo y el proteccionismo comercial.”
Hay que ver si la buena voluntad expresada por la República Popular China y la Federación Rusa en defensa de la Paz recibe una respuesta recíproca. Las y los dirigentes europeos ya han declarado sus intenciones militaristas. El comportamiento volátil del presidente Trump indica que es poco probable que su gobierno actúa de buena fe o que merece mayor confianza que el gobierno norteamericano anterior. En América Latina, la clara intensificación de la hostilidad contra Cuba, Nicaragua y Venezuela, como por ejemplo la reciente revocación de la licencia de operación de Chevron en Venezuela, confirma que la agresiva política exterior norteamericana no ha cambiado, solamente busca como adaptarse al nuevo orden mundial que ya no puede dominar.