Antes de su fracaso, el rearme europeo va a ser el escenario sobre el que exploten las contradicciones internas del Viejo Continente, que ya empiezan a salir a la luz.
Pero no es exactamente el rearme sino los fondos de dinero que lo tienen que financiar. De momento la Comisión Europea acaba de abrir una caja de 150.000 millones de euros en la industria europea de guerra, pero Alemania quiere incluir en el fondo a países fuera de la Unión Europea, mientras Francia se opone a ello.
El baile de los despropósitos no ha hecho más que comenzar porque pronto se va a plantear otro problema: muchas de empresas europeas de armamento son redundantes y habrá peleas para cerrar algunas de ellas, dejando operativas a las demás. Para unos se ampliará el mercado y a los demás les espera una dura reconversión industrial.
En la cumbre europea del 6 de marzo Scholz se mostró partidario de abrir las puertas a los países fuera de la Unión Europea, citando a Gran Bretaña, Noruega, Suiza o Turquía. Pero Macron es partidario de estimular la producción industrial y aumentar la autonomía europea. “No se debe gastar el gasto en nuevos equipos de preparación que, una vez más, no son europeos”, dijo.
La polémica está servida. Bruselas teme que el sustancioso fondo de 150.000 millones de euros se vea obstaculizado por el mismo argumento que retrasó el acuerdo sobre el Programa Europeo de la Industria de Defensa durante más de un año, un fondo de 1.500 millones de euros que proporciona subvenciones para la defensa.
Los esfuerzos para implementarlo se detuvieron este invierno, después de que París exigiera un tope a la parte que podría gastarse en componentes extraeuropeos y una prohibición de productos protegidos por propiedad intelectual de terceros países.
Los caciques de la Comisión Europea tendrán que trabajar en estrecha colaboración con París, Berlín y otras capitales para redactar una propuesta detallada en los próximos diez días.