Enric Lloret (Unidad y Lucha).— Las tierras de España, vastas y desiertas, galopan bajo el ritmo del caballo cuatralbo. Es el jinete del pueblo, que sabe que la tierra le pertenece. Galopa, como vanguardia revolucionaria, para organizar el Frente Obrero y Popular hacia el Socialismo.
Las condiciones objetivas ya están dadas en el Estado español. Ahora es necesario que, como vanguardia, aportemos nuestra subjetividad, combinando teoría y praxis junto al sujeto revolucionario: la clase obrera. Es la síntesis teórica de un proceso organizativo y dialéctico, que debe comenzar para la toma del poder. Esta tarea exige una correlación de fuerzas favorable a las posiciones marxista-leninistas y, por tanto, debe contemplar diversas alianzas. Alianzas que se forjarán en el ámbito asociativo, popular y sindical de clase, incorporando las capas explotadas de la sociedad a la Revolución Socialista.
La temperatura social global está al borde de estallar. El fervor fascista de las élites imperialistas de EE. UU., que muestran orgullosamente el saludo romano, y sus apresuradas prisas para imponer un nuevo orden internacional, están estrechamente vinculados a la crisis sistémica y en descomposición del capitalismo. Hoy, el relato idílico de la democracia burguesa, que en su momento derrotó al “perverso comunismo de la URSS”, ya no es suficiente para alimentar la superestructura burguesa. El capital necesita un nuevo marco ideológico, más autoritario y criminal, que multiplique la alienación de las masas explotadas.
Afirmamos que existen condiciones para que los comunistas ganemos terreno, al colocar la contradicción fundamental entre trabajo y capital en el centro de la lucha. En este contexto de agudización de la lucha de clases, donde el capital, en su fase terminal imperialista, muestra su criminal voracidad, la realidad es clara: el holocausto en Gaza perpetrado por el sionismo o la guerra de la OTAN en Europa para la apropiación de las tierras de Ucrania por BlackRock son ejemplos de la depredación criminal que la clase dominante necesita para sobrevivir. Estos hechos luctuosos exigen millones de víctimas sacrificadas al Moloch capitalista.
A nivel local, la burguesía intenta conservar su parte del botín. Para ello, las capas populares deben ser despojadas, exprimidas y bombardeadas intelectualmente con el relato sistémico, un discurso idealizado que oculta los beneficios generados por la rapiña. La explotación, la especulación y la privatización de lo público son presentadas como el “orden natural”, vociferan desde la dictadura mediática. La superestructura, con la colaboración de la socialdemocracia, fomenta la división del proletariado y atiza el conflicto entre pobres. Esta es la señal de que el sistema está en descomposición. El conflicto por la supervivencia del Estado burgués está servido. Las riquezas se concentran principalmente en las corporaciones multinacionales de EE. UU., mientras las facciones burguesas locales se disputan entre sí, como vimos en el intento de secesión del entramado burgués catalán.
No estamos en el fin de la historia, como profetizaba el “ínclito” Francis Fukuyama. Todo lo contrario, extraeremos conclusiones de ella. Partiendo del materialismo histórico, rechazamos posiciones idealistas que podrían llevarnos a un voluntarismo y dogmatismo que dificultarían el impulso del Frente Obrero y Popular hacia el Socialismo. Recurriremos al acervo histórico para ordenar un proceso dialéctico cuyo primer objetivo es recuperar para el proletariado la conciencia de clase y revolucionaria. Esta será la vacuna intelectual para revivir los organismos sociales que, en su momento, lucharon con acierto contra la dictadura franquista.
Negras tormentas agitan los aires de la España monárquica de Felipe VI. Como un déjà vu, nos retrotraen al pasado, a la España prerrepublicana de 1930, cuando se acordaron los primeros pasos para poner fin a la dictadura monárquica de Alfonso XIII. La historia nos enseña que, desde la proclamación de la Segunda República hasta su final trágico el 1 de abril de 1939, por la agresión militar del nazifascismo internacional, la lucha por la libertad no fue tarea fácil ni espontánea. Estuvo marcada por las contradicciones del momento y por los movimientos de masas que dieron lugar al Frente Popular.
El próximo congreso del Partido nos permitirá profundizar en los aspectos ideológicos y organizativos necesarios para dar respuesta a los retos que nos imponen las nuevas relaciones sociales de producción. Aplicaremos las contradicciones del momento para desmontar el relato de la socialdemocracia y su conciliación con el sistema y con su organización armada, la OTAN. Colaboraremos con sindicatos de clase para combatir el sindicalismo amarillo y movilizaremos las entidades populares para frenar el avance del fascismo en los barrios obreros. Cuando sea necesario, debatiremos la interpretación distorsionada de las ideas revolucionarias por parte de efímeros núcleos de izquierdismo revolucionario que se atribuyen el papel de sujeto revolucionario. Todas estas involuciones existen para desarmar ideológica y organizativamente al proletariado. Son las lacras que sostienen la superestructura de alienación capitalista.