Gabi (Unidad y Lucha).— Estamos viviendo el auge del fascismo. Un auge que ya se había dado durante los años 30 del siglo XX, pero que sigue pasando inadvertido por parte de una mayoría social anestesiada y que carece de una referencia inequívoca capaz de organizar a las masas hacia la toma del poder. Es llamativo que cada año surjan decenas de productos culturales que critican los regímenes fascistas del pasado, especialmente a través del cine; y, al mismo tiempo, sus consumidores no puedan establecer paralelismos. Pero esto tiene una razón de ser: los productos culturales financiados por las instituciones burguesas nunca van a situar el fascismo como una forma específica de su propio modelo de producción.
De hecho, este es uno de los grandes peligros del movimiento memorialista promovido por el reformismo: la fetichización del pasado que dificulta la comprensión del momento histórico presente. La única manera para superar el anquilosamiento de la memoria histórica es utilizarla como herramienta para identificar las raíces de nuestra clase antagónica, especialmente su vanguardia,. Si se tiene en mente que el fascismo es «la dictadura terrorista abierta de los elementos más reaccionarios, más chovinistas y más imperialistas del capital financiero» (Dimitrov), podemos comprender rápidamente por qué el imperialismo (especialmente Estados Unidos, aunque no solo) ha financiado este tipo de regímenes en el mundo.
Algunos ejemplos históricos bien conocidos son Anastasio Somoza en Nicaragua, Fulgencio Batista en Cuba, Francisco Franco en España, o Pieter Willem Botha en Sudáfrica. Pero existen casos actuales: Benjamin Netanyahu en la entidad sionista denominada Israel, Ahmed al-Charaa en Siria o Volodímir Zelenski en Ucrania. El imperialismo no puede sobrevivir sin su alternativa fascista porque es una fase económica en la que el modelo de producción capitalista se encuentra sumido en sus propias contradicciones, con lo que es incapaz de sostener siquiera las libertades formales burguesas.
El carácter internacional y dialéctico del fascismo fue comprendido por la clase obrera durante nuestra Guerra Nacional Revolucionaria. Casi 35 000 personas procedentes de más de 50 países se alistaron a las Brigadas Internacionales para defender a la clase obrera española, galega, vasca y catalana de la ofensiva fascista. Hoy en día está ampliamente documentada no solo la implicación del nazismo y el fascismo italiano, sino también de países formalmente democráticos como Estados Unidos (aportando combustible al bando sublevado) o Reino Unido, cuya cesión del espacio marítimo de Gibraltar fue vital para que llegase combustible, alimentos y armamento para las tropas fascistas.
El modelo de producción capitalista de los años 30 había entrado en una crisis general debido a su incapacidad de superar su caída tendencial de la tasa de ganancia, por eso necesitaba, por un lado, la guerra, para extraer recursos de otros países e inflar su capital financiero mediante el comercio de armas; y, por otro lado, el fascismo, para evitar que la clase obrera pudiera organizarse en países estratégicos, como es el caso de las naciones de la península ibérica. Esta misma explicación sirve en la actualidad para definir tanto la dirección belicista del bloque anglo-yanki-sionista como la fascistización de Europa (Abascal, Le Penn, Merz, Meloni o von der Leyen) y EE. UU. (caso llamativo el del supremacista blanco Elon Musk).
El fascismo en el Estado español sigue vivo en sus instituciones: la Audiencia Nacional, la monarquía borbónica o la Constitución del 78 son sus ejemplos más claros. Al memorialismo institucional no le interesa que penetre en la clase obrera y los sectores populares la concepción materialista del carácter burgués, internacional y genocida del fascismo, porque es el último bastión para defender a su clase cuando el proletariado esté en condiciones de tomar el poder.
La única alternativa para romper definitivamente con el fascismo y el belicismo del Estado español es una República Socialista Confederal, una unión libre y voluntaria de repúblicas socialistas capaz de construir un modelo de producción en armonía con la humanidad y la naturaleza. Ahora que la barbarie ya ha llegado, luchemos por el Socialismo.