
Yeilén Delgado Calvo (Granma).— A pocos días de que inicie la edición 19 del Festival Internacional del Cine Pobre de Gibara –del 15 al 19 de abril–, con el nombre y en el mes de sus inicios en 2003, bien vale preguntarse por qué es todavía necesario un evento enfocado justo en producciones de escaso presupuesto.
La respuesta podemos encontrarla por medio de la palabra de Humberto Solás (La Habana, 1941-2008), el director y guionista que legó a la cultura cubana no solo películas como Lucía, Cecilia, Miel para Oshún o Barrio Cuba, sino también un Festival para que contribuyese a la estética, la ética y la poética del cine de las mayorías.
En el Manifiesto del Cine Pobre, documento que sustenta esa iniciativa, Solás aclara que como tal no puede entenderse un cine carente de ideas o de calidad artística, sino aquel de «restringida economía que se ejecuta tanto en los países de menos desarrollo o periféricos, así como también en el seno de las sociedades rectoras a nivel económico-cultural, ya sea dentro de programas de producción oficiales, ya sea mediante el cine independiente o alternativo».
Entre cine rico y pobre, explicaba el cineasta, la globalización acentuaba el abismo, y también el peligro de que se implantase un modelo único de pensamiento, en detrimento de la diversidad y la legitimidad de las identidades nacionales y culturales.
Parecen hechas para hoy esas reflexiones en las que se instaba a entender la revolución tecnológica en el cine como una brecha para resistir, pues permitiría la gradual democratización de la profesión; y, por ende, «la inserción en la cinematografía de grupos sociales y de comunidades que nunca antes habían tenido acceso al ejercicio de la producción del cine».
Ello influiría en la perdurabilidad a las incipientes cinematografías nacionales, y en otro elemento importantísimo: la gradual desalienación del público.
El director de El siglo de las luces confiaba en que así saldría el cine de la era de la barbarie. En otro texto, Acerca de una estética del Cine Pobre, expresó su confianza en que, de tal forma, no habría solo proliferación de ideas y de filmes de renovado carácter, sino que la expresión poética que emanase del mundo de los desposeídos propiciaría una «genuina y fecunda polémica con aquellos otros poetas del narcisismo y la melancólica autodestrucción».
Todos ellos son presupuestos en los que el Festival insiste. Según afirmó recientemente en conferencia de prensa, Sergio Benvenuto Solás, presidente del evento, son fieles al carácter de proyecto de desarrollo local, al rigor de una puesta en escena rica en lo multicultural, y a la contribución formativa a los jóvenes.