Recordaron a los perros que ladran y ladran envalentonados con sus cadenas estiradas apunto de romperse y, cuando finalmente estas ceden, en lugar de ir hacia su presa huyen con el rabo entre las piernas hacia el lado contrario.
Así mismo fue. Muy envalentonados corrieron los uniformados hacia los manifestantes solidarios con el pueblo de Palestina, pero cuando, con actitud prepotente y agresiva llegaron hasta su altura, estos no retrocedieron ni un metro; fueron los policías quienes huyeron con sus porras entre las piernas, perdón, entre sus manos.