Miguel Ángel Rojas (Unidad y Lucha).— Convertir a Lorca en una especie de emblema kitsch es un producto de reducirlo a mera mercancía propio del sistema de dominación ideológica, al igual que sucede con Frida Kahlo. Forman parte de la semiótica cuasiwarholiana de banalización. Vivimos unos tiempos donde no existe la vida más allá de la vanidad por lo banal, que roza la vacuidad más absoluta.
El propio Federico García Lorca pretendía embarcarse en la búsqueda del sentido donde solo encontraba vaciedad. Perseguía el sentido de la vida y el sentido sublime de la poesía y siguiendo la tradición romántica solo hallaba vacío.
El libro Lorca y el sentido de Juan Carlos Rodríguez nos sumerge en una incursión del mundo lorquiano circunscrito en el inconsciente ideológico pequeño burgués. Lorca nada por el océano metafórico gongorino, el romance tradicional erigido en tragicomedia griega, el vanguardismo, la sublimación de personajes propios de los mitos románticos: el bandolero, personajes marginales desde el Romancero Gitano al Poeta en Nueva York. Borges en su relato la Secta del Fénix se refiere a los gitanos como pintorescos personajes que inspiran a los malos poetas, dentro de la variante del supremacismo elitista borgiano en el horizonte inmerso del inconsciente ideológico pequeño burgués.
Los conflictos de Lorca con Dalí sobre la emoción frente a la frialdad de la forma geométrica, lo tradicional y lo moderno, lo culturalista y lo popular, el eros y el thanatos, lo civilizatorio y lo pedestre, la imposibilidad del deseo.
La Alocución al pueblo de Fuente Vaqueros impartida en la inauguración de la biblioteca en 1931 es un magnifico documento lorquiano en el que el escritor oscila entre un lastre hegeliano y una aproximación al materialismo histórico.