Eduardo Uvedoble (Unidad y Lucha).— Agua embotellada (mínimo 5 litros por persona), alimentos fáciles de preparar y preferiblemente no perecederos, una radio a pilas, una linterna, una batería para el móvil, un hornillo (y gas envasado), combustible, cerillas, dinero (en efectivo), medicamentos, pastillas de yodo, un botiquín, cinta adhesiva, un extintor, artículos de higiene… y por qué no, una biblia, o algún libro espiritual de referencia, que no solo de pan vive el hombre. En fin, ciudadanos, toca prepararse para la supervivencia. Por fin, todos esos machitos asiduos a la ropa de camuflaje, la caza con arco, el MMA, la simbología nórdica y la conspiranoia, se han visto respaldados, todas esas horas jugando al Call of Duty no fueron en balde, las autoridades están avisando, y el que avisa no es traidor, el riego es real y Europa tiene que aprender a defenderse.
Bromas aparte, el objetivo de esta ocurrencia del kit de supervivencia no es que cada hombre, mujer, niño y anciano estén preparados para sobrevivir durante 72 horas al armagedón, ni siquiera para que empresas como Decathlon o Mercadona se froten las manos soñando con hordas desalmadas de clientes acaparando a lo loco sus productos. Sino que es dar un paso más en la preparación de la subjetividad funcional al estado de guerra permanente que caracteriza al imperialismo en su fase actual. Es, a fin de cuentas, guerra cognitiva, preparar las mentes para que el relato oficial encaje en los acontecimientos sin contradicciones ni ángulos muertos. No es simplemente propaganda, es adecuar las mentes para una recepción óptima de la propaganda. Cómo hablar de volver a poner la mili o del rearme si no se trabajan las condiciones subjetivas adecuadas, si no cunde un poco el pánico. A fin de cuentas, si uno/a está dispuesto a hacer el gasto del kit -porque esa es otra, algo tan importante y no está subvencionado- entonces también se estará dispuesto/a a convencerse de que no se ha tirado el dinero, a ser menos escéptico/a y tácitamente, a ser más sumiso. El kit de supervivencia es la solución individualista que socializa el miedo y prepara nuestra docilidad, no tiene conciencia del cuidado mutuo ni de la defensa colectiva, es un meternos miedo con un sálvese quien pueda individual.
Hasta ahora la percepción del enemigo ya estaba ganada: Rusia es el enemigo permanente, lo lleva siendo desde hace más de un siglo, de hecho occidente siempre se ha afirmado sobre la construcción del villano oriental. Sin embargo, esto no es suficiente para las necesidades del estado de guerra, hace falta mentalizar bien a las masas, hay que incrementar la guerra informativa y cognitiva porque el cambio de paradigma del que nos hablan es profundo y grotesco. El incremento del gasto militar del estado de guerra es, también, el desmantelamiento definitivo de todo atisbo de bienestar social, de los servicios públicos, las pensiones, etc. y en último término, también es el desmantelamiento de la misma democracia burguesa, porque la deuda pública que lleva aparejada el gasto militar, además de ser una entrega de poder inmenso a la banca y los fondos de inversión privados, exige impedir la más mínima interferencia de las masas, exige acabar con su democracia.
El liberalismo actual tiene mucho de autoritarismo y poco de democrático, el estado de derecho es cada vez más represivo, el parlamentarismo más que el escaparate del poder representativo es cada vez más un trampantojo que oculta el verdadero poder oligárquico, y la soberanía nacional es cada vez más transnacional y menos soberana. En definitiva, el capitalismo se destruye a sí mismo y la democracia liberal ya es plutocracia autoritaria.