Mujeres trabajadoras: doble opresión, brechas persistentes y violencia estructural

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Sonia Iruela (Unidad y Lucha).— La clase obrera de nuestro país llega al 1º de mayo de 2025 en una situación de sobreexplotación y agotamiento insostenible, a lo que hay que sumarle, en el caso de las mujeres trabajadoras, una realidad profundamente desigual. Las mujeres nos enfrentamos a la precariedad laboral, la violencia en nuestros entornos de trabajo, una brecha salarial persistente y barreras estructurales que nos relegan a los trabajos peor remunerados y más inestables.

Brecha salarial

A pesar de los esfuerzos por reducir la brecha salarial, los últimos datos reflejan lo contrario. Según los últimos informes, la brecha salarial en 2024 alcanzó casi un 19,6 %, aumentado considerablemente con respecto a años anteriores. Esto refleja la segregación ocupacional que seguimos padeciendo las mujeres, quienes ocupamos los puestos más bajos y mal remunerados en sectores como la educación, la sanidad, el comercio y los servicios.

Este estancamiento en la reducción de la brecha salarial deja claro que las políticas adoptadas hasta ahora, no han sido suficientes para erradicar la desigualdad estructural.

Precariedad laboral y contratos a tiempo parcial

La precariedad laboral sigue afectando especialmente a las mujeres. En 2022, el 21,4 % de las mujeres trabajadoras teníamos contratos a tiempo parcial, frente al 6,4 % de los hombres. A pesar de que muchas mujeres no elegimos trabajar media jornada, la falta de opciones a tiempo completo, especialmente en sectores feminizados, nos obliga a aceptar contratos precarios que afectan nuestra estabilidad económica. Además, este tipo de contratos limitan nuestras perspectivas a largo plazo, ya que se traducen en menores ingresos y pensiones aún más reducidas.

El trabajo a tiempo parcial, aunque aparentemente positivo para la conciliación, es en una trampa porque somos las mujeres las que tenemos que conciliar, frente a los hombres que lo hacen en contadas ocasiones, además se convierten en la única opción debido a la falta de empleos a tiempo completo y a la escasa flexibilidad de los horarios en muchos sectores.

Violencia contra las mujeres

Uno de los aspectos más invisibles y dañinos de la situación laboral de las mujeres es la violencia estructural que sufrimos tanto en el hogar como en el trabajo. Según datos de 2024, el 27,2 % de las mujeres hemos sufrido algún tipo de violencia física, psicológica o sexual a lo largo de nuestra vida.

La violencia de género tiene efectos devastadores en la capacidad de las mujeres para desarrollarnos profesionalmente. Muchas mujeres víctimas de violencia se ven obligadas a faltar al trabajo debido a las consecuencias físicas y emocionales del abuso, lo que afecta directamente su rendimiento laboral y sus oportunidades de promoción.

El acoso sexual sigue siendo una de las formas más visibles de violencia laboral contra las mujeres, más del 40 % de las mujeres ha experimentado alguna forma de acoso sexual en el lugar de trabajo, pero solo el 10 % de los casos se denuncian. El temor a las represalias, la normalización de comportamientos inapropiados y la falta de protocolos efectivos impiden que muchas mujeres denuncien.

Por otro lado, la presencia de mujeres en puestos de alta dirección sigue siendo muy limitada. Solo el 35 % de los cargos directivos están ocupados por mujeres.

Este techo de cristal, además de las barreras invisibles que las mujeres enfrentamos en la carrera profesional, está ligado a la violencia simbólica, como la infantilización, el acoso o la falta de confianza en nuestras capacidades. Las mujeres en cargos de responsabilidad se enfrentan a otro reto: demostrar su competencia mientras luchan contra el estigma de ser “menos capaces” por el solo hecho de ser mujeres.

La violencia económica es otro factor crucial en la vida laboral de las mujeres. Muchas veces se nos somete a situaciones de dependencia económica, ya sea en el hogar o en el trabajo, lo que limita nuestra autonomía. El control del dinero por parte de los hombres refuerza la subordinación de las mujeres, impidiéndonos salir de situaciones de abuso y precariedad.

A pesar de esta situación, las mujeres trabajadoras han protagonizado grandes luchas en los últimos años, poniendo en jaque a empresarios explotadores, como la lucha de las camareras de piso, la de las trabajadoras de residencias de mayores, la Huelga General Feminista en Euskadi y Navarra (30 de noviembre de 2023), convocada por el Movimiento Feminista de Euskal Herria y respaldada por sindicatos como ELA, LAB, Steilas, ESK, EHNE, Etxalde, CGT, la Huelga de Educadoras de Escoletes en Palma, etc.

Solo las propias mujeres trabajadoras, con nuestra lucha, seremos capaces de romper con las cadenas de la desigualdad, la doble opresión y la violencia estructural. Para ello, es imprescindible estar organizadas, unidas y decididas a cambiarlo todo.

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