«La crisis profunda del régimen franquista no significa que ya está vencido, que su caída sea inminente, que caerá solo troceado por las propias e insolubles contradicciones internas. ¡No, compañeros! Nunca debemos olvidar que el régimen de Franco y Falange es fascista, que nunca se dará por vencido, que nunca dejará voluntariamente el poder. El régimen de Franco y Falange, como el de Mussolini y el de Hitler, morirá matando. (…)
Desde hace un año, todos los actos y medidas de Franco y Falange no tienen otro objetivo que el de rehacer el bloque descuartizado del régimen. Las declaraciones de Franco en Montserrat, en las que prometió un ensanchamiento del régimen, pidió la colaboración de los sectores derechistas catalanes, dejó entrever la posibilidad de una restauración monárquica; la convocatoria de una caricatura de Corts, traspasando a ellas la facultad legislativa reservada en la estructura teórica del régimen en el Consejo Nacional de Falange; la última crisis gubernamental, con la caída aparente de Serrano Suñer y el nombramiento del General Francisco Gómez-Jordana Sousa, aparentemente menos nazi; la última reorganización del Consejo de Falange con el intento de presentarlo como un símbolo del bloque originario del régimen, por cuanto son miembros designados por Franco, generales, obispos, monárquicos, requetés, que no formaban parte de lo anterior, esfuerzo oficial para poner de manifiesto una unidad inconmovible del régimen que no existe: los rumores de restauración monárquica que se acentúan o debilitan según el buen querer de Franco y Falange. (…)
¡No, compañeros, Franco y Falange no son, ni quieren ser neutrales Franco y Falange son beligerantes del Eje! Oficialmente Franco y Falange son «no beligerantes», como lo fueron Mussolini antes de herir por la espalda a la Francia vencida e Hirohito antes de agredir traicioneramente a los EE. UU. dormidos por apaciguadores y muniqueses. (…)
Sin embargo, en la práctica Franco y Falange han sido y son desde el comienzo de la guerra, beligerantes. Son beligerantes por los actos y por las definiciones oficiales del régimen. La firma del pacto antiKomintern [el 27 de marzo de 1939] por el General Gómez-Jordana Sousa, presentado hoy cuanto menos nazi que Serrano Suñer, es un acto de beligerancia. La organización oficial de la División Azul [el 26 de junio de 1941], es un acto de beligerancia. El envío coercitivo de obreros españoles a las fábricas de guerra alemanas, es un acto de beligerancia. Comprar víveres, materias primas, combustible en América y por la cuenta de Alemania y con dinero entregado por Hitler a Franco, es un acto de beligerancia. Romper el bloqueo aliado en beneficio de la Alemania hitleriana, es un acto de beligerancia. Poner a disposición de los técnicos alemanes y de los submarinos piratas del Eje Baleares, Canarias y Fernando Poo, los puertos galleas y andaluces del Atlántico, es un acto de beligerancia. Proveer de combustible en alta mar en los submarinos nazis, es un acto de beligerancia. (…)
Entregar a los alemanes toda la producción de guerra de los altos hornos y de las minas del norte de España, es un acto de beligerancia. Aceptar el control nazi en los aeródromos, en las comunicaciones, en los transportes de España, es un acto de beligerancia. Que la Gestapo controle los centros vitales de la policía terrorista de Franco, es un acto de beligerancia. Es tan poco neutral Franco, que en el mes de julio propuesto el embajador norteamericano para justiciar las restricciones al envío de petróleo, dijo oficialmente, que eran debidas a:
«Ya temor comprensible de una nación que está en guerra, que los productos esenciales para la contienda, exportados libremente a un país que no está en guerra, sean reexportados a una tercera nación en guerra con la primera».
Es tan poco neutral Franco que el «New York Times», el mes de julio pasado [1943], cuando el VIII ejército británico se retiraba en derrota, denunció que:
«El ministro español de El Cairo colabora de forma importante en los esfuerzos que hace Alemania para sembrar la discordia entre los ingleses y los gobernantes de Egipto».
Es tan poco neutral Franco que en el «New York Post» del último septiembre se afirmó concretamente como:
«Los falangistas, valiéndose de las comunicaciones y valijas diplomáticas, facilitan a la Gestapo toda la información que consiguen sobre los movimientos de los barcos mercantes y de la marina de guerra».
Si Franco fuera neutral ¿por qué el Gobierno Cubano prohibió a la delegación franquista el uso de claves y de la valija diplomática?
La neutralidad de Franco ha sido inventada de arriba abajo por gente interesada en desorientar a las Naciones Unidas, a la masa emigrada, en confundir a los españoles combatientes y retrasar o estorbar el amplio frente de lucha contra Franco, y Falange. No es, precisamente, Franco quien nos habla de neutralidad. Esto puede leerse en los últimos documentos oficiales, En la contestación a la nota de Roosevelt, Franco no habla de neutralidad.
En el preámbulo del Decreto de Movilización, Franco no habla de neutralidad. ¿Por qué iba a hacerlo? Hay que hacerle a Franco y Falange la justicia de reconocer que no se han esforzado en disimular o negar su beligerancia junto al Eje.
En Sevilla, después de discutir con Oliveira Salazar, el fascista de Portugal, Franco declaró:
«A pesar de nuestras dificultades, si el gran baluarte alemán no pudiera contener el enorme peligro ruso, la ayuda de España no sería de 15.000 hombres, sino de un millón de efectivos».
Serrano Suñer, el 14 de agosto de este año, dijo:
«La actual contienda no es una guerra en la que pueda haber espectadores e indiferentes. Ningún país puede ser indiferente».
Tras la crisis, el gobierno reorganizado de Franco va hacer la siguiente declaración oficial:
«En cuanto a la política internacional, el Gobierno reafirma la orientación mantenida en los últimos seis años, resultado del espíritu de la nuestra cruzada, del sentido anticomunista de nuestro movimiento y de los imperativos del «nuevo orden». De acuerdo con esta política, en el terreno militar se intensificará la mejora de nuestros preparativos».
Y si ésta es la definición clara, concreta, categórica, de la política internacional de Franco, la prensa de Franco y Falange no es menos contundente. Véase tres comentarios característicos publicadas por ella al conmemorar el tercer aniversario de la victoria militar:
«Arriba»: «Lucha anticomunista en la que España ha sido precursora, ha hecho de Europa un bloque orgánico y completo de relaciones económicas y de comunidad humana».
«АBC»: «En el nuevo orden que se construyó en Europa, España tendrá el lugar que le corresponde. Por esto, no sólo contribuirá con valores morales, sino también con medios materiales».
«YA»: «Cualquier tentativa de desatender esta lucha, significaría una traición contra la humanidad». (Joan Comorera; Franco y Falange son la guerra, 1943)
Anotaciones de Bitácora (M-L)
El propio Almirante Luis Carrero Blanco reportó a Franco en su memorándum «Consideraciones sobre la situación internacional actual en orden a la actitud de España» (1941), que: «Alemania ha preferido hasta ahora que sigamos al margen del conflicto, porque a su lado, en tanto el Mediterráneo no sea un mar interior y por él nos podamos abastecer, más que una ayuda representaríamos una complicación. Alemania nos prefiere neutrales porque hasta hoy, aunque en precario, nos hemos venido abasteciendo de América sin gravar la economía europea». Y en diciembre de ese mismo año aconsejó: «para sacar el mayor partido posible de nuestra situación con vistas al futuro», España debía intervenir «en el momento que conviniera al Eje». En «Notas sobre la situación internacional» (1942) Carrero siguió postulando que «España tiene voluntad de intervención al lado del Eje». Véase la obra de Antonio Téllez Molina: «España y la II Guerra Mundial: los informes reservados de Carrero Blanco» (1993).
Entre los informes del embajador británico Samuel Hoare en Madrid se reflejó esta posición del régimen español:
«La difícil tarea a la que se enfrentaban Hoare y su agregado comercial, David Eccles, quedó de manifiesto a principios de junio de 1940 cuando las embajadas británica y francesa en Madrid y los consulados de Barcelona y Málaga fueron atacados por falangistas, al tiempo que la prensa franquista informaba con alegría que alemanes e italianos veían con buenos ojos la devolución de Gibraltar. (…) Menos convencido de la sinceridad de Franco, en julio [de 1943] Hoare presentó a Jordana una larga lista de actos no neutrales cometidos por España, entre ellos el abastecimiento y reparación de submarinos del Eje, la rápida repatriación de las tripulaciones aéreas del Eje que se habían visto obligadas a aterrizar en España, el sabotaje contra embarcaciones aliadas desde la costa sur, la existencia de redes de observación y espionaje, la intervención de la correspondencia de la embajada británica y las actividades de una prensa exclusivamente partidaria del Eje». (Paul Preston; Franco, Caudillo de España, 2022)
En resumen, el lector dispone hoy de archivos tanto olvidados como desclasificados, así como memorias y testimonios que corroboran las intenciones del régimen franquista para entrar en la Segunda Guerra Mundial a favor del Eje. Véase el video de Memorias hispánicas: «¿Por qué España NO ENTRÓ en la Segunda Guerra Mundial?» (2024).
Por otro lado, el mismísimo Samuel Hoare dejó registrado que la intención del gobierno conservador de Churchill nunca fue acabar con Franco, sino amenazarle con retirarle el trigo y prometerle que nunca apoyaría a los grupos antifascistas en el exilio. A su vez, Gran Bretaña trató de sobornar a cuantos ministros y altos funcionarios pudiera para evitar la entrada de España:
«Una de sus iniciativas más eficaces fue una operación muy complicada para sobornar a un grupo de generales, entre ellos Aranda, Orgaz y Kindelán, y a Nicolás Franco para que se opusiesen a la germanofilia de Serrano Suñer. Con la ayuda de Juan March, entre el 17 de junio de 1940 y el 29 de mayo de 1941, se depositaron en un banco de Nueva York 14 millones de dólares. (…) En [1942] Hoare le aseguró [a Franco] que no se produciría una intervención británica en los asuntos internos de España ni durante ni después de la guerra, ni ninguna invasión británica u ocupación de territorio español, peninsular o de ultramar. Garantizó al Caudillo que el Reino Unido no estaba apoyando a sus enemigos republicanos y le recordó la facilidad con la que España estaba obteniendo pasavantes para trigo. Por si Franco se inclinara a sentirse en exceso satisfecho por la actitud conciliatoria de Hoare, éste también enumeró las actividades antialiadas que tenían lugar en España con la connivencia oficial, en particular el aprovisionamiento de submarinos alemanes en Vigo, y le pidió que explicara las cinco visitas del almirante Canaris en los seis meses anteriores». (Paul Preston; Franco, Caudillo de España, 2022)
Por último, si el lector duda de los comentarios de Joan Comorera en relación a la crisis creciente del régimen franquista, esta apreciación era totalmente fundada. Nos explicamos.
Ya en junio de 1940 existió una trama militar capitaneada por Juan Yagüe para derrocar a Franco:
«Franco destituyó al general Yagüe como ministro del Aire. Cansado de las dilaciones de Franco, Yagüe se había vuelto más explícito en sus críticas y, oponiéndose a la política revanchista de Franco, estaba rehabilitando a oficiales de aviación republicanos, algunos de los cuales habían sido masones. Aún más extremado en su falangismo radical, se había implicado, como hizo el general Agustín Muñoz Grandes con bastante más precaución, en una trama para derrocar a Franco. Descubierto por el servicio secreto, el 27 de junio de 1940 Yagüe mantuvo una reunión tensa y emotiva con Franco, después de la cual fue relevado de su ministerio y confinado en su pueblo natal, San Leonardo, en Soria. El poco convincente pretexto oficial fue el haber dicho a Hoare que Inglaterra estaba derrotada y que lo tenía merecido. Los comentarios de Yagüe fueron inoportunos, pero apenas diferían de aquellos con los que Franco había ofendido a Hoare el 22 de junio». (Paul Preston; Franco, Caudillo de España, 2022)
A su vez, en 1943 un grupo de personajes de gran importancia que hasta ahora habían sido afines a Franco pidieron formalmente su dimisión y la restauración monárquica:
«Un grupo de veintisiete procuradores de las Cortes franquistas, incluido el duque de Alba, Antonio Goicoechea, los ex ministros Alarcón de Lastra y Valentín Galarza y el general Ponte, escribieron una petición a Franco expresada en términos respetuosos pero que contenía un bombazo. Este manifiesto era un llamamiento al Caudillo para que resolviera la cuestión constitucional restableciendo la Monarquía católica tradicional antes de que la guerra concluyera con una victoria aliada, con la clara implicación de que sólo la Monarquía podía evitar las represalias aliadas por la postura de Franco esencialmente pro Eje durante la guerra. Los firmantes pertenecían a todo el espectro político franquista, con representantes de la banca, las fuerzas armadas, incluso falangistas y, como es lógico, monárquicos. (…) En cuanto se publicó, demostrando su escaso interés en su cacareado «contraste de pareceres», cesó de inmediato a todos los firmantes de sus escaños en las Cortes y destituyó a los cinco que eran además miembros del Consejo Nacional de FET y de las JONS». (Paul Preston; Franco, Caudillo de España, 2022)
Tampoco hemos de infravalorar el acercamiento de los monárquicos a los Aliados anglo-estadounidenses en un momento en que los destinos de Mussolini y Hitler estaban sellados y se perfilaba como configurar Europa en la posguerra. La propuesta de Don Juan de Borbón era converger en un gobierno de transición para desalojar a Franco y crear un parlamento y una constitución:
«Hoy, pasados seis años desde que finalizó la Guerra Civil, el régimen implantado por el general Franco, inspirado desde el principio en los sistemas totalitarios de las potencias del Eje, tan contrario al carácter y a la tradición de nuestro pueblo, es fundamentalmente incompatible con las circunstancias que la guerra presente está creando en el mundo (…). Corre España el riesgo de verse arrastrada a una nueva lucha fratricida y de encontrarse totalmente aislada del mundo. (…). Sólo la Monarquía Tradicional puede ser instrumento de Paz y de Concordia para reconciliar a los españoles. (…) Bajo la Monarquía reconciliadora, justiciera y tolerante caben cuantas reformas demande el interés de la Nación. Primordiales tareas son: aprobación inmediata por votación popular de una Constitución política; reconocimiento de todos los derechos inherentes a la personalidad humana y garantía de las libertades políticas correspondientes; establecimiento de una Asamblea legislativa elegida por la Nación; reconocimiento de la diversidad regional; amplia amnistía política». (Manifiesto de Lausana, 19 de marzo de 1945)
A esta alternativa de una monarquía constitucional se intentó sumar el ala derecha del PSOE con Prieto a la cabeza en el llamado Pacto de San Juan de Luz (1948), uno que mantendrá hasta que dimita en 1950 reconociendo en parte su torpeza de confiar en los monárquicos. En aquel entonces el PSOE decidió retirarse del gobierno republicano de Giral en el exilio, creando una crisis en las instituciones republicanas sin precedentes. El motivo de la no realización de pacto monárquico-socialista no solo estuvo en la escasa implicación británica y estadounidense en la llamada «cuestión española», como se plasmó en la actitud de Truman y Churchill en la Conferencia de Potsdam (1945), sino en otros dos motivos gran peso. Por un lado, esta táctica excluyó directa o indirectamente tanto al ala izquierda y centrista del PSOE, republicanos, anarquistas como comunistas, es decir, el principal núcleo de resistencia al franquismo; por ende, el apoyo popular y militar de esta alternativa era escaso sin apoyo externo. Por el otro, este episodio fue en parte una maniobra de Don Juan de Borbón, ya que este al mismo tiempo estaba en negociaciones con Prieto a su vez estaba entrevistándose con Franco en Igueldo. ¿La razón? Usar los rumores o noticias de los contactos socialistas-monárquicos para presionarle para restaurar la monarquía bajo sus términos. Véase la obra de Luis Sainz Ortega: «Un episodio poco conocido de la emigración republicana española en Francia: el pacto de San Juan de Luz» (1999).
Ante esta tesitura dificultosa en lo interno y externo que lo amenazaba, ¿cómo reaccionó el régimen de Franco? Depende quien se mire.
a) Serrano Suñer fue dentro del nuevo falangismo, como él mismo reconoció, el más entusiasta amigo del Eje. Sin embargo, tras la crisis de mayo de 1941 y una vez sustituido en 1942 como ministro de Asuntos Exteriores propuso a Franco un cambio notable. Había que sacrificar a Falange y transitar hacia un régimen más amplio bajo la égida de figuras que en el exterior tuvieran buen renombre en las democracias burguesas como Cambó, Marañón u Ortega y Gasset:
«Yo fui resueltamente germanófilo, y, aunque ello fuera físicamente posible jamás cometería la villanía de negar la sinceridad de mis sentimientos. Mi amistad hacía los pueblos hoy vencidos fue inequívoca, leal y digna. (…) La Falange debe ser hoy honrosamente licenciada con la conciencia de haber servido a España en su momento. (…) No se puede ahora inventar una Falange democrática y aliadófila sin faltar a aquel respeto. Pero lo que es mucho más importante es que España como pueblo, como comunidad, ha de salvarse de la revolución o la invasión a cualquier precio. (…) Sólo es posible: hacia un Gobierno nacional apoyado sobre la base popular extensa y apolítica de un frente nacional que empezará en la extrema derecha para acabar en la zona templada de la izquierda. Todo lo español no rojo estará integrado allí y el Gobierno compuesto por hombres eminentes –empezando por los monárquicos de mayor respetabilidad, pasando por políticos de excepcional valía como Cambó, para terminar en otros del tipo político intelectual de Ortega o Marañón– con nombres resonantes en el mundo será capaz de hacerle entender que la mayoría del pueblo español, por miedo a la revolución comunista». (Ramón Serrano Suñer; Carta a Francisco Franco, 3 de septiembre de 1945)
b) Por su parte, Carrero Blanco, siempre reacio al cambio, advirtió en su «España ante la situación actual del mundo» (1944) que en estos momentos de crisis había que «huir como del diablo del liberalismo y del comunismo», apuntando que «no hay más régimen que nuestro régimen actual». Este espíritu de intransigencia se plasmó en el famoso lema «orden, unidad y aguantar». En sus «Consideraciones sobre una futura constitución política del mundo» (1944) postuló que: «Las discordias europeas deben cesar; la existencia de un peligro común en el Este hoy y mañana quizás en el Oeste». Esto se reflejó en la famosa «Carta de Franco a Churchill» (8 de agosto de 1944) advirtiendo contra: «Los malos españoles que desde fuera de España especulan con la posibilidad de cambios interiores, que sirviendo a su pasión hicieran para Inglaterra más barato este acercamiento, que si por quimérico no debemos siquiera discutir su posibilidad, si hemos de afirmar de una manera rotunda que cualquier cambio hipotético que en este sentido se produjera, sólo serviría al interés de Rusia».
En este sentido, Carrero Blanco consideró que «los intereses de Inglaterra y de todas las potencias europeas coinciden por primera vez en la historia», pues «se hace preciso la constitución de una «Comunidad Europea» llamada a salvar la civilización occidental» del bolchevismo. Este proyecto, en el que, por supuesto incluyó a España, era un «compromiso de los blancos de civilizar cristianamente a los pueblos de su zona de influencia». Sus delirios llegaron hasta el punto de hablar de España como «cuarta potencial mundial». Sin embargo, Carrero Blanco anticipó audazmente cómo el franquismo podría sobrevivir. En su «Informe» (12 de abril de 1945) confió en que: «Nuestra posición es, pues, francamente sólida y puede sintetizarse en dos aspectos: Inglaterra y los Estados Unidos nos necesitan, conjuntamente, para luchar contra el imperialismo ruso». Véase la obra de Antonio Téllez Molina: «España y la II Guerra Mundial: los informes reservados de Carrero Blanco» (1993).
Estas maniobras del régimen español no excluyeron que, al menos hasta el recrudecimiento de la Guerra Fría, se emitiese en la ONU la resolución de 9 de febrero de 1946 en donde se condenó oficialmente en 1946 al franquismo como un derivado del fascismo italiano y el nazismo alemán:
«(a) En origen, naturaleza, estructura y conducta general, el régimen de Franco es un régimen de carácter fascista, establecido en gran parte gracias a la ayuda recibida de la Alemania nazi de Hitler y de la Italia fascista de Mussolini;
(b) Durante la prolongada lucha de las Naciones Unidas contra Hitler y Mussolini, Franco, a pesar de las continuas protestas de los Aliados, prestó una ayuda considerable a las potencias enemigas. Primero, por ejemplo, de 1941 a 1945, la División de Infantería de la Legión Azul, la Legión Española de Voluntarios y la Escuadrilla Aérea Salvador, pelearon en el frente oriental contra la Rusia soviética. Segundo, en el verano de 1940, España se apoderó de Tánger en violación del estatuto internacional, y, debido a que España mantenía un importante ejército en el Marruecos español, gran cantidad de tropas aliadas quedó inmovilizada en el África del Norte;
(c) Pruebas incontrovertibles demuestran que Franco fue, con Hitler y Mussolini, parte culpable en la conspiración de guerra contra aquellos países que finalmente en el transcurso de la guerra mundial formaron el conjunto de las Naciones Unidas. Fue parte de la conspiración en que se pospondría la completa beligerancia de Franco hasta el momento que se acordara mutuamente». (Organización de las naciones Unidas; Resolución 39, 1946)
c) Años antes Franco había dejado claro sus intenciones políticas sobre su nuevo régimen:
«Un estado totalitario armonizará en España el funcionamiento de todas las capacidades y energías del país, en el que, dentro de la Unidad Nacional, el trabajo, estimado como el más ineludible de los deberes, será el único exponente de la voluntad popular. Y merced a él, podrá manifestarse el auténtico sentir del pueblo español a través de aquellos órganos naturales que, como la familia, el municipio, la asociación y la corporación, harán cristalizar en realidades nuestro ideal supremo». (Francisco Franco Bahamonde; Discurso, 1 de abril de 1939)
Aunque Franco rechazó estas propuestas de Suñer y otros con sorna, como bien apuntó en los resortes de la carta, intentó engañar al mundo proclamando que de ahora en adelante… ¡el franquismo sería «democrático»!
«A esa democracia convencional nosotros oponemos una democracia católica y orgánica que dignifica y eleva al hombre». (Francisco Franco; Discurso en las Cortes, 14 de mayo de 1946)
El famoso «Fuero de los españoles» de 1945 fue una de las primeras señales de esta fingida «renovación» de cara al exterior. En lo progresivo, Franco se esforzó por aparentar que su modelo político no era tan lejano a las democracias burguesas de Occidente:
«Nosotros no negamos la libertad ni las esencias de la democracia; nosotros no rehuimos la intervención del hombre en las tareas del Estado, que tiene entre nosotros más de un milenio de existencia. Nosotros lo que queremos es hacer compatible la libertad con el orden: lo que pretendemos es la seguridad social y la seguridad de España». (Francisco Franco; Discurso en Burgos, 1 de octubre de 1946)