A los ojos de los más miopes, el actual gobierno de Mali tiene las peores referencias que cabe imaginar. No llegó al poder mediante unas elecciones democráticas sino después de un golpe de Estado de 2021. También ha mantenido muy buenas relaciones diplomáticas con Rusia en plena Guerra de Ucrania y, por fin, ha cometido el peor de los crímenes que cabe imaginar en Occidente: ha prohibido los partidos políticos y las manifestaciones de la oposición.
Cualquiera diría que el descontento social debería llenar las calles con gritos de descontento, pero no es así. Recientemente la Fundación alemana Friedrich Ebert ha llevado a cabo un sondeo de opinión, como hace anualmente, basado en 2.220 personas en Bamako y diez capitales regionales (*).
Las respuestas son abrumadoras. Más del 90 por cien de los encuestados se mostró satisfecho con la gestión de la transición y el 82 por cien aprueba el nuevo gobierno, unos porcentajes muy por encima de los que avalan la gestión de cualquier gobierno occidental.
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El presidente de transición, Assimi Goita, y los otros cuatro generales en el poder, gozan de un fuerte apoyo popular.
El 67 por cien cree que la retirada de la misión de la ONU (Minusma) ha tenido un impacto positivo en la mejora de la seguridad, el restablecimiento de la integridad territorial y el retorno de la paz. Quienes no comparten esta opinión son los que perdieron su medio de vida con la salida de los cascos azules.
La presencia de las tropas rusas también goza de un amplio apoyo popular popular. El 79 por cien de los malienses confían en que Rusia ayude a Mali a recuperar su integridad territorial.
Pero la medalla de oro en la encuesta se la lleva la Alianza de Estados del Sahel (AES), que obtuvo una aprobación del 92 por cien.
(*) https://library.fes.de/pdf-files/bueros/mali/10100/2017-09.pdf