Ella tiene la misma edad que los niños que habitan las páginas de La Edad de Oro. En sus manos, un ramo de flores blancas, como un puñado de versos recién cortado. Hoy no viene a jugar con aros, baldes ni paletas. Anda con la cabecita baja y una actitud muy, muy seria. Se acerca al obelisco en su memoria, le susurra; lo abraza. Sabe que incluso los héroes necesitan el cálido cariño de quienes creen en las hadas.
En el corazón de la provincia de Granma, en el municipio de Jiguaní, se alza el Monumento Nacional de Dos Ríos, –ubicado a cinco kilómetros de la confluencia de los ríos Cauto y Contramaestre–, sitial que marca el lugar en el cual José Martí, Apóstol de la independencia, cayó en combate, el 19 de mayo de 1895.
COMBATE Y MUERTE
Su muerte, ocurrida en una escaramuza contra tropas españolas, sigue siendo un enigma histórico, envuelto en contradicciones y debates. ¿Fue un acto de heroísmo temerario, o un error trágico? Las hipótesis, alimentadas por testimonios fragmentarios y análisis históricos, pintan un cuadro complejo en torno a aquel día.
Lo cierto es que, entre el mito y la realidad, entre el saber popular y la investigación histórica, la mayor certeza es que aquel día, Cuba y la Guerra Necesaria sufrieron una pérdida demoledora.
La expedición independentista liderada por Máximo Gómez y Martí se enfrentó a una columna española cerca del río Contramaestre. Gómez, estratega experimentado, ordenó a Martí retroceder: «Hágase usted atrás, Martí, no es ahora este su puesto». Sin embargo, el Apóstol avanzó junto a Ángel de la Guardia, su escolta, hacia las líneas enemigas.
Testimonios describen que, tras cruzar el río, una hondonada desvió sus caballos hacia una avanzada española oculta entre la hierba. Ambos fueron blancos de disparos certeros.
Uno de los artículos consultados para este texto apunta a varias hipótesis en conflicto, entre estas el comportamiento del caballo. Máximo Gómez sugirió que el caballo de Martí, desbocado, lo arrastró al peligro. El historiador Rolando Rodríguez refuta esto: Martí no era un jinete inexperto. Además, si el animal hubiera huido, habría superado a De la Guardia, pero ambos cayeron bajo fuego simultáneo.
Otros como José Miró Argenter defendieron la idea de que Martí buscó la muerte para alcanzar la inmortalidad. Sin embargo, autores como Leonardo Griñán Peralta y Jorge Mañach rechazan esta idea: Martí era un político pragmático que priorizaba el éxito de la revolución. Morir en aquel momento, con la guerra recién iniciada, habría sido un fracaso estratégico.
La versión más aceptada sugiere que Martí, impulsado por su fervor patriótico, se expuso al fuego enemigo. El coronel español Ximénez de Sandoval corroboró esta tesis: «Su valentía lo colocó frente a sus soldados». Cartas de Martí, como la inconclusa a Manuel Mercado («ya estoy todos los días en peligro de dar mi vida por mi país»), respaldan esta narrativa de sacrificio consciente.
Aún hoy resuena la pregunta: ¿Por qué ignoró las órdenes de Gómez? Disímiles hipótesis se han aventurado a la respuesta, pero lo cierto es que Martí, lejos del estereotipo del guerrero, murió como vivió: conjugando pensamiento y acción.
DE LAS PIEDRAS AL MÁRMOL
Pocas horas después de su muerte, Antonio Pacheco y su padre, José Rosalía Pacheco, vecinos de Dos Ríos, buscaron la huella del lugar en el que cayó el Héroe. Antonio recordó que había un gran reguero de sangre y recogió tierra, marcando posteriormente el sitio con un palo de corazón.
Según consta en las referencias históricas del expediente del Monumento Dos Ríos, de la Dirección Provincial de Patrimonio en Granma, el 10 de octubre de 1895, Enrique Loynaz del Castillo y José Rosalía identificaron el lugar y colocaron una cruz, enterrando una botella con un documento, acto que refleja la preocupación por identificar el sitio, consolidando así su significado como símbolo de la lucha por la independencia.
En agosto de 1896, Fermín Valdés Domínguez escribió una crónica sobre el homenaje y la creación del primer monumento a José Martí en Dos Ríos. El evento contó con la participación de más de 300 mambises, encabezados por Máximo Gómez quienes, al cruzar el río Contramaestre, recogieron piedras de la orilla para construir un promontorio simbólico, en honor al patriota.
Dice en su misiva que colocaron las piedras formando un cuadrilátero frente a una cruz de madera, asegurando que quedara de cara al sol, como Martí deseaba. El acto fue respetuoso y solemne.
El General Gómez dijo algunas palabras: «Todo el cubano que ame a su Patria y sepa respetar la memoria de Martí debe dejar, siempre que por aquí pase, una piedra en este monumento», y dirigiéndose luego a los soldados valerosos que lo escuchaban, afirmó, en enérgica frase: «Imitad sus virtudes y su patriotismo y aprended a morir y a servir a la causa grande y enaltecida por él y otros héroes: a la independencia de la Patria».
Tras la guerra, el sitio en el que murió Martí permaneció en el olvido, hasta que José Rafael Estrada Arencibia, concejal de Palma Soriano, impulsó en 1901 la idea de erigir un monumento. Sin embargo, un primer diseño italiano (del escultor Humberto Dibianco) terminó en Palma Soriano, por dificultades logísticas.
En el mismo sitio, el 20 de mayo de 1913, fue inaugurado en acto público el obelisco. Se dice que las piedras del monumento originario fueron utilizadas en la fundición de su base.
Estrada insistió en algo sencillo, construido con materiales locales y placas de mármol conmemorativas. Finalmente, en 1922, en una peregrinación liderada por Arturo R. de Carricarte, se inauguró el monumento actual: un obelisco de 15 metros de altura, con un basamento escalonado y cuatro placas que narran la vida y muerte de Martí, financiado por donaciones populares.
En el año 1975 se hicieron reformas importantes, creando un parque martiano, cuya jardinería incluye el tipo de vegetación que Martí menciona en su Diario de Campaña.
ARQUITECTURA Y SIMBOLISMO
El monumento, de líneas sobrias y estilo neoclásico, combina funcionalidad y solemnidad. Sus placas trapezoidales resumen la historia esencial: La primera: «Murió en este lugar el 19 de Mayo de 1895»; la segunda: «A la memoria del prócer José Martí»; la tercera: «Nació en La Habana el 28 de Enero de 1853»; la cuarta: Reconocimiento a José Ramón Estrada, promotor de la obra.
El diseño, coronado por una pirámide ranurada, se integra a un parque forestal de rosas blancas, sembrado tras el triunfo revolucionario de 1959, como símbolos pureza y resistencia.
Hoy, Dos Ríos recibe a visitantes nacionales y extranjeros, que mantienen viva la tradición de honrar a Martí. El lugar trasciende lo físico y se convierte en un altar en el que Cuba refuerza los lazos entre pasado, presente y futuro, desde la lealtad y el compromiso con la independencia.
Fuentes consultadas:
Expediente Monumento Nacional del Obelisco de Dos Ríos, de la Dirección Provincial de Patrimonio en Granma.
Monumento y Altar. Crónica del homenaje y creación del primer monumento a Martí en Dos Ríos, de Fermín Valdés Domínguez.
Valoración histórica de la muerte de José Martí, publicado por la doctora en Ciencias Marta de las Mercedes Rojas Pérez, y las estudiantes Lázara de las Mercedes Martínez Rojas y Lirilsy Fernández Gómez.