El ministro de Finanzas de Israel, Bezalel Smotrich, detalló este lunes la estrategia genocida en Gaza, admitiendo que se permite ayuda humanitaria mínima, como «una pita y un plato de comida», para evitar acusaciones internacionales mientras se busca «aniquilar» la Franja de Gaza.
Smotrich explicó que «esta asistencia se distribuye bajo estricta supervisión para garantizar que supuestamente no beneficie al Movimiento de Resistencia palestino, Hamás», que, vale acotar, bajo esa excusa, mantiene limitado el acceso de alimentos a los civiles.
En tanto, dijo que en los próximos días una empresa civil estadounidense comenzará a repartir alimentos directamente a los residentes, bajo control militar israelí.

Esta medida responde a la presión internacional tras un bloqueo de dos meses y medio que intensificó la crisis humanitaria en Gaza, donde 500,000 personas enfrentan niveles de hambre calificados como catastróficos, según informes de la ONU.
No obstante, desde una postura indiferente e inhumana, el ministro israelí señalo que «tampoco deberí(an) dejar entrar agua a la Franja de Gaza», lo que deja en evidencia la verdadera intención de Tel Aviv.
Asimismo, Smotrich afirmó que Israel está «aniquilando todo lo que queda en la Franja de Gaza» mediante una estrategia de «conquistar, limpiar y quedarse».

Las Fuerzas de Defensa de Israel (FDI) han intensificado operaciones con cinco divisiones activas, utilizando una fuerza militar que no habían utilizado en la etapa inicial del conflicto, informan medios locales.
El alto funcionario genocida destacó que el objetivo es desmantelar la infraestructura de Hamás, incluyendo su liderazgo civil y financiero, para colapsar la economía de Gaza.
«La Franja de Gaza es una enorme ciudad del terror, y será desmantelada», declaró. Este enfoque incluye la ocupación militar permanente y la posible aplicación de “soberanía israelí” tras la supuesta derrota de Hamás.
En tanto, respaldó un plan para desplazar a la población gazatí hacia el sur de la Franja y, posteriormente, a terceros países, en línea con propuestas del presidente estadounidense Donald Trump.
Este plan ha sido criticado por organizaciones internacionales como un intento de limpieza étnica. En cambio, el ministro defendió esta estrategia como una «transformación histórica», argumentando que la reubicación de civiles es necesaria para las operaciones militares.