Carlos Bashir (Unidad y Lucha).— El capitalismo, como sistema económico y social dominante, mantiene su hegemonía no solo a través de la explotación económica, sino también mediante mecanismos de represión política, ideológica y militar.
En El Estado y la Revolución (1917), Lenin retoma las ideas de Marx y Engels para definir el Estado como un aparato de dominación de una clase sobre otra. En el capitalismo, el Estado no es neutral: es una herramienta de la burguesía para mantener su control sobre el proletariado.
La historia del capitalismo está marcada por altos niveles de represión, con ejemplos como la masacre de la Comuna de París (1871), el asesinato de los mártires de Chicago (1887) o la Semana Negra de Barcelona (1909), donde más de 500 obreros fueron asesinados. Otros eventos incluyen la tragedia del 25 de marzo de 1911, en la que 146 trabajadoras, en su mayoría jóvenes migrantes judías e italianas, fueron quemadas, y la masacre de Ludlow de 1914. Hasta hoy, el Estado capitalista no ha dudado en aplicar hierro, plomo y fuego para reprimir a la clase obrera y sus aspiraciones. A lo anterior, se suma el asesinato de miles de dirigentes revolucionarios. Estos hechos reflejan cómo la burguesía recurre a la violencia cuando sus intereses están en peligro.
Hoy, el Estado burgués y sus gobiernos mantienen la misma lógica para sostener el sistema capitalista. Si alguien lo duda, es ingenuo; si alguien lo niega, es un esbirro al servicio del capital.
Ante la agudización de las contradicciones entre capital y trabajo, cientos de miles de trabajadores y trabajadoras toman conciencia de la necesidad de defender sus intereses de clase. Los gobiernos actuales, anteriores y futuros no dudan en aplicar una batería de leyes opresoras para reprimir a las masas trabajadoras.
En el Estado español, actualmente se lleva a cabo una persecución sistemática contra quienes han decidido decir basta al atropello político y económico de un sistema que no tiene nada que ofrecer. Los casos de «Las 6 de La Suiza» y los trabajadores de Acerinox son los más mediáticos, debido a la violencia ejercida por los aparatos del Estado, sin olvidar los cientos de compañeras y compañeros llevados ante los tribunales.
Lenin señala que el Estado burgués utiliza:
- Violencia institucional: Leyes diseñadas para favorecer a los dueños del capital, criminalizar la pobreza y la disidencia, y proteger los intereses de los capitalistas. Esto incluye la represión de huelgas, protestas y manifestaciones en defensa de lo público.
- Parlamentarismo como fachada: Las democracias burguesas simulan participación, pero en realidad excluyen a la clase obrera del poder real.
En ¿Qué hacer? (1902), Lenin destaca la importancia de la lucha ideológica. El capitalismo no solo reprime con balas, sino también con ideas.
- Medios de comunicación: Monopolios capitalistas controlan plataformas de entretenimiento, redes sociales y todo el entramado televisivo y radiofónico, vertiendo millones en propaganda que justifica la explotación y opresión, y haciendo creer que no hay otra sociedad posible.
- Educación y cultura: como bien situara Gramsci, las escuelas son el primer escalón de la alienación ideológica y cultural del pueblo, mientras que las universidades consolidan el pensamiento y comportamiento individualista que produce seres sumisos al sistema.
- Religión: Marx afirmó que la religión es «el opio del pueblo», distrayendo a los oprimidos de su lucha real, la burguesía ha recuperado la cultura religiosa para sus intereses.
En definitiva, el capitalismo no necesita siempre de la violencia física. La explotación laboral y el desempleo son formas de opresión económica. Lenin analizó cómo el imperialismo, en El imperialismo, fase superior del capitalismo (1916), amplifica esta represión. El capitalismo es multifacético: incluye violencia militar, ideológica y económica. Desde el leninismo, la solución no es la reforma, sino la revolución. La clase obrera debe romper las cadenas de la opresión, destruyendo el Estado burgués y construyendo un poder popular.
Organización de las masas trabajadoras: independencia ideológica y orgánica
La organización de las masas trabajadoras debe centrarse en la construcción de su independencia ideológica y orgánica. Esto implica romper con los amarres políticos e ideológicos impuestos por el revisionismo y el oportunismo, representados principalmente por PSOE-SUMAR, PCE-IU y otras formaciones que, comparten un núcleo ideológico que sostiene al capitalismo como el único sistema posible, perpetuando el sistema, explotador, represor y opresor.