Lenin criticando la falta de responsabilidad y sentido del deber

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«Le escribo bajo la impresión reciente de su carta, que acabo de leer. Su palabrerío irreflexivo es tan indignante que no puedo resistir el deseo de expresarle francamente mi opinión. Por favor, haga llegar mi carta a su autor, y dígale que no debe sentirse agraviado por el tono duro. Después de todo no está destinada a ser publicada.

La carta merece respuesta, a mi juicio, porque pone especialmente de relieve uno de los rasgos característicos del modo de ser de muchos revolucionarios de hoy: esperar instrucciones, reclamar que todo venga de arriba, de otros, de afuera; quedarse pasmados ante los fracasos provocados por la inactividad local, acumular quejas sobre quejas e inventar recetas para una cura barata y simple de los males.

¡No inventarán nada, señores! Si ustedes mismos permanecen inactivos, si permiten que se produzcan escisiones ante sus propias narices y luego se ponen a suspirar y a lamentarse, ninguna receta les servirá. Y es absurdo colmarnos de reproches por ello. ¡No vayan a creer que nos sentimos agraviados por sus acusaciones y ataques: han de saber que ya estamos acostumbrados, tan endiabladamente acostumbrados que no nos conmueven!

Publicaciones «de masas», «por decenas de puds» [unidad de masa equivalente a 16,38 kilogramos]: este grito de guerra de ustedes no es otra cosa que una receta inventada para que otros los curen de su inactividad. Créanme, ¡ninguna de esas recetas dará jamás resultados! Si ustedes mismos no se muestran despiertos y enérgicos, nadie les ayudará de ninguna manera. Es muy poco razonable clamar: dennos esto y lo otro, entreguen eso y lo de más allá, cuando ustedes mismos deberían ocuparse de adquirir y entregar. Y es inútil que nos escriban, pues nosotros desde aquí nada podemos hacer, mientras que ustedes mismos pueden y. deben resolverlo: me refiero a la entrega de las publicaciones que editamos y de que disponemos.

Algunos «activistas» locales –llamados así por su inactividad–, que sólo vieron algunos números de lskra y que no trabajan activamente para recibirla y difundirla en masa, inventan una débil excusa: no es eso lo que queremos; ¡dennos publicaciones de masas, para las masas! ¡Mastíquenlo por nosotros, pónganlo en nuestra boca y quizá podamos tragarlo nosotros solos!

¡Qué fenomenalmente absurdas son esas quejas para quienes saben y observan que ellos, esos «activistas» locales, son incapaces de organizar la difusión incluso de lo que tienen a su disposición. ¿No es acaso ridículo leer: dennos decenas de puds, cuando ustedes son incapaces de aceptar y transportar ni siquiera cinco puds? Empiecen por hacer esto, respetables «visionarios de una hora» –pues ante el primer contratiempo lo abandonan todo, incluso todas sus convicciones!–; hagan esto, y luego, cuando lo hayan hecho, y no una sino decenas de veces, crecerá también la publicación a tenor de la demanda.

Y digo que crecerá, porque sus quejas sobre las publicaciones de masas –que ustedes han copiado sin ningún espíritu crítico y neciamente de los socialistas revolucionarios, la gente de Svoboda y toda suerte de «inactivistas» aturdidos–, provienen del olvido de una pequeña… muy pequeña trivialidad, o sea, del olvido de que ustedes son incapaces de aceptar y distribuir siquiera una centésima parte de las publicaciones de masas que editamos en la actualidad. Tomaré una de las últimas listas de uno de nuestros pocos envíos –mísera, lamentable, vergonzosamente pocos–. Los discursos de Nizhni Nóvgorod, La Lucha en Rostov, el folleto sobre las huelgas, el folleto de Dyksztajn [folleto que resumía qué es la plusvalía], me limitaré a estos. ¡Cuatro, sólo cuatro pequeñeces! ¡¡Qué poco!!

¡Son cosas viejas!, exclaman ustedes. Sí. Todos los partidos que disponen de buenas publicaciones de divulgación distribuyen cosas viejas: Guesde y Lafargue, Bebel, Bracke, Liebknecht y otros, durante décadas. ¿Entienden?: ¡durante décadas! Y las únicas publicaciones de divulgación que son buenas, las únicas publicaciones de divulgación que son adecuadas son las que son útiles durante décadas. Pues las publicaciones de divulgación son una serie de manuales para el pueblo, y los manuales enseñan el abecé, que no cambia en medio siglo. Esas publicaciones de «divulgación» que los «cautiva» a ustedes y que el grupo Svoboda y los socialistas revolucionarios editan por puds todos los meses, es papel desperdiciado y charlatanería. Los charlatanes siempre se agitan y hacen mucho ruido, y algunos ingenuos confunden eso con la actividad [*].

¡Sí, es muy poco! Sí, necesitamos cuatrocientas, no cuatro.

Pero permítanme que les pregunte: ¿han sido capaces de distribuir por decenas de miles, aunque sólo sea estas cuatro cosas? No, no han sido capaces de hacerlo. No han sido capaces de distribuirlas ni siquiera por centenares. Por eso gritan: ¡dennos decenas de puds! –Nadie les dará nunca nada si no son ustedes capaces de tomar: no lo olviden–.

¿¿Utilizaron los centenares de ejemplares que les enviamos, les hicimos llegar, les pusimos en la boca?? No, no fueron capaces de hacerlo. Ni siquiera en algo tan simple como eso supieron vincular a las masas con la socialdemocracia. Todos los meses recibimos decenas y cientos de proclamas, informes, noticias y cartas de todos los confines de Rusia, pero ¡no hemos recibido ni una sola –¡piensen un poco en el sentido exacto de las palabras «ni una sola»!– información sobre la distribución de esos cientos de ejemplares entre las masas, sobre la impresión que producen a las masas, sobre la reacción de las masas, sobre las discusiones entre las masas a propósito de estas cosas! Nos colocan ustedes en una situación en que el escritor escribe, el lector –el intelectual– lee; después de lo cual ese mismo lector indolente lanza rayos y truenos contra el escritor porque él –¡¡¡el escritor!!!– no proporciona publicaciones «por decenas de puds» en todas partes. El hombre cuya única tarea es vincular al escritor con las masas permanece sentado como un pavo enojado y clama: ¡dennos publicaciones de masas! y, al mismo tiempo es incapaz. de utilizar ni siquiera una centésima parte de lo que hay disponible.

Ustedes dirán, por supuesto, que es imposible, imposible en general, vincular a Iskra, por ejemplo, esta producción fundamental nuestra, con las masas. Sé que dirán eso. Lo he oído cientos de veces y siempre he contestado que es mentira, que es un subterfugio, una evasiva, incapacidad e indolencia, el deseo de que les caigan del cielo en la boca perdices asadas.

Sé por experiencia que personas emprendedoras han sido capaces de «vincular» a Iskra –a esa Iskra archiintelectual, según la opinión de intelectualillos flojitos– con la masa, incluso de obreros atrasados e incultos como son los de las provincias industriales de los alrededores de Moscú. He conocido a obreros que distribuían ellos mismos Iskra entre las masas –en esos lugares– y su única observación era que había muy pocos ejemplares. Y no hace mucho escuché a «un soldado del campo de batalla», que contaba como en uno de esos apartados centros fabriles de Rusia central se lee Iskra a un mismo tiempo en muchos círculos, en reuniones de 10 a 15 personas, y como el comité y los subcomités mismos leen antes cada número y planean en conjunto cómo utilizar cada artículo en charlas me agitación. Y sabían utilizar hasta esos escasos 5 a 8 ejemplares –¡¡ocho como máximo!!– que era todo lo que recibían debido a la torpe inactividad de los activistas que vegetan cerca de la frontera –que jamás fueron capaces siquiera de organizar la recepción de los envíos de publicaciones, y que esperan que el escritor dé a luz, no sólo artículos, sino también hombres que realicen el trabajo por ellos–.

Dígannos con la mano en el corazón: ¿utilizaron así muchos de ustedes cada ejemplar de Iskra que recibieron –que les fue enviado, que les fue entregado–? ¡No contestan! Bien, permítanme que les diga: uno de cada cien ejemplares que llegan a Rusia –por las veleidades de la suerte y gracias a la inactividad de los «lectores»– se utiliza de este modo, con discusiones sobre el valor agitativo de cada suelto, con lecturas de cada suelto en círculos obreros, en todos los círculos de todos los obreros habituados a reunirse en una ciudad determinada. ¡¡Y sin embargo, personas incapaces de asimilar ni siquiera una centésima parte del material que reciben, se lamentan: dennos decenas de puds!! ¡¡La fórmula de Schedrín –el escritor escribe– aún considera al «lector» con mucho, muchísimo optimismo!!

El lector de hoy –entre los intelectuales socialdemócratas– ha llegado al extremo de quejarse de los escritores porque los intelectuales locales son indolentes y «dan órdenes» a los obreros, sin hacer nada por ellos. Y la queja es justa, mil veces justa, sólo que… ¿está dirigida a quien corresponde? ¿¿No nos permitirían devolvérsela a quien la envía con una doble multa como castigo?? ¿Qué les parece, honorabilísimos señores quejosos? Si sus amigos son incapaces de utilizar Iskra para lectura en los círculos obreros, si son incapaces de destinar gente que se ocupe del envío y la distribución de las publicaciones, si son incapaces de ayudar a los obreros a organizar círculos para ese fin, ¿¿por qué no arrojan por la borda a esos amigos inútiles?? ¿¿Se dan cuenta en qué bonita situación se colocan ustedes cuando se quejan a nosotros de su propia inutilidad??

Es un hecho que los «prácticos» no utilizan ni una centésima parte de lo que podrían recibir. Y es un hecho no menos indudable que esa especial variedad de publicaciones «de masas» que esa gente inventa, no es más que un pretexto y una evasiva. En la carta de 7 ts. 6 f. [seudónimo del autor de la carta que motivó a Lenin para redactar esta], por ejemplo, se «nos» recomienda –a nosotros, naturalmente– tres variedades:

1) Un periódico popular. Mastíquenlo todo a fin de que sea posible asimilarlo sin necesidad de digerirlo, a fin de que nosotros, los «activistas», no necesitemos para nada de estómago.

No importa que hasta ahora jamás se haya visto en el mundo un «periódico popular» semejante, pues un periódico da respuesta a todo, mientras que las publicaciones populares instruyen sobre unas pocas cosas. No importa que todos nuestros ejemplos de semejantes publicaciones, comenzando por Rabóchaya Misl y siguiendo por Vperiod, Rabóchee Delo, Krásnoe Znamia, etc., resultasen necesaria e indefectiblemente híbridos, no siendo ni populares ni periódicos. No importa que todos los intentos de periódicos «obreros» no hiciesen más que alimentar, y siempre alimentarán, la absurda división entre un movimiento intelectual y un movimiento obrero –división provocada por la estupidez y la torpeza de los intelectuales ¡quienes llegan al extremo de enviar quejas de su propia torpeza desde el lugar del mal hasta los confines de la Tierra! –. No importa que todos los intentos de periódicos «obreros» sólo hayan dado origen hasta ahora, y siempre darán origen entre nosotros, a los métodos artesanos y a las teorías, especiales y profundas, de Kazán, y Járkov. Nada de eso importa. ¡Ahí tiene a la encantadora Svoboda y a los encantadores –«conmovedores»– socialistas revolucionarios; ¡¡qué cantidad –¡uff qué cantidad!– de periódicos y revistas populares publican!! ¡¡Naródnoe Delo, Krásnoe Znamia, Svoboda, una revista para obreros; Otkliki, un periódico y una revista para obreros; Luchina, para campesinos; Rabóchaya Misl, el periódico de Ginebra para los obreros de Petersburgo!! No importa que todo eso sea una porquería, pero, con todo, es una porquería de masas.

¡Y ustedes no tienen más que Iskra; después de todo, acaba aburriendo! Treinta y un números y todos de Iskra, mientras que con la gente encantadora, después de dos números de un título –de porquería–, aparecen inmediatamente tres números de otro título –de porquería–. ¡Eso sí que es energía, eso sí que es divertido, eso sí que es nuevo! En tanto que nuestros socialdemócratas…

2) Y «ellos» siempre tienen folletos nuevos. Cada separata se considera como un folleto, y todo esto se divulga a gritos y se suman las hojas impresas −un millón de hojas: véase el núm. 16 de Revoliutsiónnaya Rossía. ¡Han batido todos los récords! ¡Son campeones!−.

¡Y en cambio nosotros! Las reediciones no se cuentan como folletos, ¡¡delicadeza de intelectuales y literatos!! Se reeditan los viejos, viejísimos folletos de Dyksztajn, cuando hasta las muchachas de París y de Chernígov saben que diez nuevos folletos −de porquería− valen cien veces más que uno viejo, pero bueno.

Sólo entre los alemanes las cosas ocurren de tal modo que en 1903, por ejemplo, ¡¡se reeditó por undécima vez «Nuestros objetivos» (1869), de Bebel, escrito hace 34 años!! Eso es muy aburrido. Nuestros «encantadores» socialistas revolucionarios están en erupción. ¡Pero nuestros «activistas» locales no saben utilizar ni los viejos folletos de Plejánov −¡de hace 20 años: cosas viejas!, ¡al archivo con ellas!−, ni un folleto «cualquiera» −¡uno solo!− sobre las huelgas o sobre la memoria de Witte!

Esto, al margen de que los «activistas» locales no mueven ni un dedo para obtener buenos folletos de los escritores que se encuentran desterrados, y para lograr que colaboren en «Iskra» los escritores Locales. ¿Para qué? ¡Es más fácil quejarse que acometer esa fastidiosa tarea! Y el lector actual, sin sonrojarse, se titula «iskrista» por la sencilla razón de que escribe sus quejas a Iskra. Tampoco perturba lo más mínimo su conciencia que el 99% 0 sean siempre escritos por los mismos tres escritores y medio. Ni encuentra necesario pensar siquiera en que no hay que permitir que se suspenda la salida de Iskra y que la publicación quincenal de 1 ½ a 2 hojas exige mucho trabajo. No obstante, continúa exclamando con una fatuidad sin igual: ¡¡Treinta y un números, pero quedan todavía muchos tontos y quejicas inútiles en las localidades! Un argumento en verdad demoledor… sólo que, ¿para quién y para qué?

3) Proclamas.

¡Dennos proclamas! ¡¡Los comités no pueden!! ¡Escriban, envíen, traigan −¿y distribuyan?− proclamas!

Bueno… eso es ya coherente. Yo abro la boca, y ustedes me la llenan: ¡he ahí una nueva forma de relaciones entre el «escritor» y el práctico «iskrista»! Llegar hasta el punto de afirmar que las organizaciones locales −¿integradas por «activistas» pasmarotes?− no pueden editar proclamas locales, que hay que enviarlas del extranjero, es el colmo. Es un tan grandioso −a mi criterio− coronamiento de toda la carta de 7 ts. 6 f. que no me queda más que terminar con esa «corona». Cualquiera otra adición o comentario no haría más que empañar su brillo». (Vladimir Ilich Uliánov, LeninCarta a F. V. Lengnik, 12 de febrero de 1903)

Anotaciones de Bitácora (M-L):
[*] No es cierto, como nos pretendieron asegurar los «reconstitucionalistas» (La Forja, Nº33, 2005), que hoy nos encontremos en una época similar a la de fundación del Partido Socialista Obrero Español (1879) o del Grupo para la Emancipación del Trabajo (1883). En aquellos días, y mucho antes, cuando casi nadie había oído hablar de las ideas de Marx y Engels en España o Rusia, ni tampoco había demasiados medios a su disposición, una de las tareas principales del movimiento fue centrar los esfuerzos en labores de traducción y divulgación de textos clásicos; ¿y quién puede no admirar tales esfuerzos? Ahora bien, tratar de extrapolar dicha situación y medios al presente sería autolimitarse sin razón. Para que el lector se haga una idea, Plejánov tuvo que dedicar gran parte de su tiempo a la traducción y popularización de textos inéditos o desconocidos en su país: «El manifiesto del partido comunista» (1882), «Trabajo asalariado y capital» (1883), «Del socialismo utópico al socialismo científico» (1884), «Ludwig Feuerbach y el fin de la filosofía clásica alemana» (1892) o «El dieciocho Brumario de Luis Bonaparte» (1894). Obras que hoy literalmente están al alcance de cualquiera con acceso a Internet, e incluso son conocidas en los mundos intelectuales de «izquierda» −sea esta más académica o radical−. Estos intentos de algunos de querer trazar paralelismos históricos tan forzosos como carentes de sentido también conllevan el olvido de que los mismos Plejánov, Vera Zasúlich, Axelrod, Lenin, Pablo Iglesias Posse, Antonio García Quejido, José Mesa y Leompar o Jaime Vera −entre otros tantos protagonistas conocidos y anónimos−, no solo fueron meros «divulgadores», sino que por fuerza de la necesidad en su actividad cotidiana acabaron siendo desde muy temprano organizadores, investigadores y polemistas −basta recordar las trifulcas ideológicas de los marxistas rusos contra los populistas y liberales o de los marxistas españoles contra el republicanismo y el anarquismo−.

Actualmente, si nos centramos en discutir lo que deben de ser las principales tareas de formación y difusión, está claro que lo que debe hacerse es potenciar un nuevo movimiento que se libere del peso de los estereotipos. Aún es común que haya episodios en donde, desafortunadamente, una nueva organización arrastra la tradición de la anterior sin si quiera preguntarse si dicha herencia es beneficiosa, si la misma debe adaptarse o es directamente es un lastre a soltar. Para que el lector nos entienda: dichas tareas de formación y difusión no pueden partir ya de realizar una ponencia en la universidad más cercana para explicar al público el capítulo «Burgueses y proletarios» de «El manifiesto comunista» (1848) de Marx y Engels, ni un resumen de «El Estado y la revolución» (1917) de Lenin en tu asamblea antifascista más cercana. Esto sería sumamente ridículo, y por desgracia así proceden la mayoría de colectivos, aunque lo nieguen. Estos títulos ni siquiera son libros desconocidos para la gente interesada en el tema, así como tampoco para sus enemigos −otra cosa muy diferente es qué entienden o qué han querido entender tras echarle una ojeada, tema que ahora abordaremos−. A todo esto, ha de entenderse, pues, que estas labores de «divulgación» implican literalmente: «Publicar, extender, poner al alcance del público algo»; y si bien siempre serán bienvenidas y necesarias para las capas más atrasadas −pues aclaran la esencia de la doctrina−, no pueden ser centrales en las condiciones actuales por múltiples motivos ya esgrimidos.

De hecho, las rutinas y formaciones de las agrupaciones revisionistas no pasan de actos tales como realizar charlas o mandar a sus militantes una gigantesca lista de «libros clásicos» o «de interés» que nadie allí ha leído en su totalidad, ¿y qué ocurre a partir de aquí? Los valientes que se adentran a tal tarea lo hacen sin entender el contexto del autor y la obra, lo cual dificulta su asimilación. Otros, pese a entender la base, les da pereza investigar más allá para comprobar o traer datos actualizados, mientras que casi todos concluirán la lectura o charla sin discutir nada de lo fundamental con sus compañeros. Por fortuna, en el presente todo sujeto interesado puede acceder libremente a millones de vídeos, sinopsis y podcast y todo tipo de material para leer u oír estas cuestiones, bien sea en su versión completa o resumida por terceros. No se nos malinterprete: este es otro gran aspecto positivo a tener en cuenta, pero que lejos de significar la absoluta autonomía en la formación del individuo, implica que no se debe descuidar que estos conocimientos sean puestos en conjunto con otros compañeros para testearse mutuamente.

Ahora, una vez aclarado esto, ¿cómo vamos a cometer la locura de dedicar nuestras principales energías a tales menesteres de «divulgación» de lo ya conocido? El trabajo verdaderamente urgente, tanto a nivel individual como colectivo, es otro mucho más preciso y que requiere de mayor esfuerzo. Este es totalmente analítico, es decir, crítico, pues incluye un estudio del movimiento político de referencia −para entender los errores o prejuicios asumidos en el presente− y de las condiciones y variaciones que la sociedad ha experimentado desde entonces −para adaptarnos al momento y al próximo paso−:

«La intelectualidad socialista sólo podrá pensar en una labor fecunda cuando acabe con las ilusiones y pase a buscar apoyo en el desarrollo real y no en el desarrollo deseable. (…) Esta teoría, basada en el estudio detallado y minucioso de la historia y de la realidad. (…) Debe dar respuesta a las demandas del proletariado, y si satisface las exigencias científicas, todo despertar del pensamiento rebelde del proletariado. (…) Cuanto más progrese la elaboración de esta teoría tanto más rápido será el crecimiento. (…) Por mucho que todavía quede por hacer para elaborar esta teoría, la garantía de que los socialistas realizarán dicha labor es la difusión entre ellos del materialismo, único método científico que exige que todo programa formule exactamente el proceso real. (…) En este caso, las condiciones de la labor teórica y la labor práctica se funden en un todo, en una sola labor. (…) Estudiar, hacer propaganda, organizar». (Vladimir Ilich Uliánov, Lenin; ¿Quiénes son los «amigos del pueblo» y cómo luchan contra los socialdemócratas?, 1894) 

La pregunta sería entonces, ¿qué han hecho estos señores por lograr tal objetivo? Como se ha dicho ya, entre cero y nada. Y esta verdad, aunque amarga, no puede ser ocultada, como no puede taparse el sol con un dedo.

Bitácora Marxista-Leninista

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