En estos días, numerosos medios de comunicación acusan al gobierno del PSOE de corrupción. Y tienen razón. Otros medios, por su parte, recuerdan la corrupción del partido de “M. Rajoy” o las fotos de Feijóo con narcos gallegos. Y también tienen razón. Sin embargo, bajo el griterio mediático, un manto de silencio se expande para ocultar a los corruptores.
Las obras públicas que están siendo investigadas superan los 720 millones de euros y un elevado porcentaje (el 75% aproximadamente) fue adjudicado a la empresa constructora Acciona. Esta empresa del IBEX 35, con una capitalización de mas de 9.000 millones de euros, ganó numerosos concursos de obra pública (AVE, carreteras, puertos) entre 2018 y 2023, es decir, en un periodo que coincide con el inicio del mandato de Ábalos como ministro de Fomento. La UCO investiga las comisiones ilegales de 620.000 euros pagadas a cargos del PSOE por Acciona a través de intermediarios próximos a Koldo García, el chófer de Ábalos y todo un experto en cobrar “mordidas” en mochilas llenas de billetes.
Ahora bien, Acciona no entiende de partidos. Recordemos, si no, el cártel de las constructoras. O el caso Acuamed: obras hidráulicas infladas (desaladora de Torrevieja, canalizaciones en Alicante, Carboneras…) adjudicadas a Acciona por la (inoperante) empresa pública Acuamed, dependiente del Ministerio de Agricultura del Gobierno Rajoy, con sobrecostes artificiales. Pero hay más: la “versatilidad ideológica” de Acciona no es para nada un caso único. OHL tuvo novios sociatas (Junta de Andalucía) y peperos (caso Lezo). Sacyr pagó campañas electorales del PSOE (Leganés) mientras le entregaba cientos de miles de euros al PP (caso Cospedal). Fitonovo soborbó a concejales sevillanos de la supuesta “izquierda” y a la vez a otros de la supuesta “oposición” (caso Madeja).
¿Por qué los grandes medios se limitan a ponerle la cara colorada (y con razón) a estos politicuchos, mientras extienden un manto de silencio sobre las empresas que los sobornan? ¿Y por qué la supuesta “Justicia” hace tan poco (por no decir nada) al respecto? Al menos, que esto nos lleve a entender la función de la llamada “libertad de expresión” bajo condiciones capitalistas: ocultar a los corruptores (que, lejos de caer en desgracia, siguen ganando miles de millones) mientras nos mantienen distraídos con los cargos públicos indignos que se venden a ellos. No en vano, los grandes medios de comunicación están financiados por las mismas empresas. ¿Qué importa, en el fondo, que esto no se haga con una mochila de “mordidas” a lo Koldo, sino a plena luz del día?
La conclusión es evidente. Todos estos partiduchos se acusan mutuamente de corrupción. Y todos tienen razón. Lo que nunca harán es proponer el fin de ese mantra que tanto repiten: la maravillosa “colaboración público-privada”, causa verdadera de toda esta gangrena. Basta de adjudicaciones, corruptelas, externalizaciones, tinglados y subcontrataciones. Cortemos el miembro gangrenado y controlemos desde empresas públicas (no inoperantes, sino que de verdad tengan el control) los sectores estratégicos de la economía. Y saquemos así el debate político de la oposición entre un partido u otro (ambos servidores del mismo sistema) para llevarlo a donde realmente cobra proyección y sentido: la oposición entre un sistema u otro.