El drama boliviano

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Siguiendo lo que ha sido una tradición en su carrera política, Morales deberá mantener una línea institucional.

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Eduardo Vasco.— El expresidente Evo Morales tiene una posibilidad casi nula de lograr postularse a la presidencia de Bolivia. Solo lo conseguiría si llevara a cabo una enorme movilización social de su base para presionar al poder judicial, pero eso es muy poco probable. Ni el gobierno, ni las instituciones del Estado, ni los empresarios, medios de comunicación o políticos aceptan que Evo Morales se presente a las elecciones. Está políticamente aislado de todos los sectores poderosos de la sociedad boliviana.

Morales cuenta con un recurso que la mayoría de los demás políticos nunca ha tenido: el apoyo radical de una parte significativa del pueblo boliviano, principalmente de los campesinos e indígenas. Sin embargo, por un lado, sus opositores llevan años intentando dividir esa base social —y han tenido cierto éxito— y, por otro, él mismo muestra grandes vacilaciones y capitula ante la necesidad de movilizar esa base de masas en un sentido disruptivo. Los bloqueos de carreteras y las manifestaciones que enfrentan a la policía tienen dos motivos esenciales: uno es la crisis económica que afecta sobre todo a los trabajadores, y el otro es el clamor popular para que la justicia permita que Morales se postule. No obstante, el exdirigente cocalero, aunque prácticamente en la clandestinidad, se niega a dar un sentido verdaderamente revolucionario a ese movimiento —que, por sí solo, tiene una tendencia revolucionaria—.

Así, siguiendo lo que ha sido una tradición en su carrera política, Morales deberá mantener una línea institucional. Desde el punto de vista electoral, al estar impedido de postularse, podría verse obligado a apoyar a Andrónico Rodríguez, probablemente mediante un acuerdo. Rodríguez es un sindicalista proveniente de la misma base social que Evo Morales, pero, tras la ruptura entre este y el presidente Luis Arce, Rodríguez aparece como una figura centrista, un punto medio entre los dos líderes del Movimiento al Socialismo (MAS) —los evistas se apartaron del partido para lanzar la candidatura de Morales, pero el poder judicial no reconoció las organizaciones que intentaron crear para disputar las elecciones—. Rodríguez emitió algunas críticas a Morales en los últimos meses, lo que le valió acusaciones de traición por parte de los seguidores más fieles del expresidente.

No obstante, Andrónico Rodríguez será apoyado por los seguidores de Arce, quien lanzó un candidato por el MAS (Eduardo del Castillo) que parece no tener fuerza suficiente para ganar las elecciones. Rodríguez no demuestra una identificación plena con el compromiso de las transformaciones que había iniciado Evo Morales, y es visto como una incógnita por analistas como el exdiplomático José Kinn Franco.

Rodríguez fue presidente del Senado durante los últimos cinco años, lo que indica una capacidad de articulación con sectores más amplios de la política boliviana, no solo con los vinculados al MAS. A pesar de que el 64% de las candidaturas fueron rechazadas por la justicia electoral, incluida la de Morales, el senador logró registrar la suya, lo que corrobora la sospecha de que no se lo considera un enemigo irreconciliable, a diferencia de Morales.

Ante una situación de fragilidad de la izquierda, sin Evo Morales y sin Luis Arce, es muy probable que haya una segunda vuelta. Una encuesta de opinión publicada la semana pasada por el periódico El Deber mostró ventaja para los candidatos de la derecha. Samuel Doria Medina, del bloque Unidad, apareció como favorito, con un 24% de intención de voto. El segundo lugar fue para el expresidente Jorge “Tuto” Quiroga (2001-2002), con un 22%. En ese escenario, la segunda vuelta se disputaría entre dos políticos de la oposición de derecha. Andrónico Rodríguez quedó en tercer lugar, con menos del 15% de preferencia, y los otros dos candidatos de izquierda (del Castillo y Eva Copa, del partido Morena) obtuvieron menos del 2% de intención de voto.

Por primera vez en 20 años, la derecha tiene posibilidades reales de volver al poder. Desde que Morales fue elegido en 2005, nunca más hubo segunda vuelta, tal era la preponderancia del MAS en la opinión de los bolivianos. “Con esta división del voto del MAS en tres candidaturas [porque Rodríguez, del Castillo y Eva Copa provienen todos del MAS] y aún un cuarto segmento de ese electorado apoyando a Morales y amenazando con impedir las elecciones debido a que no puede postularse, no me sorprendería que la izquierda quedara fuera de la segunda vuelta”, opina Clayton Cunha Filho, investigador y académico especializado en la política boliviana.

Además, es probable que el MAS pierda escaños en la Cámara de Diputados y en el Senado, ya que las elecciones legislativas están ligadas a la presidencial. La tendencia es que el parlamento se vuelva más fragmentado, lo que significa que será mucho más difícil gobernar Bolivia, independientemente de quién gane las elecciones presidenciales.

La victoria de un candidato de la derecha —sobre todo Tuto Quiroga o Manfred Reyes— probablemente también significaría un cambio de rumbo en la política exterior, acercando nuevamente a Bolivia a los intereses de Estados Unidos. En caso de que el ganador sea Doria Medina, habrá un alineamiento con EE. UU., aunque quizás no tan radical como el de Quiroga o Manfred —Medina posiblemente se alejaría de Venezuela y Nicaragua, pero no tanto de Brasil o China, evalúa Cunha—. De cualquier manera, “debido a esa posible fragmentación partidaria en el parlamento, sea quien sea el vencedor, tendrá muchas dificultades para implementar plenamente su política económica sin necesidad de negociar con otras fuerzas políticas”, y la situación económica y política seguirá siendo inestable, analiza el investigador.

Es posible, incluso, que la crisis se agrave. Desde el punto de vista económico, está en ascenso. Incluso en la capital, La Paz, hay filas diarias desde primeras horas del día para obtener alimentos y productos de la canasta básica. La inflación es la más alta en 17 años, habiendo aumentado un 18,4% en un año, y existe un fuerte movimiento a favor de terminar con los subsidios gubernamentales a la compra de combustibles, ya que el Banco Central no cuenta con reservas de dólares desde hace tiempo. Es posible que el nuevo gobierno adopte una política de austeridad fiscal y recorte de subsidios y programas sociales, de corte neoliberal.

En un escenario explosivo como este, otra fuerza política, la más tradicional en esta región, tal vez pueda resurgir para “garantizar el orden social”, como suele justificar siempre sus intervenciones. Hace aproximadamente un año ya hubo un intento de golpe de algunos militares, que fracasó por la falta de adhesión general del ejército y por la resistencia popular. Cunha no descarta la posibilidad de una nueva intromisión militar, dependiendo de la profundidad de la crisis con los bloqueos y enfrentamientos con la policía. Por ahora, él no cree que los militares tomen alguna iniciativa independiente, al igual que Kinn. No obstante, ya han puesto a prueba la fragilidad de las instituciones en los últimos años (además del intento de golpe de 2024, hubo el golpe exitoso de 2019, gracias a la intervención del ejército y de la policía).

La situación boliviana sigue siendo incierta.

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