Francia quiere controlar los fondos robados a Rusia. Es una buena oportunidad para vender armas francesas a Ucrania, estimular su industria de guerra y, de paso, su maltrecha economía.
Los intereses generados por los activos rusos robados por las potencias occidentales que se destinan a sostener la guerra en Ucrania ya tienen un nombre en el G7. Lo llaman iniciativa ERA (Aceleración Extraordinaria de Ingresos) y Francia quiere administrar ese dinero para vender armamento francés.
El objetivo es apoyar su propia industria militar con dinero ajeno y sentar las bases para la cooperación industrial directa con Ucrania. Francia se centra especialmente en los drones y vehículos autónomos, un terreno donde, según el ministro francés del ejército, Sebastien Lecornu, Ucrania posee una ventaja tecnológica de la que Francia quiere aprovecharse.
Al mismo tiempo, se están llevando a cabo conversaciones para garantizar el suministro de repuestos para los cazas Mirage 2000 y los cañones Caesar, ya entregados al ejército ucraniano.
“Voy a ser políticamente incorrecto, pero no seamos ingenuos: muchos de nuestros amigos y aliados ya han establecido firmemente sus intereses allí [en Ucrania]. De ahora en adelante, con el sistema ERA, solicitaremos cada vez más a Kiev que compre directamente a nuestras industrias de defensa”.
Pero esta pretensión choca con los mil y un chanchullos presupuestarios del Ministerio francés, que tiene una deuda de 8.000 millones de euros por equipos ya encargados. La economía de guerra francesa funciona a base crédito. Las empresas militares, como Airbus, denuncian retrasos en los pedidos e incumplimiento de los plazos de pago.
La maquinaria de guerra francesa está como un funambulista en el alambre. Los pedidos se dilatan y las ventas no se pagan a la entrega.