En Estados Unidos la legislación actual aún prohíbe a los monopolios tecnológicos crear sus propios bancos. Pero si se aprueba la Ley Genius (“Guiding and Establishing National Innovation for US Stablecoins”), pronto podrían emitir sus propios medios de pago y obligar a usarlos, es decir, convertirlos en “moneda de curso forzoso”.
El proyecto de ley de criptomonedas fomenta la expansión de las monedas digitales. Mark Zuckerberg, Elon Musk y a otros magnates tecnológicos podrán emitir sus propias medios de pago. Las transacciones en línea se realizarán en monedas privadas.
Es una estrategia a largo plazo de las plataformas tecnológicas para tomar el control de las redes de pago. Apple ha creado el sistema de pagos en línea más avanzado, con casi 800 millones de usuarios en todo el mundo. Una demanda antimonopolio presentada por el Departamento de Justicia les acusa de obligar a los usuarios a utilizar su red de pagos. Con la Ley Genius, Apple podría lanzar su propia “tarjeta de pago” de moneda estable, que almacenaría los depósitos de los clientes y daría al monopolio un acceso aún más amplio a las transacciones y datos financieros de sus usuarios.
Google también tiene sus propios mecanismos de pago y Elon Musk ya ha manifestado su intención de integrar servicios de pago en su red social. Los planes de Meta/Facebook para emitir su propia moneda son probablemente los más sofisticados. En 2019 Zuckerberg anunció el lanzamiento de su propia criptomoneda, llamada libra, pero dio marcha atrás ante la reacción de los reguladores públicos, tanto en Estados Unidos como en otros países.
El proyecto de Ley Genius se redactó para establecer una regulación mínima de las monedas estables (“stablecoins”), una forma de pago digital cada vez más difundida, generalmente vinculada a un valor equivalente, como el oro o el dólar estadounidense. Las monedas estables son menos especulativa que la de las demás criptomonedas.
Oficialmente, la Ley Genius pretende facilitar las cosas a las empresas de criptomonedas. Sin embargo, sus implicaciones podrían ir mucho más allá, afectando a una amplia gama de sectores económicos no bancarios. El proyecto desafía la separación entre el capital comercial y el capital bancario. Los bancos prestan servicios financieros y las empresas venden mercancías. La separación se estableció para evitar que las empresas industriales concentraran un poder excesivo en el sector financiero, lo que les habría permitido restringir el acceso a los servicios bancarios a sus competidores o clientes.
Si se aprobara el proyecto, cualquier empresa, bancaria o no, podría obtener autorización para emitir criptomonedas estables, con una supervisión regulatoria mínima, lo que podría desestabilizar el sistema financiero y blanquear el dinero negro. Al mismo tiempo, abriría un nuevo mercado para las empresas que emiten esas monedas.
Los monopolios tecnológicos quedan fuera de los controles bancarios
La Ley Genius llega en un momento en que los reguladores financieros, encabezados por la Oficina de Protección Financiera del Consumidor (CFPB), intensifican su presión sobre los gigantes tecnológicos, acusados de abusar de su poder de mercado para imponer sus propios servicios de pago.
La última versión del proyecto elimina tácitamente la intervención de la CFPB, uno de los principales reguladores de los sectores financiero y tecnológico en Estados Unidos, que supervisa la emisión de criptomonedas estables.
La CFPB está investigando las redes de pago de Meta/Facebook y otras empresas tecnológicas y ha tomado medidas para someterlas a las mismas normas que los bancos porque los pagos realizados en plataformas tecnológicas no están cubiertos por ningún seguro de depósitos y conllevan elevadas comisiones por transacción.
El año pasado la CFPB aprobó normas que someten los servicios de pago operados por empresas tecnológicas a los mismos criterios regulatorios que las instituciones financieras tradicionales y aplican las normas antifraude, confidencialidad y otras que protegen a los usuarios.
El anuncio de Meta/Facebook sobre libra llamó la atención de la CFPB, que abrió una investigación sobre las redes de pago de los monopolios tecnológicos. Poco después de la aprobación de estas normas, Zuckerberg criticó las decisiones de la CFPB, mientras que Elon Musk pidió el cierre del organismo.
Mientras el proyecto de ley avanza en el Senado, Zuckerberg estudia nuevamente el lanzamiento de una moneda para su empresa. Una de las razones esgrimidas es facilitar que los creadores de contenido ganen dinero en el extranjero sin tener que pasar por los trámites bancarios internacionales.
Si se aprueba la Ley y permiten que los planes de Meta/Facebook avancen, la empresa podría convertirse en una institución financiera con una base de clientes de casi 4.000 millones de clientes en todo el mundo.
¿Qué es una una moneda estable?
Una moneda estable (“stablecoin”) es un oxímoron. En la jerga informática alude a una criptomoneda diseñada para preservar un valor que no oscile demasiado en relación con una cesta de activos, como el dólar estadounidense, el euro o el oro. A diferencia de otras criptomonedas, como bitcoin o ethereum, que pueden experimentar grandes fluctuaciones de cotización, las monedas estables reducen la volatilidad. Son más un medio de ahorro que un mecanismo de especulación.
Existen diferentes tipos de monedas estables. Algunas están respaldadas por reservas de dinero fiduciario o por otros activos en una proporción fija, como la de la Ley Genius, que está respaldada por dólares en un banco. Cada moneda es un dólar.
Hay monedas estables algorítmicas, que utilizan mecanismos informáticos y contratos inteligentes para regular la oferta y la demanda, ajustando la cantidad de monedas en circulación para mantener su valor.
Otras están respaldadas por criptomonedas para mantener la estabilidad de la cotización.
En el ojo del huracán
La mayor plataforma de monedas estables, “tether”, se cambia 1×1 dólares con mínimas variaciones de la cotización. Tiene su sede en El Salvador y se utiliza mucho en América Latina y África. Quizá por ello ha sido acusada en Estados Unidos de lavar dinero negro.
También tiene numerosas demandas por fraude y le reprochan la falta de transparencia en sus reservas. Un informe del FMI señala que solo el 6 por cien de las emisiones tienen un respaldado.
En 2021 la Oficina del Fiscal General de Nueva York llegó a un acuerdo con “tether” y su empresa hermana “bitfinex”, por las que les exigió pagar 18,5 millones de dólares por no haber proporcionado información adecuada sobre sus reservas. El acuerdo no implicó una admisión de culpabilidad, pero resaltó el temor sobre la falta de regulación y transparencia en el sector de las criptomonedas.
Desde entonces, “tether” ha hecho esfuerzos por aumentar la transparencia, publicando informes sobre sus reservas y auditorías, aunque las investigaciones podrían impactar su operatividad si derivan en sanciones severas o congelación de activos.
La inteligencia artificial también llega a la industria publicitaria
La publicidad no es algo tan creativo como se supone. No lo mueve la imaginación sino el desarrollo de las fuerzas productivas. En los años veinte se adaptó a la radio, en los cincuenta a la televisión y con el cambio de siglo se pasaron a internet. Ahora les toca adaptarse a la inteligencia artificial.
El trabajo creativo no es inmune a la automatización. Los grandes modelos de lenguaje están diseñados para predecir la respuesta más probable, que a menudo es la menos original. Los mejores anuncios siguen siendo demasiado extraños y maravillosos para que un algoritmo los pueda imaginar.
Sin embargo, las empresas tecnológicas están empezando a fabricar vídeos publicitarios elaborados con inteligencia artificial y mucho más baratos. Pronto millones de pequeñas empresas producirán anuncios de vídeo.
En realidad, si se analiza con un poco de atención, las empresas tecnológicas, como Google, nunca han sido otra cosa que agencias publicitarias. Cuatro empresas tecnológicas (Google/Alphabet, Meta/Facebook, Amazon, Alibaba, Bytedance) que hace cinco años representaban un tercio del mercado publicitario mundial, ahora controlan la mitad.
La inteligencia natural se distribuye de forma más o menos aleatoria entre los seres humanos, mientras que la inteligencia artificial se comprar. El acceso a ella permite que la monopolice quien tenga el dinero para pagarla.
Los anunciantes están trasladando sus presupuestos a las vallas publicitarias exteriores, las paradas de autobús, los centros comerciales…
Los usuarios ya no pasan el tiempo navegando por internet. Las viejas páginas web y motores de búsqueda están de retirada. Cada vez tienen menos visitantes y la publicidad se resiente. Los chatbots ya están en el primer plano. Quienes leen las páginas web no son seres humanos sino robots. Digieren la información y la entregan a los visitantes. Los mayores perjudicados son los sitios de comercio electrónico, que verán sus mercancías y sus precios directamente comparados por mecanismos de inteligencia artificial, como Cluelyai.
Las marcas necesitan persuadir a la inteligencia artificial para que hablen bien de ellas. La forma más efectiva de hacerlo es influir en las fuentes a las que el modelo presta mayor atención, como las grandes cadenas de comunicación.
Quienes mejor han entendido la inteligencia artificial son los casinos en línea. Los chatbots logran que los jugadores pasen muchas horas enganchados a una única página web, que les va sugiriendo cuánto y cuándo deben apostar.