Juanlu González (biTs rojiverdes).— El relato de la invencibilidad militar sionista, ardua y cuidadosamente construido durante décadas, ha sufrido un duro revés en el reciente conflicto con Irán. La llamada «Guerra de los 12 Días» (junio de 2025) ha dejado al descubierto las graves vulnerabilidades de los sistemas defensivos israelíes, particularmente de la famosa Cúpula de Hierro, cuyos supuestos éxitos han sido ampliamente exagerados por la maquinaria propagandística del Estado sionista. Pero algo similar ha sucedido con los sistemas Patriots, con los Thaad, los Arrow y la Honda de David.
Mientras el gobierno del genocida de Netanyahu y sus aliados occidentales insisten en una tasa de interceptación del 90%, múltiples fuentes independientes, incluyendo análisis satelitales y testimonios militares filtrados, revelan un escenario muy diferente: impactos directos en instalaciones estratégicas israelíes que han sido sistemáticamente ocultados al público. Esta discrepancia entre el discurso oficial y los hechos sobre el terreno plantea serias dudas sobre la credibilidad de las instituciones israelíes y su capacidad real de defensa.
La estrategia iraní demostró una fortaleza y sofisticación inesperada por parte del Tsahal sionista. Lejos de limitarse a lanzamientos masivos indiscriminados o contra población civil, Teherán ejecutó una campaña coordinada que combinaba drones de bajo costo para saturar las defensas con misiles balísticos de precisión dirigidos a blancos específicos e incluso con algunos hipersónicos intercalados. Esta táctica, inspirada en lecciones aprendidas de conflictos recientes, logró superar las defensas israelíes en varios puntos clave.
Informes técnicos no oficiales sugieren que la tasa real de interceptación podría haber caído hasta por debajo del 50% en los momentos más críticos del conflicto, muy por debajo de las cifras oficiales. Más significativo aún son los impactos confirmados en instalaciones militares sensibles, incluyendo la base aérea de Tel Nof y varios centros de inteligencia en el norte del país. Estos éxitos iraníes, ocultos por la prensa y los reportes oficiales, representan un golpe simbólico de enorme magnitud al mito de la invulnerabilidad israelí.
El aparato de censura militar israelí ha funcionado a pleno rendimiento antes, durante y después del conflicto. Las estrictas directivas emitidas por la Oficina del Censor Militar, bajo el mando del general Kobi Mandelblit, han impedido la circulación de imágenes y testimonios sobre los daños reales sufridos por instalaciones estratégicas. Periodistas independientes que intentaron documentar estos impactos se enfrentaron a detenciones arbitrarias y confiscación de material.
Esta política de ocultamiento sistemático no es nueva, pero ha alcanzado niveles sin precedentes durante este conflicto. Medios internacionales acreditados han reportado restricciones sin justificación técnica para acceder a zonas afectadas, mientras que medios críticos como Al Jazeera han sido directamente prohibidos bajo pretextos de seguridad nacional. Esta actitud refleja más el pánico institucional que una genuina preocupación por la seguridad operativa.
La incapacidad israelí para contener la ofensiva iraní sin ayuda externa quedó dramáticamente demostrada con la intervención directa de Estados Unidos. La Operación «Martillo de Medianoche», presentada como una respuesta contundente al programa nuclear iraní, fue en realidad una medida desesperada para salvar a Israel de una escalada que amenazaba con desbordar sus capacidades defensivas.
El análisis objetivo de los resultados de esta operación revela su carácter más simbólico que estratégico. Aunque logró retrasar temporalmente algunos aspectos del programa nuclear iraní, no consiguió alterar sustancialmente el equilibrio de fuerzas en la región. Más significativo aún fue el mensaje político que transmitió: Israel ya no puede garantizar su seguridad sin recurrir sistemáticamente a la protección estadounidense.
Más allá de la retórica triunfalista israelí, el balance estratégico del conflicto favorece claramente a Irán. Teherán ha demostrado su capacidad para proyectar poder más allá de sus fronteras inmediatas y golpear el corazón del territorio israelí, algo que pocos analistas consideraban posible antes del conflicto. Esta capacidad disuasoria, altera fundamentalmente los cálculos estratégicos en la región. Aunque muchos llevábamos tiempo hablando del poderío misilístico persa, pocos creían realmente en que se trataba de hechos reales y lo tildaban de pura propaganda. Hoy ya no es posible ocultarlo por más tiempo.
Al mismo tiempo, el conflicto ha expuesto las profundas debilidades del modelo de seguridad israelí e incluso del occidental –en el que se claramente apoya–, excesivamente dependiente de sistemas tecnológicos costosos y muy vulnerables a tácticas de saturación por multiplicidad de ataques simultáneos. La necesidad de recurrir a la censura masiva para ocultar estos fallas defensivas, ha sumergido al estado infanticida sionista en una crisis de confianza institucional que podría tener repercusiones a largo plazo en la percepción interna y externa de las capacidades israelíes. Por esa razón han impuesto la censura, la mentira y la represión como medios para detener la hemorragia abierta por la Guardia Revolucionaria iraní. Pero la mentira tiene las patas muy cortas y los colonos sionistas saben de sobra cómo han quedado las ciudades tras los ataques persas.
La Guerra de los 12 Días marca un punto de inflexión en la historia militar del conflicto en Oriente Medio. El mito de la invencibilidad israelí, ya cuestionado por los fracasos en Líbano (2006) y Gaza (2008-2025), ha recibido su golpe más contundente hasta la fecha. Irán, por su parte, emerge del conflicto con una posición estratégica reforzada, habiendo demostrado su capacidad para desafiar con éxito el dominio militar israelí en la región.
Este cambio en el equilibrio de fuerzas tendrá profundas implicaciones para la geopolítica regional. La creciente dependencia israelí del apoyo occidental, combinada con la erosión de su imagen de potencia militar autosuficiente, podría alterar significativamente las dinámicas de poder en Oriente Medio en los próximos años. Mientras tanto, la maquinaria propagandística sionista, la hasbará, continúa su esfuerzo por mantener la ficción de una victoria incontestable, pero los hechos sobre el terreno cuentan una historia muy diferente. Ya se han abierto brechas importantes en el discurso entre la prensa británica con el uso de datos satelitales analizados por universidades norteamericanas. Es cuestión de tiempo que se sepa que el rey, por muy criminal y asesino que sea, siempre ha estado desnudo. Su fuerza ha sido la de Estados Unidos, por eso sus destinos están tan íntimamente ligados.