
Oscar Sánchez Serra (Granma).— Nada muestra más a un pueblo que su cultura. En ella se reconocen y se expresan los valores, los principios y la dignidad humana de quienes lo habitan.
En el cubano, y en cualquier otro, el deporte es una vitrina de ese acervo de costumbres, tradiciones y sentimientos. Vibramos con un jonrón de los peloteros, con un jab de los boxeadores, con los saltos de los atletas, los remates de los voleibolistas o las alzadas de los pesistas. Nos emocionamos con su presencia, con su modestia y con su combatividad en los más encumbrados escenarios competitivos.
Cuando esos héroes son vitoreados por su esfuerzo en la palestra, por quienes viven en su terruño o en cualquier otra latitud, se levanta un altar ecuménico; porque el corazón late por su bandera y por su escudo.
Es, en otras palabras, un símbolo de identidad, de patria y, como no está aislado, pasa por las mismas dificultades que hoy asfixian a una sociedad que solo aspira al bienestar de su gente.
Por eso es atacado por el mismo enemigo que adversa el modelo de país que los cubanos han elegido para vivir y desarrollarse.
No son novedosos los ataques del imperialismo estadounidense al movimiento deportivo cubano. Desde que emergió al mundo con su Revolución, no ha cesado de hostigarlo.
Ahora, con ajuar de una radicalización visceral de esa política, ha identificado en su guerra de símbolos esa comunión de emociones que brota en cualquier geografía en la que respire un cubano.
En su guerra cultural tanta belleza lo asusta, tanto amor es temido, que ahora la emprenden contra quienes, desde el exterior, ayuden a sus compatriotas con insumos para la práctica deportiva.
Esa es la razón por la que Donald Trump y Marco Rubio no soportan que un cubanoamericano, como pasó en el pasado Clásico Mundial de Beisbol, apoye a su equipo o grite ¡Vamos, Cuba!, al margen de los excéntricos odiadores que le siguen el juego a sus «entrenadores».
A ellos los revisten con los elementos técnico-tácticos, no los que se emplean en el deporte, sino con los que se crean en los laboratorios de guerra cultural. Llevan el sello de Frank Luntz, asesor del Partido Republicano y pionero del framing político: «No importa lo que digas, importa lo que la gente escucha».
En esa confrontación, el deporte es un objetivo priorizado, porque nos saca el patriotismo, porque nos une, incluso por encima de ideologías o de credos; razón suficiente para que los inhumanos algoritmos caigan como misiles sobre los atletas cubanos, texteando palabras que provocan miedo, inseguridad, pelea, disgusto o rechazo.
Buscan, además, viralizar esas emociones y contradicciones, para empaquetar sus fake news, que satanizan no solo al deporte, sino a todo lo que huela a Cuba o a Revolución Cubana.
Según un estudio de la revista Science, las fake news se difunden un 70 % más rápido que las noticias verdaderas, y llegan a más personas, pues las mentiras apelan al miedo, a la indignación, a la sorpresa.
Steve Bannon, el diseñador de la estrategia trumpista, lo expone así: «inundar el espacio público de contenido tóxico para que la verdad no tenga lugar».
Por eso, cuando se lee en el discurso de las redes que en Cuba no hay democracia, que se violan los derechos humanos, que el Gobierno es incapaz de salir adelante, que los médicos son víctimas de la trata de personas y que los deportistas no tienen libertad o están sujetos a lo que diga o dicte una decisión gubernamental, la matriz se instala no porque sea verdadera, sino porque es repetible y genera reacción.
Entonces, en nombre de los derechos humanos y de la libertad, los que más los han pisoteado en todo el planeta se lanzan de barriga para impedir que los deportistas cubanos asistan a las competencias internacionales.
El país que se arroga el derecho de decir quién compite o no en su territorio, además de cometer un acto bajo y cobarde de discriminación, viola los preceptos que el universo deportivo ha levantado, incluso desde una plataforma vinculante como la Carta Olímpica.
Ese es el documento estatutario que establece los principios fundamentales del olimpismo; es su código organizacional; regula las políticas y los procesos del Movimiento Olímpico; reglamenta todos los elementos integrantes para la planeación y la ejecución de los Juegos Olímpicos; y, en consecuencia, también es vinculante para los derechos, las obligaciones, las prerrogativas y los requisitos de integración de las federaciones deportivas internacionales, los comités olímpicos nacionales, los jueces deportivos, los deportistas, las autoridades y las organizaciones ligadas a la realización de las competiciones olímpicas.
Solo en la primera mitad de 2025, Estados Unidos ha faltado a sus obligaciones como país sede de competencias organizadas por federaciones deportivas internacionales, al no garantizar la participación y las facilidades a todos los equipos o competidores.
Ha extraterritorializado su hostilidad y sus medidas discriminatorias y violadoras, como mismo hace con su genocida bloqueo económico, comercial y financiero, que por más de 60 años persigue matar de hambre, desconsuelo y desesperación a todo un pueblo.
El campeón de la Copa del Mundo de tenis de mesa, el brasileño Hugo Calderano, no puede intervenir en torneos en Estados Unidos por haber estado antes en Cuba, lo que, al decir del miembro del Buró Político y ministro de Relaciones Exteriores, Bruno Rodríguez Parrilla, «demuestra la naturaleza ridícula y fraudulenta de la inclusión de nuestro país en la arbitraria lista de supuestos patrocinadores del terrorismo».
Recordamos la Carta Olímpica, porque esa nación será la sede de los próximos Juegos bajo los cinco aros y, en consecuencia, acogería, como ya lo ha hecho, varias lides preparatorias o clasificatorias.
En ese texto normativo del ente rector del deporte mundial queda claro, también de manera vinculante, que el disfrute de los derechos y libertades establecidos en la Carta Olímpica debe garantizarse sin ningún tipo de discriminación, ya sea por raza, color, sexo, orientación sexual, idioma, religión, opiniones políticas o de otra índole, origen nacional o social, riqueza, nacionalidad u otra condición.
Pero para Donald Trump y Marco Rubio eso es letra muerta, como los reclamos por el cese de los crímenes de lesa humanidad en Gaza, o la exigencia internacional de que termine su criminal bloqueo a la Isla, la más flagrante violación de los derechos humanos de los cubanos, y principal escollo para su desarrollo.
Cuba, al margen de esos ataques, continúa preparándose de cara al cada vez más cercano vi Clásico Mundial de Beisbol, en el cual tendría que jugar en territorio de Estados Unidos, desde la primera vuelta hasta la cuadrangular semifinal. También la Isla sigue en busca de la mejor forma de sus deportistas, a fin de hacerse presente en los Juegos Olímpicos de Los Ángeles-2028.
Quedará a juicio de la opinión pública internacional, del COI y del Comité Olímpico de Estados Unidos esa postura del país anfitrión.

NEGATIVAS DE VISA DE EE. UU. AL DEPORTE CUBANO EN 2025
- Ochenta y dos personas de ocho deportes no han podido viajar a Estados Unidos, Puerto Rico o Islas Vírgenes.
- Ninguna de las visas deportivas solicitadas en 2025 desde Cuba ha sido aceptada.
- En febrero, la selección masculina de baloncesto perdió un partido por no poder viajar a Puerto Rico.
- En abril, el equipo de atletismo no pudo participar en el Mundial de Máster bajo techo.
- En mayo, el presidente del Comité Olímpico de Cuba, Roberto León Richards, no pudo participar en la reunión de Panam Sports.
- Tampoco en mayo, María Caridad Colón, miembro del Comité Olímpico Internacional, pudo asistir a un evento de la mujer en el deporte.
- En junio, le fue negada la participación al equipo femenino de voleibol, en el torneo Final Four, en Puerto Rico.
- También en junio, el portero de la selección de fútbol, Rayko Arozarena, abandonó la concentración por temor ante las restricciones migratorias.
- Islas Caimán no participó en un partido de fútbol en Cuba, por miedo a sufrir la revocación del esta de acceso a Estados Unidos.
UN DOCUMENTO CÍNICO
¿QUÉ DIJO LA EMBAJADA DE EE. UU. EN LA HABANA CUANDO LE NEGÓ LA VISA A LAS VOLEIBOLISTAS CUBANAS? LA REALIDAD |