
Elizabeth Naranjo (Granma).— Estados Unidos pone en práctica su hipocresía todos los días. Por un lado, sanciona a los pueblos que luchan por su soberanía, que –aunque viven bajo presión y bloqueos– no se doblegan; en tanto, protege los crímenes que acaban, a diario, con vidas humanas.
El reciente anuncio del secretario de Estado de Estados Unidos, Marco Rubio, sobre sanciones en contra de Francesca Albanese, relatora de la onu para los territorios palestinos ocupados, es una muestra más de ello.
La medida, disfrazada de preocupación por el antisemitismo, no es más que un burdo intento de silenciar una voz crítica que ha expuesto, con rigor y valentía, las violaciones sistemáticas de los derechos humanos perpetradas contra el pueblo palestino bajo la ocupación israelí.
Albanese, en su rol como relatora especial, ha presentado informes detallados y contundentes que documentan la expansión ilegal de los asentamientos israelíes, la demolición de viviendas palestinas, las detenciones arbitrarias, el bloqueo a Gaza y otras políticas que configuran un régimen de apartheid, según ha denunciado la propia relatora.
Esta táctica de Washington no es más que un objetivo último de proteger a Israel de la crítica y mantener el statu quo de la ocupación.
La Casa Blanca se ha refugiado en los derechos humanos para dictar sentencias –como si fuera dueño del mundo– contra varias naciones, líderes o todo aquello que vaya en sentido contrario a sus intereses. Mientras, en el conflicto palestino «no hay violaciones de los derechos humanos», por lo que quien no lo apoye es un antisemita.
Es fundamental recordar que el antisemitismo es una forma de odio y discriminación contra los judíos, y es inaceptable en todas sus formas. Sin embargo, equiparar la crítica legítima a las políticas de un Estado con el antisemitismo es una estrategia que carcome la libertad de expresión y abona el racismo y la discriminación.
Las sanciones contra Albanese, injustas y contraproducentes, han sido un mensaje directo a otros defensores: si se atreven a denunciar las violaciones cometidas en los territorios palestinos ocupados, corren el riesgo de ser castigados y silenciados.
Lo verdaderamente condenable es guardar silencio ante tanta muerte, ante ese crimen en masa que se denomina genocidio.