Alastair Crooke.— La gran cuestión que surge del ataque estadounidense del 22 de junio contra Irán (sólo superada por la de “¿debilitar a Irán?”) es si, según los cálculos de Trump, puede “imponer retóricamente” la afirmación de haber “aniquilado” el programa nuclear iraní durante el tiempo suficiente para impedir que Israel ataque de nuevo a Irán y, al mismo tiempo, permitir que Trump siga adelante con su titular sensacionalista: “GANAMOS: ahora estoy al mando y todos van a hacer lo que yo les diga” .
Estos fueron los principales problemas que se abordaron con Netanyahu durante su visita a la Casa Blanca esta semana. El interés de Netanyahu es, esencialmente, una » guerra caliente» más intensa , lo que difiere de la estrategia general de alto el fuego de Trump.
En su estrategia de «entrada-auge-salida y cese del fuego» con Irán está implícito que Trump puede imaginar que ha creado el espacio para reanudar su objetivo principal: el de instituir un orden más amplio centrado en Israel en todo Medio Oriente, basado en acuerdos comerciales, vínculos económicos, inversiones y conectividad, para crear un Asia occidental liderado por las empresas estadounidenses , centrado en Tel Aviv (con Trump como su «presidente» de facto ).
Y, a través de esta «Super Autopista Empresarial», atacar más allá de los Estados del Golfo, penetrando en el corazón del sur de Asia de los BRICS para interrumpir la conectividad y los corredores de los BRICS.
La condición sine qua non para cualquier impulso a unos supuestos «Acuerdos de Abraham 2.0» –como Trump entiende– es el fin de la guerra de Gaza, la retirada de las fuerzas israelíes y la reconstrucción de la Franja (ninguna de las cuales parece estar al alcance de la realidad).
Lo que surge, más bien, es que Trump continúa atrapado en la ilusión delirante que su visión centrada en Israel podría lograrse simplemente poniendo fin al genocidio en Gaza, pero el mundo observa horrorizado cómo Israel continúa con una ofensiva militar hegemónica en toda la región.
La falla más obvia de la premisa de Trump es que, de alguna manera, los ataques israelíes y estadounidenses han logrado un Irán escarmentado. Ocurre todo lo contrario. Irán se ha mostrado más unido, decidido y desafiante.
Lejos de verse relegado a observar pasivamente desde la barrera, Irán ahora, tras los recientes acontecimientos, recupera su posición como potencia regional líder. Una potencia que prepara una respuesta militar que podría cambiar las reglas del juego ante un nuevo ataque de Israel o Estados Unidos.
Lo que se ignora en todas estas afirmaciones occidentales es que Israel optó por apostar todo a un ataque sorpresa de «conmoción y pavor». Un ataque que derrocaría a la República Islámica de un plumazo . No funcionó: el objetivo estratégico fracasó y produjo el resultado contrario. Pero el punto más fundamental es que las técnicas empleadas por Israel —que requirieron meses, si no años, de preparación— no pueden simplemente repetirse ahora que sus estratagemas han sido plenamente expuestas.
Esta lectura errónea de la realidad iraní por parte de la Casa Blanca indica que el equipo de Trump se dejó engañar por la arrogancia israelí al insistir en que Irán era un castillo de naipes, preparado para derrumbarse completamente en parálisis tras el primer bocado del «músculo» decapitador israelí del 13 de junio.
Este fue un error fundamental, en un patrón de errores similares: que China capitularía ante la amenaza de aranceles impuestos; que Rusia podría ser obligada a un cese del fuego en contra de sus intereses; y que Irán estaría dispuesto a firmar un documento de rendición incondicional ante las amenazas de Trump después del 22 de junio.
Lo que estos errores estadounidenses demuestran —además de un divorcio constante de las realidades geopolíticas— es la debilidad occidental enmascarada tras la arrogancia y la fanfarronería. El establishment estadounidense se aferra a su menguante primacía; pero al hacerlo ineficazmente, ha acelerado la formación de una potente alianza geo-estratégica con la intención de desafiar a Estados Unidos.
La consecuencia ha sido una llamada de atención para otros Estados ocasionada por el deslizamiento occidental hacia estratagemas de mentiras y engaños descarados: la operación «Spider Web» contra la flota de bombarderos estratégicos rusos en vísperas de las conversaciones de Estambul y el ataque sorpresa estadounidense-israelí contra Irán dos días antes de la próxima ronda de conversaciones nucleares entre ambos países han incrementado la voluntad de resistencia de China, Rusia e Irán en particular, pero de manera más general se siente en todo el Sur global.
Todo el cariz de esta guerra para conservar la primacía del dólar estadounidense ha cambiado irreversiblemente.
Todos están en alerta ante la evidencia de que, ante la expectativa de la derrota de la OTAN en Ucrania, Occidente está intensificando la nueva Guerra Fría en diversos frentes: en el Mar Báltico; el Cáucaso; la periferia iraní (mediante ciberataques) y, por supuesto, mediante una escalada de la guerra financiera en todos los ámbitos.
Trump amenaza de nuevo con sancionar a Irán y a cualquier Estado que compre su petróleo. El lunes, Trump publicó en Truth Social que impondría un nuevo arancel del 10% a » cualquier país que se alinee con las políticas antiamericanas de los BRICS».
Naturalmente, los Estados se están preparando para esta escalada. La tensión aumenta en todas partes.
Azerbaiyán (e incluso Armenia) están siendo utilizados como arma contra Rusia e Irán por las potencias de la OTAN y Turquía. Azerbaiyán fue utilizado para facilitar el lanzamiento de drones israelíes contra Irán, y su espacio aéreo también fue utilizado por aeronaves israelíes para sobrevolar el Mar Caspio y así Israel pudo lanzar misiles de crucero desde el espacio aéreo azerí sobre el Mar Caspio hacia Teherán.
El Kurdistán iraquí, Kazajstán y las zonas fronterizas de Baluchi se han utilizado como plataformas para infiltrar unidades de sabotaje tanto en Rusia como en Irán con el fin de posicionar misiles, drones y unidades de sabotaje para una guerra asimétrica.
En el otro flanco de esta guerra en escalada, Trump se apresura a cerrar una serie de acuerdos comerciales en el Pacífico, con Indonesia, Tailandia y Camboya. El objetivo es crear una barrera de aranceles especiales más altos en torno a la capacidad de China para utilizar «transbordos», es decir, bienes importados a otros Estados desde China, que luego se reexportan a Estados Unidos.
Estados Unidos sentó el precedente a través de Vietnam, con un arancel del 40% sobre los transbordos que es exactamente el doble del impuesto del 20% sobre los productos fabricados en Vietnam.
Solo que la estrategia de Trump de imponer aranceles para recuperar la actividad industrial y mantener al resto del mundo sujeto a la hegemonía del dólar no está funcionando : primero, Trump se vio obligado a anunciar una moratoria de 90 días sobre los aranceles del Día de la Liberación con la esperanza de alcanzar 90 acuerdos en el ínterin; sin embargo, solo se firmaron tres acuerdos marco.
Por lo tanto, la Administración ahora se ve obligada a extender la moratoria una vez más (hasta el 1 de agosto). Bessent, secretario del Tesoro de EE. UU., ha declarado que muchos de los 90 estados inicialmente gravados con aranceles ni siquiera intentaron contactar con EE. UU. para llegar a un acuerdo.
La capacidad de castigar financieramente a quienes no cumplen con las órdenes de Estados Unidos está llegando a su fin. La alternativa a la red del dólar existe. Y no es una «nueva moneda de reserva».
La alternativa es la solución que China prevé: una fusión de plataformas de pago minorista Fintech con marcos digitales de las bancas y la banca central, basados en blockchain y otras tecnologías digitales. (Estados Unidos no puede replicar este enfoque, ya que Silicon Valley y Wall Street están en guerra y no cooperarán).
Como señaló irónicamente el historiador y especialista en conflictos bélicos Will Schryver hace un par de años:
“La aparentemente interminable serie de errores impulsados por la arrogancia del imperio ha acelerado rápidamente la formación de lo que podría decirse que es la alianza militar, económica y geo-estratégica más poderosa vista en los tiempos modernos: el eje tripartito de Rusia, China e Irán…
“Ha logrado, de manera asombrosa, pasar del abismo de una guerra de poder regional contra Rusia al fuego de un conflicto global, cada vez más en auge, que ahora Irán China y Rusia consideran existencial”.
“En mi opinión, ésta es con toda seguridad la serie de errores geopolíticos más inexplicables y portentosos de la historia registrada”.