La jubilación y las pensiones

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Las leyes y medidas que prolongan la edad y pensiones de jubilación generan debates en los ámbitos económico, social y político. Estos debates se escenifican con teatralidad apasionada en los medios de comunicación propiedad de la burguesía y en algún que otro que tiene imagen de independencia. Y especialmente, en el escenario parlamentario, convertido en un verdadero teatro donde políticos ávidos de protagonismo televisivo, leales al sistema e intereses de la burguesía, no cuestionaran jamás al sistema que encarcela a millones de seres humanos bajo la dictadura del capitalista, interpretan sus papeles sin pudo ni remordimientos, ya que sus condiciones de lacayos y esquiroles así lo exigen; nunca cuestionarán el orden establecido por el todopoderoso Capital.

Desde una perspectiva marxista, no se puede hacer un análisis separado. Este fenómeno debe analizarse en el contexto de las relaciones de producción capitalistas, cuyo eje central es la explotación de la fuerza de trabajo y la extracción y apropiación de la plusvalía, por esta fuerza de trabajo producida.

En el sistema capitalista, la jubilación funciona como un mecanismo de regulación del acceso y permanencia en el mercado laboral. Antes de conquistarse el derecho, la regulación por ley a una jubilación “digna” (entrecomillamos digna), los trabajadores eran descartados, sin ningún derecho o prestación, una vez menguaban o perdían sus capacidades físicas o intelectuales. Para el capital, estas personas son herramientas defectuosas; muchas veces eran condenadas a la indigencia, salvo que contaran con el sostén de sus familias o comunidades. Esta situación se transformó gracias a la lucha de la clase obrera, que obligó al Estado burgués a reconocer derechos como la jubilación. En esta batalla la clase Obrera, principalmente europea, contó con la presión ejercida por el estado socialista de la URSS, que año tras año implementaba derechos laborales y sociales que situaban al pueblo en mejores condiciones.

Estos derechos, edad y prestación de jubilación, fueron arrancados a la burguesía a través de confrontaciones en ocasiones muy violentas, y no como concesiones voluntarias de la burguesía, clase que jamás otorga un derecho que suponga una merma en su codiciada tasa de ganancias. Por eso siempre debemos ser conscientes de que todo derecho puede revertirse si no se defiende activamente. La idea de que las mejoras pueden obtenerse solo mediante pactos o “buena voluntad” es una falacia promovida por intelectuales del capital y reproducida por reformistas, socialdemócratas y oportunistas infiltrados en las filas obreras.

Las pensiones no son una dádiva del capital, entregadas por éste con satisfacción paternal. Son el salario diferido: son parte del valor generado por el trabajador, que se le devuelve en forma de pensión o servicios sociales. No son los empresarios quienes sostienen el sistema público de pensiones, sino la propia clase obrera.

El capital, sin embargo, no cesa en su intento de exprimir aún más a las/los trabajadores, justificando el retraso de la jubilación y la bajada de las pensiones con argumentos como el “envejecimiento poblacional”, pese a que, en España, más del 60 % de los jóvenes menores de 25 años no logra acceder al empleo, y que la mayoría de los desempleados habituales son menores de 50 años; al tiempo que pretenden hacer creer la inviabilidad del modelo económico que garantiza las pensiones. Modelo basado en la solidaridad intergeneracional, que garantiza que los futuros jubilados puedan disfrutar de una pensión. Volvemos a repetir y lo haremos hasta que se comprenda en su totalidad: No son los empresarios quienes sostienen el sistema público de pensiones, sino la propia clase obrera.

Como señalamos al inicio, debemos analizar estos fenómenos dentro del contexto de las relaciones de producción capitalistas. Sin este análisis, nunca descifraremos lo que se presenta como natural, pero que es, en realidad, inherente al sistema.

Debemos reconocer científicamente todos los mecanismos con los que la burguesía pretende prolongar la edad de jubilación y apropiarse de la totalidad de la plusvalía producida, entender cómo se camuflan bajo toneladas de información basura, que el salario diferido es desviado y usado por los gobiernos al servicio del capital en presupuestos de guerra, en regalos a multinacionales y bancos, etc. Entender el papel que se da al ejército industrial de reserva, masa de trabajadores desempleadas/os o subempleadas/os con los que se presiona a la baja las condiciones laborales del conjunto de la clase obrera. Intentando y, lamentablemente, consiguiendo la reducción de los salarios, al tiempo que se precarizan las jubilaciones y pensiones.

Si comprendemos que la causa de estas condiciones es la dictadura ejercida por el capital, debemos ser conscientes de que esta situación no cambiará dentro de los límites del sistema que las origina. Lo que negará con rotundidad la pretendida fraternidad entre clases y el malvado pacto, paz social.

Organizarse para vencer

No basta con llamar a organizarse: es necesario definir con claridad dónde, cómo y en torno a qué proyecto político. También es fundamental señalar a quienes, bajo manos y capas de un barniz de izquierda o con discursos ambiguos, en realidad operan en beneficio del capital. Esquiroles, traidores y oportunistas que promueven pactos sociales o fraternidad entre clases, sin cuestionar jamás al sistema que ocasiona la miseria con la que son castigadas las masas obreras y populares. Miserables oportunistas que desempeñan el papel de amigos, pero que, en la realidad práctica, llevan a las masas obreras y populares a la ciénega oscura de la sobreexplotación y opresión de la burguesía, negando a millones de seres humano el derecho a la vida digna.

La socialdemocracia, con partidos como el PSOE y sus variantes, no está sola en esta traición: sindicatos domesticados, partidos como el PCE, IU, Podemos, Sumar y múltiples organizaciones nacionalistas comparten ese rol. Estos últimos en ocasiones con una militancia obrera y/o popular que ha sido alineada, domesticada y confundida por unos dirigentes ávidos de poder y que persiguen el acceso a cargos institucionales, cambiando su discurso en cuanto logran un escaño… y, cómo no, también unos cuantos miles o cientos de miles de euros. Quizás hay un error en el análisis y debemos hacer una rectificación. Lamentablemente, las militancias de estos partidos perdieron el principio del pensamiento crítico hace ya décadas, lo que dificulta que puedan diferenciar entre políticas: dando por válido el principio de la aceptación de lo menos malo como modelo de vida y militancia.

La clase obrera debe recuperar su independencia ideológica y cultural, romper con la ideología burguesa, comenzar por rescatar el sindicalismo de clase basado en la confrontación entre clases antagónicas, con formas organizativas de asambleas soberanas. Las jubilaciones, las pensiones y todos los derechos arrebatados al capital en la batalla de clases, solo podrán ser defendidas con las más elevadas formas de organización obrera.

El PCPE plantea como tarea central la derrota del capitalismo y la construcción del socialismo como alternativa real de futuro.

La barbarie capitalista no da tregua. El tiempo es ahora.

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