Venezuela enfrenta el «trilema energético» con soberanía y cooperación sur-sur

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La vicepresidenta ejecutiva de Venezuela, Delcy Rodríguez, alertó que el 26% de la producción petrolera del mundo "está bajo medidas coercitivas unilaterales", así como el 46% de las reservas globales, esto durante su participación en el IX Seminario Internacional de la OPEP que se realizó en Viena, Austria.

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José Negrón Valera (Sputnik).— Desde dicho foro denunció a Estados Unidos como un factor de distorsión del mercado energético global y llamó a despolitizar las relaciones en materia de energía.

Betzabeth Aldana Vivas, experta en geopolítica energética, destacó que la postura de la vicepresidenta Rodríguez representa «una corriente creciente dentro del sur global que aboga por reglas más justas, previsibles, multilaterales y, sobre todo, soberanas».

En conversación con Sputnik, Aldana valoró el impacto del discurso de Rodríguez en el contexto de un sistema energético global marcado por sanciones, fragmentación de cadenas de valor y una creciente demanda por una transición justa.

«Las sanciones ilegales y unilaterales han alterado profundamente el funcionamiento del mercado global de la energía», afirma. «No sólo han afectado a países productores como Rusia, Venezuela o Irán, sino que también han generado efectos colaterales sobre el equilibrio energético mundial. Han golpeado la seguridad de suministro, elevado costos y fragmentado cadenas de valor. El mercado ha mutado considerablemente por esas medidas coercitivas».

La especialista considera clave que Rodríguez haya realizado ese llamado en el seno mismo de la OPEP, organización fundada bajo principios de soberanía energética y consenso.

«El espíritu de Juan Pablo Pérez Alfonzo, en cuanto a los fundamentos de la OPEP, fue precisamente garantizar la estabilidad estructural del mercado petrolero desde el respeto a la soberanía de los países productores. Que la vicepresidenta lo haya dicho allí, lo vuelve aún más relevante», dijo la analista.

Una estrategia con tres pilares

Venezuela, asegura Aldana, ha respondido a las agresiones geopolíticas con una estrategia basada en tres pilares: profundización de alianzas energéticas alternativas, impulso de acuerdos bilaterales y diversificación de exportaciones.

«Venezuela se ha reubicado en el espacio energético global apostando por estructuras alternativas como BRICS+, el Foro de Países Exportadores de Gas, la Franja y la Ruta con China y alianzas con África. Espacios donde se privilegia la cooperación energética sin condicionalidades políticas», explica.

El segundo pilar ha sido la firma de acuerdos con países como Irán, China, Argelia o Turquía, que contemplan desde transferencia tecnológica hasta comercio en monedas locales. El tercero, una reconfiguración del modelo económico: «Estamos rompiendo una estructura de más de 100 años basada en la monoexportación petrolera. La diversificación de las exportaciones es un hito económico para Venezuela», enfatiza.

Sanciones y trilema energético

Aldana analiza el impacto de las sanciones bajo el enfoque del trilema energético —seguridad, equidad, sostenibilidad—. «Estas medidas coercitivas son uno de los factores más disruptivos para alcanzar un balance razonable en los tres aspectos», indicó.

«En seguridad energética, porque limitan la capacidad de exportación al excluir a los países del sistema financiero y presionar empresas con mecanismos de extorsión y vigilancia. En equidad, porque reducen la oferta global y elevan precios que terminan afectando tanto a exportadores como importadores. Un ejemplo claro es Petrocaribe y cómo Haití se vio golpeado tras la ruptura de ese esquema de cooperación».

Sobre sostenibilidad, advierte que «las sanciones sabotean el financiamiento y la cooperación técnica necesarias para invertir en infraestructura y transición energética. También dificultan el acceso a fondos climáticos y acuerdos multilaterales en materia de energías renovables. Es una presión que encarece el camino hacia modelos sostenibles».

Pese a este panorama, la especialista destaca que Venezuela no ha permanecido inmóvil: «No somos los mismos de 2014. Se han creado mecanismos alternativos y el sistema global se está adaptando. Estamos en un proceso de reconfiguración, resistiendo y alcanzando un nuevo equilibrio. En términos sistémicos, esto se parece mucho a un proceso de homeostasis, como el que atraviesan los sistemas químicos cuando son sometidos a perturbaciones externas y buscan recuperar su estabilidad».

Recuperación progresiva y soberanía tecnológica

Consultada sobre cómo Venezuela enfrenta su propio trilema energético, Aldana detalla que se ha puesto en marcha una «estrategia multidimensional» centrada en soberanía tecnológica, esfuerzo propio y diversificación.

«En seguridad energética, se ha adoptado una lógica de recuperación progresiva, basada en el fortalecimiento de la capacidad de refinación, rehabilitación de infraestructura y alianzas estratégicas incluso con actores occidentales», dice. «Pero el corazón de la recuperación está en los trabajadores de la industria, en su conocimiento y compromiso».

En materia de equidad, explica que el Estado ha priorizado el acceso estable y asequible a la energía, focalizando esfuerzos en zonas vulnerables y promoviendo una política de eficiencia en el uso de los recursos. «Esto ha sido posible gracias a la planificación, la organización popular y la responsabilidad institucional frente a la presión externa», destaca.

Respecto a la sostenibilidad, destaca el comienzo de la revalorización del potencial gasífero nacional como «puente estratégico hacia una transición energética interna».

«El gas natural es una fuente más limpia y abundante, clave para el desarrollo petroquímico y la generación eléctrica. Venezuela posee una de las mayores reservas de gas del mundo y se prepara para dar un salto cualitativo en este ámbito», asegura Aldana.

Un punto de inflexión estratégico

Uno de los anuncios más importantes hechos por las autoridades venezolanas en los últimos meses ha sido el de la exportación de su «primera molécula de gas» prevista para 2027. Para la experta, este hito marca una reconfiguración profunda del papel energético de Venezuela en la región.

«Exportar gas por primera vez significa entrar en una nueva ecuación geoestratégica. Venezuela dejará de ser solo un país petrolero para convertirse en una potencia integral en hidrocarburos», afirma. «Esta decisión va a impulsar los sectores estratégicos internos, priorizando el consumo nacional, reforzando la seguridad energética y modernizando la infraestructura».

Pero también tiene implicaciones más allá de las fronteras venezolanas. «Esta primera exportación abrirá el compás a mecanismos de integración gasífera regional, como la llamada ‘franja caribeña de gas’, que permitiría a Venezuela actuar como hub energético regional, articulando nuevas formas de cooperación soberana de recursos sin renunciar a capital ni tecnología externa».

La apuesta venezolana no es solamente técnica, subraya Aldana. «Se trata de una estrategia mucho más amplia que busca desbloquear corredores energéticos, forjar nuevas alianzas y construir un orden energético más justo, soberano y multipolar. Es el tipo de liderazgo que el sur global necesita».

Frente a la imposición de un modelo energético controlado por las grandes potencias, Venezuela plantea una ruta alternativa centrada en la soberanía, la integración sur-sur y la cooperación sin condiciones. «Lo que está en juego es la posibilidad de que los pueblos puedan decidir sobre sus recursos sin presiones externas. Y allí, el papel de Venezuela, como país agredido pero resiliente, es clave», sostiene la experta.

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