Llanos del infierno, en la Sierra Maestra, fue el lugar que atestiguó el nombramiento. Se trató del primer combatiente en recibir ese grado militar y constituyó un reconocimiento a sus méritos como jefe y soldado.
Al recordar ese día, en su obra Pasajes de la Guerra Revolucionaria, Guevara escribió: «Se firmó la carta en dos columnas y al poner los cargos de los componentes de la segunda de ellas Fidel ordenó simplemente: ponle comandante, cuando se iba a poner mi grado. De ese modo informal y casi de soslayo quedé nombrado comandante de la segunda columna (…)».
«La dosis de vanidad que todos tenemos dentro hizo que me sintiera el hombre más orgulloso de la tierra ese día. El símbolo de mi nombramiento, una pequeña estrella, me fue dado por Celia», agregó.
Con la rapidez operativa que implicó la acción inició la consolidación de sus dotes. Extraordinaria debió haber sido la impresión causada al Líder Histórico de la Revolución Cubana para ascenderlo de ese modo.
Como él mismo diría años después en la velada solemne el 18 de octubre de 1967: «Che era un insuperable soldado, un insuperable jefe. Era, desde el punto militar, un hombre extraordinariamente capaz y valeroso, extraordinariamente agresivo. Como guerrillero tenía un talón de Aquiles, y ese era su absoluto desprecio al peligro».
