
En medio de un mundo marcado por la desigualdad en el acceso a la atención sanitaria, un grupo de jóvenes estadounidenses acaba de culminar una de las experiencias más transformadoras de sus vidas: seis años de formación médica en la Escuela Latinoamericana de Medicina (ELAM), una institución nacida del compromiso de Cuba con la vida, la solidaridad y la justicia social.
La ELAM fue concebida en 1999 como respuesta a la devastación provocada por dos huracanes que azotaron Centroamérica y el Caribe. Lo que entonces fue una emergencia humanitaria, dio origen a un proyecto duradero de esperanza: formar gratuitamente a jóvenes de comunidades empobrecidas de América Latina, el Caribe, África y Estados Unidos, para que regresen como médicos a servir allí donde más se les necesita.
Hoy, esos ideales toman forma en las historias de estos nuevos médicos estadounidenses, quienes han convivido con estudiantes de más de una veintena de países, compartiendo no solo aulas, sino también culturas, cantos, danzas, valores y sueños. La diversidad no los dividió: los unió. En la ELAM, la diferencia se celebra y la solidaridad se cultiva como semilla del mundo más humano que todos merecemos.
No se trata solo de una formación académica rigurosa. La ELAM forja algo más profundo: la conciencia. Cada estudiante es preparado para ser, más que un médico, un guardián de la dignidad humana, un profesional comprometido con su comunidad y con la salud como derecho, no como mercancía. Estos jóvenes llevarán consigo no solo conocimientos médicos, sino también una ética profundamente solidaria y transformadora.
A ellos, nuestro más sincero reconocimiento. A sus familias, nuestra admiración por haber acompañado este camino de entrega y compromiso. Y a Cuba, nuestro agradecimiento por sostener, a pesar de enormes dificultades, un proyecto que demuestra que otro mundo es posible cuando se pone la vida por encima del lucro.
Felicitaciones, doctores y doctoras. El futuro los necesita, y ustedes ya están listos para sanarlo.