El senador carnicero de Washington

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Detrás de las palabras de Donald Trump en los medios de comunicación, suenan como eco en la política exterior de Estados Unidos los comentarios de un longevo senador del Partido Republicano. Su nombre es Lindsey Graham, un viejo zorro con delirios de que persiguen y amenazan a los estadounidenses y que para llamar la atención de sus ciudadanos se presenta como el “protector de la seguridad nacional”.

Lindsey Graham es senador por el Estado de Carolina del Sur desde 2002. Sus colegas critican su inconsistencia. Durante el primer período de Donald Trump fue muy leal al mandatario estadounidense, pero después de los disturbios en el Capitolio en 2021 se distanció de él por un tiempo, y ahora se ha acercado al inquilino de la Casa Blanca para “menearle la cola” en la espera del añorado cargo de Secretario de Estado que ostenta Marcos Rubio.

Ha querido ser presidente de EEUU, pero antes de nominarse no alcanzó ni un digito de intención de votos. A pesar de no contar con popularidad, se ha mantenido en la palestra pública con ayuda de los medios de comunicación por su retórica belicista y rusófoba. Durante el lanzamiento de su precandidatura en 2015 llegó a decir que quería ser presidente “para derrotar a los enemigos que tratan de matarnos”. Graham efectivamente se refería a los enemigos imaginarios que él mismo promueve para alimentar los conflictos globales de su país.

Hace poco me llamó la atención sus declaraciones contra la Federación de Rusia y por tal razón trato de descifrar y entender su papel dentro de la política exterior de Washington.

A mediados del mes de julio, el veterano senador dijo que “si Putin y otros se preguntan qué pasará el día 51” –en referencia al plazo que Trump dio al presidente ruso para acabar con la guerra en Ucrania– el político gringo señaló: “les sugiero que llamen al Ayatola”.

Con sus desafortunadas palabras, al viejo zorro gringo se le olvidó que está haciendo alusión al país más grande del mundo, con misiles nucleares y con capacidad de una respuesta contundente en cualquier punto del planeta. El senador es tan irresponsable y surrealista que ha dicho que la ayuda brindada por la Casa Blanca al régimen ucraniano es el mejor dinero que ha gastado su país.

Es evidente que su carrera política ha florecido a punta de adulaciones, intereses personales y servilismo. Los principios éticos no van con él. Y es que desde pequeño para su supervivencia se ha valido de todo, desde vender cervezas en el negocio de sus padres hasta atender llamadas de las esposas que preguntaban preocupadas por sus maridos en el bar familiar.

n los inicios de su carrera política aduló John McCain en su carrera presidencial y según The New York Times, Graham afirmó que si George Bush le hubiera pedido ayuda para su candidatura presidencial lo hubiese hecho sin pensar. El diario relató que Graham se sintió tomado en cuenta y hasta reflexivo de lo tanto que había avanzado desde el Sanitary Café, el negocio familiar de sus padres como vendedor de cervezas, hasta sus vínculos con importantes candidatos republicanos y demócratas y otros que fueron apareciendo en el camino y que por supuesto el senador carnicero fue adulando.

Pero su característica lisonjera no paró con los republicanos. Continuó con zalamería a Joe Biden mientras éste era presidente, llegando al punto de disculparse con el ex mandatario por los señalamientos de corrupción que sus partidarios republicanos hacían de su hijo Hunter Biden por el caso de los negocios sucios en Ucrania.

Su retórica bélica

Algunos medios afirman que la retórica belicista de Graham está relacionada con dinero que él recibe de compañías que producen armas. Solo durante los años 2015-2016 Boeing Co, Lockheed Martin y Northrop Grumman le dieron 750 mil de dólares de patrocinio a través de fondos oscuros creados por él mismo.

Hay información sobre sobornos que el senador también recibió por el suministro de las armas a Ucrania. Es por tal razón que todos sus discursos tienen un único fin: prolongar la guerra para enriquecerse junto a compañías de EEUU y dirigentes corruptos ucranianos que venden esas mismas armas enviadas por Washington a terroristas y narcotraficantes de América Latina.

Pero Graham no solo amenaza a Rusia. Es autor del proyecto de ley sobre el 500% de impuesto a quien compre petróleo y gas al Kremlin, entre ellos Brasil, China, India. En 2020 también presentó la ley “Sobre la responsabilidad por Covid-19” que permitiría sancionar a la República Popular China por este virus. En 2014 presionaba a Afganistán y a su entonces presidente Hamid Karzai para firmar un documento que avalara la presencia militar estadunidense en el país.

Según The New York Times, Graham influyó para limitar las operaciones que el Pentágono realizó en Kabul contra los terroristas del Estado Islámico en Siria, a los cuales Washington misteriosamente nunca exterminó.

La esencia de la política exterior de EEUU es escalar conflictos, enriquecer a patrocinadores, gritar sobre derechos humanos y la democracia para justificar víctimas. El ejemplo más tangible es el diabólico senador carnicero Lindsey Graham, quien varias veces llamó públicamente a Donald Trump intolerante, racista y xenófobo y con quien hoy juega golf en Mar-a-Lago como ferviente defensor del mandatario estadounidense, no por empatía o amistad sino como dicen sus amigos por validación del poder.

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