Mientras Estados Unidos se propone usar las fuerzas especiales de su país para supuestamente “combatir a los cárteles de la droga en el extranjero”, el libro “The Fort Bragg Cartel” del periodista Seth Harp, basado en registros judiciales y periodísticos, destapó una red de narcotráfico y crimen organizado dentro de las Fuerzas Especiales del Ejército de Estados Unidos en Fort Bragg, la base militar más grande del país y una de las instalaciones militares más grandes del mundo.
Un nido de violencia y crímenes ocultos
Según el libro de Harp, en Fort Bragg, hogar de unidades de élite como los Boinas Verdes, Delta Force y el Comando Conjunto de Operaciones Especiales (JSOC), entre 2020 y 2021 se registraron 105 muertes en Fort Bragg por asesinatos, suicidios y sobredosis, superando significativamente las muertes de soldados estadounidenses en el extranjero (4) en el mismo período.
El fentanilo en un factor predominante en muchas de las muertes por sobredosis, mientras que los asesinatos, como el de los operadores de élite William “Billy” Lavigne II (operador de Delta Force) y Timothy Dumas Sr. (oficial de logística de JSOC), señalan un posible “ajuste de cuentas“. Se especula que los militares, ambos involucrados en el tráfico de cocaína y metanfetaminas, planeaban escribir libros para exponer los crímenes de las Fuerzas Especiales.
Por otra parte, en 2022, el sargento mayor Martin Acevedo III fue sentenciado por traficar más de dos kilos de cocaína y armas. Entretanto, entre 2020 y 2023, se reportaron al menos 12 asesinatos de soldados en Fort Bragg, incluyendo la decapitación de Enrique Román Martínez en 2020, un crimen que se sospecha está vinculado al tráfico de droga LSD.
Además, en los últimos cinco años, se han documentado al menos 14 casos de soldados con entrenamiento en Fort Bragg que fueron arrestados o asesinados en relación con el narcotráfico.
Algunos de los homicidios, incluida la decapitación de Román Martínez, exhiben un patrón similar a los métodos de los cárteles mexicanos, los cuales se caracterizan por su extrema violencia y el uso de un simbolismo macabro como decapitaciones, desmembramientos y fosas clandestinas.
Lazos internacionales y un patrón histórico
La investigación de Harp sugiere una colaboración entre militares de élite de Fort Bragg y el Cártel de Los Zetas de México. Según los hallazgos, estas redes internacionales, que involucró a soldados de élite y policías corruptos, operaban traficando cocaína, metanfetaminas, armas y explosivos.
De acuerdo con registros públicos y policiales en Estados Unidos, Freddie Wayne Huff, un exagente de la La Administración de de Control de Drogas (conocida por sus siglas en inglés como DEA) y expolicía estatal de Carolina del Norte, se convirtió en una figura central en el narcotráfico tras su despido en 2014. Valiéndose de sus conocimientos policiales, Huff colaboró con el Cártel de Los Zetas para traficar entre 50 y 100 kilos de cocaína cada 7 a 10 días.
Adicionalmente, los informes de la Organización de las Naciones Unidas (ONU) Contra las Drogas y el Delito (UNODD) señalan el auge del tráfico de drogas desde Afganistán durante la ocupación estadounidense (2001 a 2021). Aprovechando la participación en misiones clandestinas, algunos soldados usaban esta misma vía para introducir armas robadas junto con los narcóticos.
Se argumenta que, durante la ocupación, Afganistán se convirtió en el mayor narcoestado del mundo, con comandantes locales aliados a Estados Unidos involucrados en el tráfico de opioides. Fort Bragg, habría servido como un “puente aéreo” clave para estas operaciones.
En esta misma línea, el autor del libro explica que las guerras prolongadas, como las de Afganistán e Irak, han causado un profundo trauma en los soldados, lo que los lleva a caer en la adicción y a cometer crímenes.
El libro de Harp argumenta que este fenómeno no es nuevo, recordando el caso del narcotraficante estadounidense Frank Lucas en la década de 1970, quien usó la logística militar de la guerra de Vietnam para traficar heroína a su país.
Corrupción y falta de rendición de cuentas
Los hallazgos de la investigación sobre Fort Bragg sugieren que las Fuerzas Especiales operan con impunidad, protegidas por encubrimientos militares y una evidente falta de rendición de cuentas. Se plantea la posibilidad de que el llamado “Cártel de Fort Bragg” no sea un caso aislado, sino parte de una red criminal más compleja. Estas acusaciones ponen de manifiesto una corrupción sistémica con vínculos en países como Colombia, México y Afganistán.
Si bien en 2023 la DEA incautó 79.5 millones de pastillas y 12.000 libras de fentanilo en polvo, señalando que “algunos casos” estaban vinculados a redes que involucraban a exmilitares o personal con entrenamiento militar, la agencia no ha iniciado una investigación formal sobre estas actividades en las Fuerzas Armadas.
Tanto la DEA como el Departamento de Defensa (DoD) continúan calificando estos incidentes como “excepcionales” o “aislados”, a pesar de que este tipo de prácticas se han documentado durante décadas.
La paradoja de la política antidrogas de Estados Unidos
El silencio de las autoridades estadounidenses con respecto a la red de narcotráfico en la base militar de Fort Bragg contrasta notablemente con política del país sobre el combate al narcotráfico global. Esta situación se vuelve aún más paradójica al analizar las acciones de la Administración de Donald Trump contra el presidente de constitucional de Venezuela, Nicolás Maduro y su pueblo.