Oscar Sánchez Serra (Granma).— «Hay hombres que luchan un día y son buenos. Hay otros que luchan un año y son mejores. Hay quienes lucharon muchos años y son muy buenos. Pero hay los que luchan toda la vida: esos son los imprescindibles».
La sentencia del dramaturgo y poeta alemán Bertolt Bretch parece escrita para el pueblo vietnamita, ese que no dejó de luchar y que hoy, sin abandonar el combate, se levanta hermoso, próspero, democrático y socialista; el que supo hacer, de una tierra devastada por invasores, una nación que es paradigma de nobleza y firmeza.
Al cierre del pasado año, Vietnam ocupó el primer lugar entre los países de la Asean-6 en términos de tasa de crecimiento del PIB, con un 7,09 %, y con un per cápita de ese indicador de 4 711 dólares, de acuerdo con estadísticas recopiladas por Mekong Asean.
El Centro de Investigación Económica y Empresarial en el Reino Unido apuntó que, con una tasa de crecimiento anual promedio del 5,8 % durante los próximos cinco años, el PIB de Vietnam superaría al de Singapur, alcanzando los 676 000 millones de dólares en 2029.
Según Oxford Economics, la firma de asesoría económica independiente más importante del mundo, la economía de Vietnam será la más destacada entre los seis países de la Asean, creciendo a un ritmo más rápido que sus pares durante los próximos años.
Tres puertos marítimos vietnamitas, el de Ciudad Ho Chi Minh, el de Hai Phong y el de Cai Mep (también en la antigua Saigón) están entre los 50 mejores puertos de contenedores del mundo, publicó DynaLiners Millionaires.
La solidez del sector manufacturero y una rápida recuperación de la demanda interna, se reconocen como claves de la hoy pujante economía del hermano país, que está entre las 15 más dinámicas a nivel mundial. Alta eficiencia en la agricultura, un despliegue tecnológico impresionante, con la mayor planta de Apt de Intel del mundo, y la de chips de Amkor Technology, valorada en 1 600 millones de dólares, en Bac Ninh, que ha quedado lista en este 2025, más FPT Software, grupo líder en servicios de tecnología de información, ya con 52 oficinas en el exterior, en 25 países; un impresionante desarrollo cultural y educacional, fruto de sus propios esfuerzos, muestra a un pueblo empoderado, en el cual el desempleo es de solo del 2 %.
AL FINAL DEL ESPINOSO CAMINO, LA VICTORIA
Para disfrutar de ese presente, Vietnam transitó un largo y espinoso camino, con el principio de anteponer las fuerzas pequeñas a las mucho mayores y más poderosas, lo que fue y ha sido la regla de oro en las guerras de defensa nacional de su territorio.
Bajo ese principio se irguió la construcción nacional, en la cual su pueblo enfrentó diversas agresiones extranjeras. Durante 12 siglos, desde la guerra de resistencia contra la dinastía Qin, en el siglo iii a. C. hasta finales del siglo xx, los vietnamitas libraron cientos de combates y levantamientos contra las agresiones extranjeras.
Sobre la base del desarrollo socioeconómico en la Era Dong Son y en la lucha contra los desastres naturales y la invasión extranjera, Van Lang, el primer Estado de Vietnam, se estableció en el siglo vii a. C. Con su arduo trabajo y creatividad, aquellos pobladores emergieron con una civilización que influyó en toda la región del sudeste asiático. Junto con la formación de ese primer Estado, se desarrolló una economía diversificada y una civilización avanzada conocida como la Civilización del Río Rojo, simbolizada por el tambor de bronce Dong Son, un legado que refleja la quintaesencia del estilo de vida, las tradiciones y la cultura del antiguo pueblo vietnamita.
Tan épica y rica historia condujo al más preclaro de los hombres nacidos en esa tierra a generar un movimiento liberador, que no solo logró la independencia del país, proclamó una República y divisó el futuro que hoy sostienen, sino que también puso a su pueblo como un referente mundial.
Ho Chi Minh, en su condición de revolucionario, fue en esencia un creador, porque desde la creatividad y la inteligencia, las cuales llevó a escala nacional, se alumbraron sus actos fundacionales. El más importante de todos, el que dio vida y acción a su plataforma creativa, fue el Partido Comunista de Vietnam, nacido el 3 de febrero de 1930.
Solo 15 años después, tras heroicas hazañas en el campo de batalla, tanto militares como ideológicas, llegó el triunfo de la Revolución de agosto de 1945, que parió una era y su retoño más robusto, la República Democrática de Vietnam, el 2 de septiembre de 1945, hace hoy 80 años.
Ese día se consagraba como la coronación de casi un siglo de lucha frente el colonialismo; pero, además, la proeza independentista fue un ejemplo para el resto de los países colonizados en aquella época. El acontecimiento cruzó sus fronteras, a fin de hacerse un ícono para el movimiento revolucionario mundial y esencia de las victorias que viviría el país, hasta alcanzar su total soberanía.
La expulsión del Gobierno japonés, tras la huida de la dominación francesa, marcó el detonante de la República. Sin embargo, no era el punto final, sino uno de partida. Ho Chi Minh, como Fidel Castro Ruz, sabía que una Revolución no era cosa de un día.
«Todo el pueblo vietnamita está decidido a emplear todo su espíritu y su fuerza, su vida y sus bienes para salvaguardar la libertad y la independencia», dijo el tío Ho aquel 2 de septiembre, y esa fue la premisa y la bandera con las que los bravos guerreros anamitas, como los llamó José Martí, continuaron luchando para seguir venciendo.
Él sabía que contaba con hombres y mujeres con el patriotismo, la tradición de unidad y la fuerza de voluntad para luchar por la justa causa, y esos valores morales no solo fueron bastiones en la lucha, sino que también son, en pleno siglo xxi, el sostén de su crecimiento.
Después de volver a derrotar a Francia, tras la batalla de Dien Bien Phu, en 1954, doblegaron y sacaron de su tierra al mismísimo imperialismo yanqui, para que el 30 de abril de 1975, la República fundada por Ho Chi Minh se convirtiera en socialista, una vez unificado el país.
Ho Chi Minh no vivió ese día, pero lo había visto; era otra de sus creaciones, como también fue un acto divino que se despidiera de su pueblo un mismo 2 de septiembre, el de 1969, para dejar en el corazón de Vietnam y en el de sus hijos, esa fecha como la de la clarinada del primer Estado de obreros y campesinos en Asia.

LA NUEVA CUBA, DESDE EL AMANECER JUNTO A VIETNAM
Una Revolución como la cubana, que salió de las entrañas de su pueblo, de sus campesinos y de sus obreros, como la vietnamita, no podía hacer menos. En los albores de su triunfo, el 2 de diciembre de 1960, estableció relaciones diplomáticas con Vietnam, un hecho que generó una de las más sensibles historias de amistad y complementariedad de la humanidad hasta nuestros días. Cuba fue el primer país de América con el que tuvo relaciones diplomáticas la nación asiática, luego de su independencia.
En los momentos más difíciles de la guerra, en la recuperación de sus territorios y de su gente, Cuba estuvo al lado de Vietnam, y ese gesto se ha hecho eterno, porque los vietnamitas jamás han dejado de tenderle su mano a la Mayor de las Antillas.
Hoy, con diversos intercambios en sectores claves, entiéndase agricultura, alimentación, comercio, tecnología, construcción y otros, ambos pueblos estrechan cada vez más sus indestructibles lazos. Conmueve cómo se movilizaron en la nación de Ho Chi Minh, desde la voluntad popular, para recaudar –hasta la fecha– más de 14 millones de dólares, fruto de la campaña de la Cruz Roja de ese país, y que donarán al pueblo cubano.
Cuba fue la primera nación del hemisferio en recibir estudiantes vietnamitas para enseñarles el idioma español a petición de Fidel, la primera en crear un Comité de Solidaridad con Vietnam del Sur, y el propio Fidel expresó, el 2 de enero de 1966, que «por Vietnam estaríamos dispuestos a dar hasta nuestra propia sangre». Ese acto supremo de desprendimiento quedó en el corazón del pueblo vietnamita, igual que su gesto de ser el primer Jefe de Gobierno en pisar la zona liberada de Vietnam del Sur, en Quang Tri.
En la Patria de José Martí, quien cayó en combate el 19 de mayo de 1895, justo cinco años después de que el mismo día naciera Ho Chi Minh, en 1890, se celebran como propios estos 80 años de victoria del Día Nacional de Vietnam, con el orgullo que corre por las venas de sus hijos por las palabras que el Tío Ho le dijera a nuestra colega Marta Rojas, en julio de 1969: «La fuerza del pueblo vietnamita, su resistencia, residen en la unidad, fundamentalmente, y en que goza del apoyo de los pueblos del mundo y, como ejemplo, está el hermano pueblo de Cuba».