Se les llena la boca con expresiones tales como derechos humanos, libertad y democracia, pero son los primeros que las vulneran de manera brutal.
Los gobernantes alemanes fueron fascistas, y el fascismo no se fue cuando, acorralado por el Ejército Rojo, Hitler se voló la cabeza. Los nuevos gobernantes, los actuales ( y muchos de los precedentes) han dado fehacientes muestras de que el fascismo, pésimamente disfrazado, corre por sus venas.
A esto obedece que, por ejemplo, protestar pacíficamente contra el genocidio sionista y mostrar solidaridad con Palestina pueda costar la detención más salvaje por parte de la policía.