
Alberto Acevedo (Voz).— La cantidad de empresas que se lucran del genocidio en la Franja de Gaza y el volumen de negocios que prosperan generosamente con el exterminio por hambre del pueblo palestino, son temas que hasta hace poco permanecieron en la sombra y que ahora copan con mayor interés la opinión de analistas.
Un estudio reciente del portal Misión Verdad, de Venezuela, indica que, en apenas 21 meses, desde octubre de 2023 hasta julio de 2025, el índice principal de la Bolsa de Tel Aviv escaló 213 por ciento, acumulando 225 mil millones de dólares en capitalización adicional. Más de un tercio de ese crecimiento -aproximadamente 76 mil 800 millones- se concretó en el mes de julio pasado, coincidiendo con las operaciones más intensas y criminales sobre Gaza.
Y claro, el crecimiento de los índices bursátiles emula con el crecimiento de las cifras del genocidio: 57 mil palestinos muertos, incluidos 13 mil niños; 135 mil heridos, casi el doble de los registrados el año pasado; el 80 por ciento de la población palestina obligada a desplazarse; el 70 por ciento de las viviendas destruidas y el 81 por ciento de las tierras agrícolas arrasadas.
Armas de última generación
En el entretanto, al menos 48 empresas, repartidas entre quienes producen armamento, tecnología, construcción, finanzas, turismo y servicios, han obtenido contratos directos o inversiones ligadas a la operación militar israelí. Entre ellas figuran gigantes como Lockheed Martin, Microsoft, Amazon, Elbit Systems y BNP Paribas.
La presencia de este abanico de empresas oferta una cartera que alimenta la demanda de armas de última generación, sistemas de vigilancia biométrica, infraestructura de ocupación, y en la multiplicación de las denominadas startups tecnológicas destinadas al sector defensa.
Buena parte de estas revelaciones salieron a la luz cuando la relatora especial de las Naciones Unidas sobre los territorios palestinos ocupados, Francesca Albanese, publicó su informe ‘De la economía de la ocupación a la economía del genocidio’, en el que se descubre una amplia participación de grandes empresas en los crímenes de Israel en Gaza y los beneficios que obtienen de ellos.
Infraestructura para el genocidio
IBM entrena al personal de inteligencia militar israelí, y es fundamental para la recopilación y el almacenamiento de datos biométricos sobre los palestinos. Hewlett Packard Enterprises suministra tecnología al régimen de ocupación israelí, al servicio penitenciario (donde se tortura a los presos palestinos) y a la policía.
Microsoft ha desarrollado en Israel su mayor centro fuera de Estados Unidos, desde el que se han creado sistemas para el ejército israelí, mientras que Google y Amazon tienen un contrato de 1.300 millones de dólares para proporcionarle infraestructura tecnológica.
La prestigiosa universidad de investigación MIT, el Instituto Tecnológico de Massachusetts, colabora con Israel y empresas como Elbit para desarrollar sistemas de armas automatizadas para drones y perfeccionar su despliegue en forma de enjambre.
Palantir, que suministra plataformas de inteligencia artificial al ejército israelí, anunció una asociación estratégica más profunda en enero de 2024, al comienzo de la matanza de Israel en Gaza. La lista de otras empresas que se lucran del genocidio es larga: sobresalen Volvo, Hyundai y Caterpillar, acusadas de suministrar maquinaria pesada para destruir viviendas, mezquitas, hospitales, escuelas, centros de acopio e infraestructuras en Gaza y Cisjordania.
El genocidio es rentable
Las grandes empresas tecnológicas, las constructoras y las de materiales, la agroindustria, la industria turística, el sector de bienes y servicios y las cadenas de suministro también se suman a la causa. Y todo ello es posible gracias a un sector financiero, que incluye bancos, fondos de pensiones, universidades, aseguradoras y organizaciones ‘benéficas’, deseoso de seguir invirtiendo en esta arquitectura de opresión.
Bancos líderes como BNP Paribas y Barclays han suscrito bonos del Tesoro para reforzar la confianza del mercado en Israel a través del genocidio y mantener sus favorables tipos de interés.
BP, Chevron y otras empresas energéticas se están beneficiando de los yacimientos de gas existentes en el Mediterráneo oriental y de los gasoductos que atraviesan las aguas marítimas palestinas frente a Gaza. Israel concedió licencias de exploración para el yacimiento de gas sin explotar de Gaza, frente a la costa, poco después de iniciar la matanza genocida.
Laboratorio de exterminio
El último plan de Israel para crear, según sus propias palabras, un ‘campo de concentración’ dentro de Gaza, donde los civiles palestinos estarán confinados bajo estrecha vigilancia armada, se basará sin duda en asociaciones comerciales similares a las que hay detrás de los falsos ‘centros de distribución de ayuda’ que Israel ya ha impuesto a la población del enclave.
Al referirse a este fenómeno, Francesca Albanese definió a ese mosaico de empresas que se asocian con Israel como ‘un ecosistema que sostiene esta ilegalidad’. En una entrevista posterior, Albanese precisó: “El genocidio en Gaza no ha cesado porque es lucrativo. Es rentable para demasiadas personas”.
Esta circunstancia hace que Israel efectivamente funcione como la mayor incubadora de empresas del mundo, aunque en su caso no se limita a fomentar el fortalecimiento de empresas emergentes. En vez de eso, ofrece a las grandes corporaciones transnacionales la oportunidad de probar y perfeccionar nuevas armas, maquinaria, tecnología, procesos de recopilación de datos y automatización en los territorios ocupados. Estos avances van acompañados de una política de control social, vigilancia, encarcelamiento, limpieza étnica, opresión masiva y, ahora, el genocidio.