Yesey Pérez López (Granma).— Es 1929. Yan Qingbao, un campesino de 43 años, cava una zanja en sus campos. De repente, siente un sonido diferente al golpear una piedra. La levanta y queda sorprendido: frente a él hay un agujero con cientos de objetos de jade.
En Guanghan, localidad de la provincia de Sichuan, nunca se habían visto aquellas reliquias. Eran piezas de una factura completamente desconocida. Nadie las identificaba con los estilos de ninguna de las dinastías.
Según cuenta la historia, la relevancia de los hallazgos iniciales y otras apariciones posteriores, impulsó el inicio de las investigaciones. Los hitos arqueológicos se sucedieron en el sitio de Sanxingdui durante décadas, desde la propuesta y aprobación para llevar a cabo excavaciones en 1932, hasta las campañas que condujeron a descubrimientos realizados en 1951, 1958 y 1963 por diferentes equipos de arqueólogos.
Sin embargo, los giros definitivos en la comprensión de la importancia del lugar llegarían en la década de los años 80 del pasado siglo. En 1985 se propuso, por primera vez, la idea de que se trataba de la capital del Reino Shu. Un año después, luego de encontrar dos fosas de sacrificios, se estimó que tenía 5 000 años de antigüedad.
Paulatinamente, y gracias al trabajo científico realizado durante décadas, se confirmaban las sospechas: aquellos artículos que un día encontró Yan, y todos los que comenzaron a ser
desenterrados posteriormente, contribuyeron a reescribir la historia antigua de Sichuan y de China.
Esta trascendencia es posible entenderla desde dos perspectivas que han llevado a que las ruinas se consideren uno de los mayores hallazgos arqueológicos del siglo XX, y definan el lugar como centro cultural de una civilización de bronce única.
En términos numéricos: antes del descubrimiento se estimaba que Sichuan «solamente» tenía 3 000 años de historia. Sin embargo, ahora se sabe que el territorio acogió una civilización hace más de cinco milenios.
Además, Sanxingdui reveló que fueron muchos más los asentamientos que contribuyeron a la formación de la cultura china que los pensados inicialmente, lo que planteó nuevas interrogantes sobre las civilizaciones que dieron origen a la nación que conocemos hoy.
Llegados a este punto, el siguiente paso era evidente: allí era necesario un museo.

UN MUSEO TAN SINGULAR COMO SUS ORÍGENES
En 1997 abrió sus puertas el Museo de Sanxingdui, ubicado en una de las esquinas del sitio arqueológico. Se encuentra a poco menos de 40 kilómetros de Chengdu, la capital de la provincia de Sichuan. Un nuevo edificio fue abierto, en 2023, con un espacio de más de 54 000 metros cuadrados, cinco veces mayor que el inicial.
Se trata de una instalación singular, y este no es un calificativo dado a la ligera. Sus interiores emplean materiales que recuerdan elementos de la tierra, mientras que la iluminación distingue zonas y contribuye a realzar el brillo de piezas metálicas y de jade.
¿Evocación al pasado? Sí. ¿Ambiente moderno? También. El empleo de recursos audiovisuales e inmersivos aporta nuevas formas de comprender la colección y su importancia.
Su exposición principal, Despertando después de milenios, incluye áreas permanentes con nombres evocadores: «Persiguiendo sueños en el siglo», «Capital majestuosa», «Celestial, terrenal, humana y divina». También existen una sala de experiencia interactiva y exposiciones transitorias.
La muestra incluye una amplia variedad. Las máscaras de bronce y oro, de ojos saltones, son uno de los principales símbolos del sitio. Sus dimensiones varían, pero en todos los casos transmiten una sensación de presencia que observa –con extrañeza quizá– el paso de los visitantes que no dejan de tomar fotografías.
El misterio de la exposición se enriquece con piezas como el Gran Hombre de Bronce, escultura de más de 2,60 metros que representa una figura humana, con vestidos singulares y cuyas manos hacen creer que en algún momento sostuvo algún objeto, perdido en el tiempo. Recursos audiovisuales permiten conocer sus diferentes partes, lo que facilita la comprensión y crea nuevas preguntas sobre sus orígenes.
También se destaca el Árbol Sagrado de Bronce No. 1, de casi cuatro metros de altura, nueve ramas en tres niveles y con aves posadas en cada fruto. Se considera que simboliza las conexiones entre lo divino y lo terrenal. En la actualidad, como un símbolo de Sichuan, se encuentra replicado en esculturas y emblemas culturales que honran los orígenes milenarios de la región.
De acuerdo con datos oficiales, más de 50 000 artículos han sido encontrados en los más de 12 kilómetros cuadrados del área de excavaciones. Como es de suponer, no todos están en exhibición. Actualmente, más de 1 500 se encuentran en las salas permanentes y otros forman parte de las exposiciones transitorias.
Visitar este museo es abrir una puerta a nuevas interrogantes que surgen desde ese pasado que no alcanzamos a entender totalmente y que llega, con cierto misterio, hasta nuestros días.
Entre los amplios pasillos y salas con iluminación enigmática, yacen los objetos que una vez estuvieron en la tierra de Sanxingdui. Hoy se muestran detrás de las vitrinas. Son un recuerdo de que un día todo puede cambiar: el pasado despierta y otras civilizaciones que nos antecedieron toman su lugar en la Historia. Poco importa que no hayamos tenido hasta ese momento ni la más humana sospecha sobre su terrenal y, al mismo tiempo, celestial existencia. Allí estuvieron. Aquí están.
