Lo que hay entre la A y la B en el caso de Venezuela

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Pasando un poco del Este, vuelvo al Oeste con el tema de Venezuela. Tras el revuelo por el «éxito magnífico» del hundimiento de la supuesta lancha de narcotraficantes -y eso, en sí, ya da qué pensar-, como dijo Trump, hay un periodo de calma. Es el momento de analizarlo.

 

Trump, caprichoso y voluble, realizó fuertes declaraciones sobre su intención de «usar la fuerza» para poner fin a las actividades de los cárteles de la droga a quienes vinculó con la dirigencia de Venezuela y, de forma concreta, bajo la responsabilidad de Maduro. En el estilo habitual de los matones, ofreció una suculenta recompensa monetaria por su captura (nota al margen: desde ahora mismo, ofrezco 1 euro por la captura de cualquier descerebrado europeo que nos gobierna, así como 1 céntimo de euro por la de cualquier descerebrado que apoya a estos descerebrados; más cantidad me sería imposible aportar como recompensa dada la gran cantidad de unos y otros que existen). Eso es una absoluta tontería, como casi todo lo de Trump, pero esa tontería va acompañada del envío de fuerzas navales y del famoso hundimiento.

No es nuevo, pero tenemos muy mala memoria, como buenos europeos. Ya en 2020 pasó algo similar y EEUU se la tuvo que envainar hasta el extremo de que con Biden pareció que iba a haber si no un cambio en la tradicional agresión a Venezuela, sí un relajamiento o flexibilización. Pero volvió Trump y volvieron las agresiones al mayor nivel, como las de ahora. La diferencia con entonces es que también aquí hay una «coalición de los dispuestos» como la hay con el país 404, antes conocido como Ucrania. Y, al igual que la «coalición de los dispuestos» europea, la de aquí es de risa: Trinidad y Tobago, Guyana, Ecuador, Argentina y Paraguay. El papel de estos es proporcionar bases de abastecimiento y seguridad para los buques y aviones de EEUU, especialmente los primeros. Pero lo más interesante es lo que está ocurriendo en Puerto Rico y en Curazao, donde se sabe que hay aeronaves equipadas con sistemas de guerra electrónica, ineficaces en la lucha contra el narcotráfico pero muy útiles para suprimir los sistemas de defensa aérea de Venezuela.

Esto es lo que denomino el «plan A», pero como Venezuela ha contraatacado movilizando a la milicia y no dejándose amedrentar, no hay a la vista un «plan B». El por qué no lo hay es lo que intentaré explicar. Y es porque hay dos países, Brasil y Colombia, que siendo críticos furibundos de Maduro (recuerdo que Brasil se opuso al ingreso de Venezuela en los BRICS) han manifestado de forma expresa su oposición al envío de los barcos. Sin su consentimiento, y más en unos momentos en los que Brasil está muy mosqueado con Trump por el apoyo de este a Bolsonaro, no se va a hacer nada de nada. Es decir, no hay ninguna posibilidad de agresión directa a gran escala salvo un intento «a lo iraní» para quedar bien y proclamar victoria.

Pero entre el «plan A» y el «plan B» hay un movimiento muy interesante. Y puede que ese movimiento sea en realidad el «plan B» de Trump. Su táctica habitual, si es que hay una táctica en las volubilidades de un loco, es amenazar con la fuerza y tras alcanzar un pequeño acuerdo retirarse proclamando victoria. En este caso, lo que ya se está viendo es que hay entre bambalinas un tema de negociación: el acceso a gran escala por parte de EEUU del petróleo venezolano (hay negociaciones con Chevron) a cambio de un distanciamiento de China (que también tiene intereses petroleros en el lago Maracaibo). Como es lógico, la primero es posible y factible, no así lo segundo si Venezuela mantiene su interés en sumarse al nuevo mundo que ya está en marcha e incorporarse a los BRICS o a cualquier otra plataforma multilateral.

Aquí estamos ahora. El hundimiento del barquito en cuestión, si es que se produjo realmente, conlleva alguna pregunta interesante: ¿de verdad los narcotraficantes son tan imbéciles como para enviar un cargamento justo en ese momento, con un montón de barcos controlando la zona? No solo es suicida, sino ilógico.

Un conflicto militar en estos momentos es una posibilidad muy remota. EEUU está alardeando, como siempre, y lo único en lo que puede desembocar todo esto es en una acción demostrativa al estilo de Irán. Y el por qué de esa posibilidad muy remota es el factor disuasorio tanto de China como de Rusia. Aunque hay que matizar: en 2019, cuando se anunciaba la crisis que tuvo lugar un poco más tarde, en el 2020, Rusia sí actuó con celeridad y claridad enviando misiones militares de alto rango a Venezuela, cosa que ahora no ha hecho. Algo parecido hizo China, y tampoco ahora lo ha hecho. Lo único han sido fuertes declaraciones de condena por la acumulación militar estadounidense. Tal vez confían en que no es más que otra fanfarronada de Trump. Pero con un tipo tan caprichoso y voluble, especular no es bueno.

Tras el fracaso del intento de asesinato de los negociadores de Hamás en Qatar por parte del IV Reich sionista, antes conocido como Israel, y el estancamiento en el país 404, ese que iba a solucionar en 24 horas, Trump necesita algún triunfo para abastecer a su clientela. Aunque con el asesinato de uno de sus más cercanos colaboradores, ahora la cosa le tiene entretenido arremetiendo contra los demócratas. Esto, en sí, es interesante porque o aprovecha el caso para unificar todo el movimiento que lo impulsó a la presidencia -y sanea definitivamente el estercolero que es EEUU y el llamado «estado profundo»- o se acabó su presidencia. Y si no lo consigue, solo le queda la política exterior a corto plazo y Venezuela es un buen argumento momentáneo.

El Lince

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