Juan Luis Corbacho (Unidad y Lucha).— Hemos visto que corrupción y capitalismo van de la mano, hasta llegar a la conclusión de que la corrupción es inherente al capitalismo. Pues bien, para no llamar a las cosas por lo que son y suavizar la nomenclatura, ahora hablan de capitalismo clientelar (a menudo relacionado con los términos «crony capitalism» en inglés o «capitalismo de compadres») que no es un sistema económico teórico, sino una perversión o distorsión del capitalismo de libre mercado (perdón que pienso en los libertarios y se me escapa una risa). Se refiere a una situación en la que el éxito empresarial depende más de las relaciones estrechas y corruptas entre los ejecutivos de empresas y los funcionarios del Estado que de la innovación, la competencia leal y el mérito en el mercado.
El capitalismo clientelar surge cuando el Estado es demasiado grande en sus funciones intervencionistas (y por tanto, capturable) pero demasiado débil en su función de hacer cumplir la ley de manera imparcial.
El capitalismo clientelar se manifiesta a través de varias prácticas:
Captura del Estado: Las grandes corporaciones o grupos de interés influyen en la creación de leyes, regulaciones y políticas públicas a su favor, «capturando» a los legisladores y reguladores.
Privatización de ganancias y socialización de pérdidas: Las empresas obtienen grandes beneficios gracias a favores del Estado (como contratos jugosos o monopolios garantizados). Sin embargo, cuando estas mismas empresas fracasan debido a malas decisiones, a menudo el Estado las rescata con dinero de los contribuyentes.
Clientelismo y Nepotismo: Se otorgan contratos, licencias y favores no al mejor postor o a la empresa más eficiente, sino a los «amigos», familiares o socios políticos de quienes están en el poder.
Regulaciones hechas a la medida: Se diseñan normas técnicas, estándares o requisitos legales que aparentan ser para el bien público, pero que en realidad están pensadas para beneficiar a una empresa o sector específico, dificultando que nuevos actores entren en el mercado.
Corrupción directa: Sobornos, pagos encubiertos y financiamiento político opaco a cambio de decisiones favorables.
Dentro de este mercado amañado, está la quinta esencia del capital: el beneficio es el rey. La tasa de ganancias se ha de mantener de cualquier forma y en la época actual de imperialismo eso supone la existencia de oligopolios y monopolios donde se juega con ventajas frente a la supuesta competencia y se acaba transfiriendo riqueza de los contribuyentes y consumidores a las élites económicas. Esta fase ya estudiada por Lenin tiene también como característica el freno del crecimiento económico y la innovación, creando un aumento de la desigualdad y un círculo vicioso donde el capital compra influencia política y la influencia política se usa para hacer más dinero.
Nada nuevo; si el fin del capitalismo es la búsqueda de beneficio sin límites, la contratación de directivos relacionados con la política es fundamental. El caso de las puertas giratorias en España es el ejemplo.
En esta situación estamos viviendo la externalización de costos, trasladando los daños (contaminación, malas condiciones laborales) a la sociedad para aumentar sus ganancias. La debilitación de las regulaciones laborales, de seguridad, ecológicas, etc. Y por último y lo más visible hoy en día con el tema de la vivienda: buscar rentas (rent-seeking) en vez de innovar y competir, invierten los recursos de las empresas en influir en los gobiernos para obtener privilegios especiales o rentas derivadas de productos ya terminados (subsidios, exenciones fiscales, contratos amañados, el alquiler como único negocio, etc.)
En resumen, el capitalismo clientelar no es más que CORRUPCIÓN con un nombre más moderno.
En la teoría capitalista (a la que se suma la socialdemocracia de Garzón y sus compinches), un mercado verdaderamente libre y competitivo castigaría la corrupción: los consumidores premiarían a las empresas éticas, y las empresas corruptas perderían reputación y clientes. Para que esto suceda, se necesitan instituciones fuertes e independientes que actúen como contrapesos al poder del capital: Un Estado de Derecho sólido, un poder judicial independiente que aplique la ley por igual a todos; reguladores técnicos y transparentes; prensa libre e investigativa; ciudadanos informados que exijan rendición de cuentas (perdón, es que me da la risa). Todo este mundo de pin y pon ya está resuelto por el sistema económico socialista.
Solo el pueblo organizado en el partido podrá salvar al pueblo.