La verdadera mentira

Publicado:

Noticias populares

Eduardo Uvedoble (Unidad y Lucha).— Guerra, sobreexplotación y autoritarismo. Estos son los ejes fundamentales de la agenda política de la oligarquía. Y son aplicados por los gobiernos de turno, sean los que sean, de una u otra tendencia, no importa su color, tan solo que dispongan de la legitimidad necesaria que el relato del poder les pueda proporcionar, es decir, que la narrativa del contexto facilite su objetivo final. Moderados, liberales, progresistas, conservadores, de extrema derecha, derecha antiinmigración, posfascistas, neofascistas o como se les quiera llamar, todos ellos aplicarán la agenda de violencia y represión con las que garantizar el poder oligárquico.

Desde hace más de una década, tras el último crack financiero, cuando se hace ya patente el carácter general de la crisis del capitalismo, el modelo entró en una fase de irreversible decadencia que solo puede enfrentar con más violencia y depredación, si cabe. Ha hecho falta adecuar la representación política y, más aún, la subjetividad dominante, para dar así cobertura a la guerra, el genocidio, la represión, la sobreexplotación, la liquidación de derechos y, naturalmente, sus necesarias consecuencias: la caída del nivel de vida, las crisis humanitarias y medioambientales, etc. Si tras el 2008 todo era reformular el capitalismo, durante la siguiente década, poco a poco, y no siempre con el mismo éxito, pero sí con mucha eficacia, hemos llegado, actualmente, al escenario deseado de extrema derechización de la política y fascistización sociológica. Finalmente, estamos instalados en un espectro más autoritario, funcional y disciplinado con los intereses del imperialismo occidental dominante.

Por un lado, políticamente, se ha pasado de los neoconservadores y los socialiberales de principios de siglo —los Bush y Blair de entonces—, al pragmatismo y fascismo de ahora, que mediante llamadas de alarma nos sitúan en un continuo “o nosotros o el caos (que también somos nosotros)”. Por otro lado, sociológicamente, si hace 20 años llevar una banderita de España era algo rancio y de fachas, hoy está bastante normalizado. Así, por ejemplo, en el Reino Unido posbréxit, conservadores y laboristas se afanan en cumplir con las políticas antisociales que demanda la oligarquía, mientras alertan del Reform UK de Nigel Farage. En Francia, el macronismo, que absorbe el antiguo bipartidismo galo, hace lo mismo alertando sobre el Frente Nacional de Le Pen. En Alemania, lo mismo con la Alianza por Alemania de Alice Weidel y aquí, ya sabemos. En otros escenarios, la narrativa del contexto ya ha hecho que la ultraderecha sea la gestora política de la oligarquía. Claro que también están los Corbyn, Mélenchon o Bernie Sanders de turno, aquí tenemos a Podemos haciendo que se echa al monte, intentando redimirse de todo el posibilismo tacticista y revisionismo posmoderno que lo anuló. Lo cierto es que esta socialdemocracia radicalizada, tipo la Francia Insumisa, Podemos o Die Linke, tan agitada como aprensiva hacia los posicionamientos de clase coherentes, es igualmente funcional al juego de “peligro que vienen los extremos”. Es un juego tan perverso como perfecto: de un modo u otro, todos hacen que la oligarquía gane. Con la alarma y el miedo se aplican las políticas más reaccionarias que necesita el imperialismo en esta fase de crisis general. Mientras alertan del auge fascista, aplican recortes, presupuestos de guerra, privatización de los servicios públicos, destrucción de los derechos sociales, se prohíben protestas, se reprimen manifestantes, se detienen sindicalistas, e implementan las políticas antiinmigración. La frustración de la clase obrera aumenta, las posiciones desclasadas se refuerzan y de la alarma se pasa al miedo al extranjero, a la feminista, al antifascista, miedo a que un otro imaginario te robe tu imaginario bienestar.

Ahora bien, este es un juego muy peligroso. Si la extrema derechización de la política borra las diferencias reales entre liberales pragmáticos y neofascistas, si Abascal o Sánchez, o Meloni o Starmer, son por igual peones del imperialismo y sus diferencias son más retóricas que reales. Esto no ocurre igual a nivel social, la subjetividad fascistizada que se está generalizando no es retórica, al contrario, es muy real, y hace que se normalice el horror, la deshumanización del otro, del extranjero, del pobre, de la mujer, el negacionismo medioambiental, patriarcal, y sobre todo, del valor de lo colectivo, también la justificación del genocidio, del saqueo colonial de los recursos, el desprecio hacia lo público, etc. En resumen, es lo que hace que personas normales, sin saberlo, se comporten como fascistas.

He aquí la terrible verdad de toda esta mentira, tras el mentiroso juego del “o nosotros o el caos (que también somos nosotros)”, está la verdad de un fascismo interiorizado. Los axiomas básicos del modo de este pensar reaccionario, que van desde el “todos los políticos son iguales”, pasando por el “ya no se puede hablar de nada”, hasta el “hay demasiados extranjeros”, se generalizan y logran, finalmente, que tu abuelita simpatice con Desokupa.

La fascistización, en este sentido, no es tanto una nueva política como sí un ajuste ideológico, la formación de una subjetividad funcional a la violencia que el imperialismo debe emplear en esta fase de depredación por descomposición. Ya no hace falta movilizar a las masas con camisas negras, azules o pardas, hoy se las desmoviliza en el mudo digital, con retórica sexista y del “self-made man”, del ser un bro de alto valor y proveedor, o ser una mujer tradwive, anti 50/50, que aspira a ser la reina de un hogar lleno de lujo y ostentación de éxito. Este pensamiento fascistizado, que ya atraviesa las fronteras de la clase, el genero y la raza, porque ya es posible encontrar a hombres y mujeres racializados de clase obrera asumiendo estos patrones, a diferencia de épocas anteriores, en las que se buscaba una movilización política de masas al servicio de una oligarquía disfrazada de pureza racial o espiritual, hoy, aparentemente, no promueve un orden nuevo. Lo que propone es ser antisistema, romper con la corrección política y moral que impide que el hombre de valor se realice, así, cuanto más individualista, y mayor sea el culto al lujo y al éxito, más autoexplotación y más sumisión a los valores de la oligarquía.

DEJA UN COMENTARIO (si eres fascista, oportunista, revisionista, liberal, maleducado, trol o extraterrestre, no pierdas tiempo; tu mensaje no se publicará)

Por favor ingrese su comentario!
Por favor ingrese su nombre aquí

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.

Últimas noticias

Putin condecora al expresidente Medvédev en su 60 cumpleaños

El exmandatario ruso y líder del partido gobernante Rusia Unida y vicepresidente del Consejo de Seguridad nacional, Dmitri Medvédev, fue condecorado por el presidente Vladimir Putin en ocasión de su cumpleaños 60.

Le puede interesar: