Marcos M. Rodríguez Pestana (Unidad y Lucha).— El 4 de septiembre el presidente francés, Emmanuel Macron, ha anunciado que 26 de los 35 países que forman la llamada Coalición de Voluntarios por Ucrania se han comprometido a desplegar tropas o a «estar presentes en tierra, mar o aire» para reforzar las garantías de seguridad a Kiev. El anuncio se ha producido al término de una reunión de la Coalición de Voluntarios junto al presidente ucraniano, Volodímir Zelenski.
Macron ha subrayado que la iniciativa no busca una confrontación directa con Moscú, sino enviar una señal inequívoca de respaldo. «No pretendemos ninguna guerra con Rusia. El objetivo de esta fuerza es garantizar la paz, prevenir cualquier nueva gran agresión e implicar a 26 países en la seguridad duradera de Ucrania», ha afirmado en la rueda de prensa. Sin entrar en detalles, Macron ha señalado que los miembros de la Coalición de Voluntarios han confirmado «lo que estaban dispuestos a hacer, cada uno en su función, complementándose mutuamente». En lo que concierne a Estados Unidos, ha informado que «en los próximos días» se va a concretar su apoyo a las garantías de seguridad para Ucrania, que se vendrán a sumar a las que ya han decidido los miembros de la coalición.
Como no podía ser de otro modo Zelensky ha agradecido el compromiso de los aliados recalcando que la seguridad de su país depende de la “implicación activa” de la comunidad internacional. Paralelo a las afirmaciones de Zelensky, la viceministra de Asuntos Exteriores de Ucrania, Mariana Betsa, afirmó en la ONU que Ucrania precisa de una “misión militar de aliados sobre el terreno” para hacer frente a la invasión rusa o, de lo contrario, la guerra continuará.
Recordemos que ya el 13 de agosto el presidente Macron, el primer ministro Starmer y el canciller Merz copresidieron una reunión virtual de un grupo de dirigentes de la «coalición de los dispuestos», con la participación del presidente Zelenski y el vicepresidente Vance, con vistas a la reunión de los presidentes Trump y Putin en Alaska donde “celebraron” los esfuerzos del presidente Trump por detener las muertes en Ucrania, poner fin a la guerra de agresión de Rusia y conseguir una paz justa y duradera, señalando con claridad que la vía hacia la paz en Ucrania no se puede decidir sin Ucrania, y que es necesario mantener un enfoque que combine la diplomacia activa, el apoyo a Ucrania y la presión sobre Rusia. Una solución diplomática debe proteger los intereses vitales de Ucrania y de Europa en materia de seguridad, reiterando que las negociaciones sólo pueden ser fructíferas si se producen en un contexto de alto el fuego o de cese de las hostilidades duradero y apreciable, reforzando las sanciones e imponer medidas económicas más generales para ejercer presión sobre su economía de guerra. Las fronteras internacionales no pueden modificarse por la fuerza, señalando que Ucrania debe disponer de garantías de seguridad sólidas y creíbles para defender eficazmente su soberanía y su integridad territorial. Rusia no puede poner veto a la vía de Ucrania hacia la UE y la OTAN.
La presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, que en su primer mandato aprovechó con éxito la potencia de un eje franco-alemán liderado por Macron y la canciller Angela Merkel, lleva meses varada, incapaz de adoptar ninguna iniciativa política de altura. La renovación de su mandato en 2024 coincidió con el ascenso de las fuerzas euroescépticas y ultraderechistas en el Parlamento Europeo, lo que ha mermado los apoyos con los que contaba. Y las elecciones anticipadas en Alemania y el cambio de gobierno dejaron a von der Leyen a la espera de un impulso político que no ha acabado de llegar y que con Macron en caída libre probablemente ya nunca llegará. Precisamente Francia ve como su “África francófona” se le subleva y ya no se deja explotar sin tasa por la metrópoli a la vez que necesita reactivar su complejo militar-industrial. ¡Le hacen falta tropas y que la UE forme un “ejército supranacional” a la vez que le compre armas!
La posibilidad de que Francia, la segunda potencia de la Unión, se vea sumida en una grave crisis económica y de deuda similar a la de Grecia, y que acabe con un gobierno abiertamente hostil a Bruselas presidido o tutelado por Marine Le Pen, ya no se ve en la capital comunitaria como un escenario remoto o inverosímil. La única duda que queda ya en Bruselas es calibrar el potencial devastador de un gobierno euroescéptico en París, con las apuestas señalando en diversas direcciones.
La llegada de Donald Trump por segunda vez dejó a la UE en un peligroso callejón sin salida del que no sabe cómo salir. Europa se encuentra tan desarbolada que ya se conforma con el mal menor, como dejó claro von der Leyen en la primera derrota frente a EE.UU. en la guerra comercial lanzada por Trump aceptando sin rechistar los aranceles del 15% decididos arbitrariamente por el estadounidense y su principal argumento para defender el acuerdo es que otros países han soportado un trato aún peor. La humillación ante Trump también abarca el terreno humanitario, con una Comisión en silencio ante las atrocidades cometidas por el Gobierno israelí en Palestina con el beneplácito de Washington. La Unión tampoco es capaz de plantar cara al presidente ruso, Vladímir Putin. Los aliados europeos más arrojados solo están dispuestos a desplegar tropas en defensa de Ucrania si EE.UU. les garantiza que les protegerá de un posible ataque ruso. Y ante el presidente chino, Xi Jinping, Bruselas es incapaz de articular una posición propia y firme, atenazada por el temor de las represalias de Trump si se acerca a Pekín y asustada ante el creciente poderío del gigante asiático.