La industria de guerra sangra al Pentágono

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Vista del edificio del Pentágono. | SOPA Images Limited / Legion-Media

Reducir la burocracia, reformar las adjudicaciones para hacerlas más eficientes y acabar con la práctica de dar cheques en blanco a los contratistas de defensa… Recién nombrado Secretario de Defensa en 2001, Donald Rumsfeld criticó la excesiva burocracia del Pentágono y denunció el despilfarro de fondos públicos. Eran frases para la galería: nunca implementó las reformas que prometió.

Más tarde, Obama volvió a la carga. “Estamos gastando dinero en cosas que no necesitamos y estamos pagando más de lo necesario”, declaró en 2009, y aseguró que “la era de dar cheques en blanco a los contratistas de defensa ha terminado”.

La charlatanería continuaba; no cambio nada. El M10 Booker, concebido como un tanque “ligero”, se convirtió en una chatarra de 42 toneladas que no se podía transportar en un avión C-130J Hércules. El Booker es un ejemplo de chapuza muy poco “ligera”.

El año pasado un informe de inspección del Pentágono determinó que Boeing había cobrado de más aproximadamente un millón de dólares por ciertas piezas destinadas al mantenimiento de los aviones de transporte C-17. El precio pagado por simples tapones de protección contra el polvo y la humedad era cincuenta y cinco veces mayor que para otro cliente cuaquiera.

Recientemente el ejército informó que pagan 47.000 dólares por un botón de control de pantalla para un helicóptero Black Hawk, cuando se podía encontrar uno por tan solo 15 dólares. Sale mucho más barato acudir a la ferretería de la esquina.

Es un saqueo del dinero público en el que tanto unos (los vendedores) como otros (los compradores) participan. A diferencia de cualquier otro cliente, los ejércitos tienen fama de ser muy poco exigentes con lo que compran.

“Quisiera hablarles de un adversario que representa una amenaza, una amenaza muy seria para los Estados Unidos de América. Este adversario es uno de los últimos bastiones mundiales de la planificación centralizada: la burocracia del Pentágono”, declaró su máximo dirigente Pete Hegseth la semana pasada, dirigiéndose a los empresarios de la industria de guerra.

“Nuestro objetivo es construir, reconstruir el arsenal de la libertad”, porque “estamos viviendo un momento como el de 1939, o, con suerte, como el de 1981. Un momento de emergencia. Los enemigos se están reuniendo, las amenazas se intensifican”, añadió.

Hegseth pretende crear una “Unidad de Producción para Tiempos de Guerra” para agilizar los procesos de adquisición. La actual central de compras, dijo, “se mueve a la velocidad del papeleo, no de la guerra”. Será disuelta.

“Necesita casi un año entero solo para aprobar un documento. Para cuando lo sellan, probablemente ya esté obsoleto. Las amenazas cambian y las necesidades de los combatientes evolucionan”, añadió.

Fuente: mpr21.info

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