Ángeles Maestro.— A las 24 horas de hacerse público el Plan de Paz de Trump para Ucrania, Zelenski dirige un mensaje a su pueblo en el que prácticamente anuncia que EE.UU. le ha dado un ultimátum: “o la pérdida de dignidad o el riesgo de perder un socio clave; 28 puntos complicados o un invierno extremadamente duro”1. Del conjunto del mensaje se deduce que “por duro que sea”, peor sería no aceptarlo.
En este sentido la difusión de las informaciones, precisamente ahora, sobre la corrupción de la cúpula de poder en Ucrania, Zelenski incluido, cuando es un hecho bien conocido desde hace años, ha servido de chantaje político para volcar las voluntades de la cúpula de Kiev hacia el acuerdo.
Acerca de la posición de Rusia no hay ningún misterio. Sus líneas rojas son las que planteó en Estambul en 2022 y que viene repitiendo desde entonces como objetivos innegociables de la Operación Militar Especial: protección de la población del Donbass y demás comunidades de lengua y cultura rusa, y desmilitarización, neutralidad y desnacificación de Ucrania. Todo ello en el marco de garantizar la seguridad de Rusia cercada militarmente de forma progresiva por la OTAN desde la desaparición de la URSS en 1991.
A pesar del silencio cauteloso del Kremlin ante la propuesta, o precisamente por eso, es evidente que el plan responde a lo acordado entre Putin y Trump en Alaska en su reunión del pasado mes de agosto.
Tanto entonces como ahora, ni Ucrania ni la UE han participado en la negociación; se les ha colocado ante hechos consumados.
El acuerdo pone a la UE en una situación especialmente complicada por cuanto el eje central de su política gira en torno a la prolongación de la guerra en Ucrania “hasta el último ucraniano”, al tiempo que se arma hasta los dientes para una guerra de la OTAN contra Rusia en plazo de pocos años. En realidad, uno de los ejes de esa estrategia es inyectar cantidades descomunales de dinero público a la industria armamentística, intentando así paliar la desindustrialización que asola a la UE. El otro es la militarización y la intensificación de la represión de unos pueblos que empiezan a rebelarse ante el paro creciente y el deterioro de sus vidas, y a apuntar con huelgas generales contra la economía de guerra.
Para justificar semejante desatino se ha puesto en marcha una asfixiante propaganda de guerra basada en la demonización de Rusia. Ayer mismo, Andrius Kubilius, Comisario de Defensa de la UE, afirmaba que en “dos años o tres Rusia podría atacar aeropuertos españoles y afectar gravemente al turismo”2; y hace dos días el Jefe de Estado Mayor de Francia declaraba que la población debía prepararse para ver morir a sus hijos en la guerra contra Rusia3.
No cabe duda de que el Plan de Paz en Ucrania es un poderoso torpedo en la línea de flotación de la UE. El hundimiento de la cotización en bolsa de las empresas de armamento refleja la gravedad del asunto. La Comisión Europea y sus gobiernos se quedan sin el argumento central de que “Rusia nos va atacar a todos” con lo que justificaban la prioridad absoluta de la “seguridad” por encima de las pensiones, los servicios públicos, el trabajo o incluso la vida de los jóvenes.
Pero, ¿qué razones hay para que Estados Unidos haya presionado decisivamente a Ucrania para la implementación de un Plan de Paz que, en líneas generales, acepta los objetivos fundamentales de Rusia?
Desde luego nada tienen que ver con el supuesto pacifismo de un Trump dispuesto a ganarse el año próximo el premio Nobel de la Paz.
Las razones son las siguientes:
La primera es la constatación de la victoria clamorosa de Rusia en el frente de batalla a pesar de las ingentes cantidades de armamento, instructores militares y tropas especiales suministradas por la OTAN. Contra esta evidencia, el régimen de Kiev y la UE han estado inventando “victorias”, repetidas como loros por los medios de comunicación. Necesitaban esas mentiras, los de Zelenski para seguir recibiendo dinero, y la UE, para justificar esas mismas transfusiones de armas y de fondos públicos.
La segunda es que EE.UU, inmerso en una gravísima crisis económica, no puede seguir manteniendo a costa del presupuesto público el apoyo militar y económico a una guerra que no sólo no le conviene sino que, como veremos más adelante, contraviene sus intereses. Por otro lado, el negocio de su complejo militar-industrial está bien asegurado con una UE que ya se ha comprometido con Trump a comprar masivamente armas a la industria militar norteamericana. Si las usan o no, no es su problema.
La tercera es la que probablemente ha presionado más directamente para acabar con el conflicto a la mayor brevedad posible. Trump, como los gobiernos de la UE, es la terminal política de los intereses de las grandes multinacionales. La diferencia es que EE.UU tiene la capacidad de someter a la UE e imponer sus objetivos.
Una vez garantizados los beneficios de las grandes armamentísticas norteamericanas con los presupuestos europeos, los grandes fondos de inversión se aprestan a lanzarse sobre Ucrania.
Unos, como Blackrock, para “reconstruirla”. ¿Recuerdan Iraq?
Otros son propietarios de grandes extensiones de tierras en Ucrania cuya explotación no se compagina bien con la guerra. En este informe4, “se identifica a muchos inversores destacados, entre ellos Vanguard Group, Kopernik Global Investors, BNP Asset Management Holding, NN Investment Partners Holdings, propiedad de Goldman Sachs, y Norges Bank Investment Management, que gestiona el fondo soberano de Noruega. Varios grandes fondos de pensiones, fundaciones y dotaciones universitarias estadounidenses también han invertido en tierras ucranianas a través de NCH Capital, un fondo de capital privado con sede en Estados Unidos”.
Grandes multinacionales como Bayer-Monsanto, Cargill o Dupont tienen grandes intereses en la producción de semillas, pesticidas y fertilizantes.
Finalmente, EE.UU y Ucrania firmaron en julio pasado un acuerdo para la explotación de minerales estratégicos por parte de empresas de EE.UU. Con esa finalidad se creó un Fondo Común de Inversiones, con dotaciones económicas de ambos países, destinado a favorecer inversiones de empresas norteamericanas. Este acuerdo sobre “tierras raras”, clave para EE.UU, serviría como “reembolso” de los miles de millones de dólares transferidos por Washington a Ucrania.
Los datos anteriores explican con claridad que la fracción dominante de la oligarquía imperialista considera que, hoy por hoy, es un negocio más interesante vampirizar los recursos ucranianos, para lo cual necesitan que los misiles rusos dejen de caer sobre las infraestructuras ucranianas, que continuar la guerra. Su representante político, la administración republicana, ha jugado así también el papel de quitarse posibles competidores europeos, como Polonia, interesados en un supuesto reparto de Ucrania.
22 de noviembre de 2025
1 Mensaje de Zelenski al pueblo: Este es uno de los momentos más difíciles en la historia de Ucrania
3 https://www.france24.com/es/francia/20251120-frente-a-los-alcaldes-de-francia-el-jefe-del-estado-mayor-prepara-a-la-poblaci%C3%B3n-para-la-guerra
4 https://www.oaklandinstitute.org/sites/default/files/files-archive/takeover-ukraine-agricultural-land.pdf

