Alejandro Sánchez. Como son las cosas…

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¿Revolución socialista en Estados Unidos?

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En un artículo anterior analizábamos noticias donde se exponía el supuesto auge del socialismo en Estados Unidos.

 

Nos planteábamos la pregunta de si fuera posible tal cosa como colofón de la grave crisis política que los afecta, que no es más que la crisis final del capitalismo en el país que se convirtió en su principal baluarte.

Ahora, ¿es una posibilidad?

Para eso nos debemos a Marx y Lenin.

Lo primero es alcanzar cierto grado de desarrollo de las fuerzas productivas lo que lleva a la catalización de las contradicciones. Indudablemente, Estados Unidos es un país con notable desarrollo pero ya vimos que el genio alemán no acertó con la posibilidad de que fuera una de las cunas de la revolución proletaria… profundicemos en esto más adelante.

Porque la segunda condición es la toma de conciencia de clase, ser consciente de tu explotación por el sistema y desear cambiarlo. Es la catalización de las contradicciones que generan las formas capitalistas entre empleados y empleadores, entre proletarios y capitalistas.

La tercera condición sine qua non, es la existencia de un partido aglutinador de las masas proletarias. Y aquí invertiremos el orden de los factores.

Retomando palabras de un estudioso cubano del tema: la necesidad de la fuerza dirigente de la revolución es tema político e ideológico central. Según Lenin: el partido era la conciencia y el honor de nuestra época. Fidel lo resumió con otras palabras, pero en la misma línea: el partido es la conciencia vigilante en lucha por alcanzar los objetivos y combatir nuestros errores.

En Estados Unidos existen alrededor de 56 partidos más o menos funcionales. Incluidos 9 con el término socialista en su nombre, 2 partidos nazis y uno que se titula comunista. Este último solo alcanza una membresía de 20 mil militantes en una población de más de 330 millones (dato de 2020)

Lenin, en su estudio de la Revolución Rusa de 1905, planteaba que un partido en acción revolucionaria debe ser aglutinador de las masas, lo cual evidentemente no es el caso, y además saber definir la posición de clase, el interés de clase entre sus seguidores o las masas, lo cual… tampoco es el caso. El Partido Comunista de Estados Unidos, o no tiene una proyección activa hacia las masas o bien sus vindicaciones no responden al interés de estas.

¿Pero es necesario un partido? Juzgue usted; los movimientos obreros a finales del Siglo XIX, la Gran Depresión, la lucha por los derechos civiles, contra la guerra en Vietnam, los varios disturbios raciales en Los Ángeles, Black Lives Matter, las protestas pro-Palestina… ni siquiera el meteoro social que fueron las luchas civiles entre los 50s y 70s, fructificaron como movimientos revolucionarios.

Lenin decía en 1909: «los intelectuales sin las masas nunca han tenido ni tendrán medios de lucha parlamentaria ni extraparlamentaria de importancia». Y esa es la situación del Partido Comunista en Estados Unidos y otros partidos de tendencia socialista.

Sea por su proyección limitada al discurso o por la acción coercitiva del sistema (ejemplos de la acción de la CIA y el FBI sobran: asesinatos físicos como los de Malcom X y King, asesinatos ideológicos como los de los Black Panther, y hasta culturales, como hicieron con el movimiento pacifista trastocándolo a hippie), estos partidos no tienen una acción revolucionaria real, no han ejercido la educación de las masas que, enajenadas incluso de sí mismas, de su identidad de clase, tampoco transitan hacia una situación revolucionaria.

¿Qué partidos ejercen el poder político en ese país, controlando los mecanismos de poder? El Demócrata y el Republicano. Los que, por supuesto, no se plantean para nada un cambio en el sistema y se sirven de la enajenación y alienación de las masas para reproducir sus condiciones de explotación a través de la súperestructura política, ideológica, religiosa, etc… pero sobre todo, cultural. Porque además el propio sistema legal y electoral solo beneficia en la toma del poder político a quienes ostentan el poder económico.

Y esto nos lleva al último punto, o primero: las fuerzas productivas, las masas, las contradicciones.

Estados Unidos, en su propio proceso de desarrollo capitalista, generó un fenómeno que Marx no vio y otros sí. El neoliberalismo «expulsó» a los proletarios de sus fronteras y con ellos las contradicciones de clase. La maximización de las ganancias (algo que si describió genialmente Marx), hicieron del «off shoring» una tendencia de la industria norteamericana (y una de las causas de su actual derrumbe económico y sistémico, también preconizado por Marx).

Pero exportar las industrias provocó que los obreros no estén en Ohio, Los Ángeles o Chicago, sino en las maquilas del sudeste asiático, África y Latinoamérica. Por eso Lenin advirtió poco antes de su muerte, en «Mejor poco, pero mejor», que el enfrentamiento final contra el capital sería el de los países pobres contra el imperialismo transnacional, cuando China, India y otras naciones del Sur se desarrollaran y rebelaran contra el orden establecido, superando la simple contradicción del obrero explotado contra su empleador.

La economía en Estados Unidos es básicamente de servicios y alta tecnología, de 3ero o 4to tipo, potenciando el emprendedurismo, el freelance, lo que no genera un proletariado clásico, ni siquiera formas de explotación que sean fácilmente identificables. La mayor parte de los trabajadores se aprecian a sí mismos como clase media, dueños de su propio negocio, o están tan precarizados que no pueden siquiera pensar en rebelarse contra sus mecanismos de explotación.

Y luego, están las propias condiciones de la materialidad: la misma sociedad norteamericana, donde un 63% de la población se autodefine blanca, de esta el 56% vota MAGA, y el 48% es protestante, los clásicos WASP o «No Urban White». Y de los 47 millones de latinos y 24 millones de asiáticos, solo vota el 10%, y la mayoría se desvive por insertarse en el «Sueño Americano».

Solo como botón de muestra podríamos ejemplificar con los cubanos, una emigración educada, que supuestamente migra por razones económicas y no políticas. De ellos votan alrededor de 800 mil, de los cuales el 74% votó por Trump en sus dos mandatos, el 55% se declara republicano y cuyo país de origen ocupa entre el 6to y 8vo lugar de sus prioridades. Tan es así que el 89% de quienes emigraron después de 2020 se quiere llevar a toda la familia de Cuba y más del 75% de quienes emigraron después de 1995, apoya las políticas represivas contra su patria de origen.

Y si esos son los cubanos que fueron educados por el socialismo, ¿qué podemos esperar de quienes han vivido toda su existencia bajo un macartismo institucionalizado?

No necesariamente las revoluciones ocurren donde existen crisis. Estas deben ser entendidas como tal por las masas y surgir la motivación para transformar esa situación. Y es ahí donde se necesita una fuerza dirigente que eduque, aglutine y dirija. Esa situación no existe hoy en Estados Unidos.

En 1921, Stalin citando a Lenin resumía lo anterior en 3 fases: Ganar a la vanguardia del proletariado para que se ponga del lado del comunismo. Ejercer la actividad revolucionaria o política para la toma del poder, y último, Mantener el poder. Una lección incluso para nosotros.

«La lucha política abierta obliga a los partidos a establecer relaciones más estrechas con las masas, pues sin tales vínculos los partidos no son nada» (Lenin, 7/1/1909).

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