Diálogo entre Krúpskaya y el Che Guevara

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El «Hombre Nuevo» del Che Guevara y la educación politécnica de Nadezhda Krúpskay se complementan, revelando que toda revolución auténtica es, en esencia, un proyecto educativo para transformar la conciencia

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Leidy Vanessa Moreno Benavides (Voz).—  Una revolución no solo cambia estructuras económicas; debe transformar la conciencia humana. Desde la Cuba del siglo XX hasta la Unión Soviética, dos figuras clave trazaron el camino para lograrlo a través de la educación.

Una revolución auténtica es, en esencia, un proyecto educativo. Sin una pedagogía que forme a las nuevas generaciones en valores de cooperación, pensamiento crítico y responsabilidad social, cualquier cambio estructural corre el riesgo de reproducir, bajo nuevas formas, los vicios del mundo que se busca superar. Bajo esta premisa se encuentran dos pilares fundamentales, aunque separados por el tiempo y el espacio: Ernesto «Che» Guevara en la Cuba del siglo XX y Nadezhda Krúpskaya en la estructuración de la Unión Soviética.

Ambos, desde sus respectivos contextos, identificaron la importancia vital de la educación para lograr dejar atrás los valores egoístas del sistema capitalista y dar a luz a un nuevo individuo consciente, solidario y plenamente integrado a su comunidad. La concepción del «Hombre Nuevo» del Che, lejos de ser una idea aislada, se ve reforzada y enriquecida al dialogar con las ideas pedagógicas de Krúpskaya, revelando una consonancia en la visión de la educación como práctica de la libertad y la transformación social.

El «Hombre Nuevo» del Che

Para el Che, el «Hombre Nuevo»  es entendido como la fuerza necesaria y contraria a la deshumanización inherente y propia al sistema capitalista. Este ideal no era solamente abstracto, sino un horizonte ético definido por características muy concretas.

En primer lugar, la conciencia social debía estar por encima de todo incentivo material. El Che argumentaba que el socialismo no podía construirse solo con «las armas melladas del capitalismo» como la ganancia individual, el afán de lucro entre otras, sino que debía fomentarse una moral donde el trabajo y el sacrificio se realizaran por el bien colectivo. Donde la educación y el ejemplo deben moldear una nueva subjetividad, y a su vez el “Hombre Nuevo”.

Promovía el trabajo voluntario como escuela pedagógica fundamental para lograr generar una conciencia, buscando derribar la barrera entre el trabajo intelectual y el manual participando regularmente en jornadas laborales. Su concepción era integral y humanista. El «Hombre Nuevo» no era solo un productor eficiente, sino un ser culto, técnicamente capacitado, pero también con un profundo sentido de la justicia y solidaridad internacionalista.

Krúpskaya: los cimientos pedagógicos y el comunismo

Como principal arquitecta del sistema educativo soviético, Nadezhda Krúpskaya desarrolló una teoría pedagógica que complementa y refuerza la visión del Che, plantea y persigue el objetivo de formar al «constructor del comunismo». «La técnica moderna requiere un obrero multifacéticamente desarrollado, poseedor de capacidad general de trabajo, preparación politécnica, capaz de operar cualquier máquina», escribió Krúpskaya.

El eje de su pensamiento era la educación politécnica. Krúpskaya se oponía a la educación libresca y abstracta, proponiendo en su lugar una escuela que vinculase el estudio teórico con el trabajo productivo. Los estudiantes debían comprender los fundamentos científicos de la producción moderna para desarrollar una comprensión integral del mundo que les permitiera poder elegir y actuar desde un entendimiento completo del mundo.

Enfatizaba el papel de la colectividad (el kollektiv) en la formación de la personalidad. Para ella, la escuela debía ser una comunidad autogestionada donde los estudiantes aprendieran, mediante asambleas y proyectos comunes, a organizarse y subordinar sus intereses individuales a los del grupo. Este aprendizaje de la democracia y la solidaridad en la práctica diaria es el caldo de cultivo perfecto para la «conciencia social» que el Che consideraba esencial.

De la ética a la práctica educativa

Al poner en diálogo estas dos figuras, la concepción del «Hombre Nuevo» del Che se ve reforzada de una forma pedagógica. Juntos trazan un mapa educativo donde la teoría y la práctica se funden. La educación trascendía las paredes del aula para ambos pensadores. El trabajo voluntario del Che representa la aplicación práctica de la educación politécnica de Krúpskaya. Ambos veían en la participación, la clave para la construcción de la sociedad, el método más eficaz para internalizar los valores socialistas. No se trataba de aprender sobre la solidaridad, sino de practicarla en contextos reales.

El «Hombre Nuevo» del Che, guiado por la conciencia, es el producto final de la escuela colectivista de Krúpskaya. Ella proporcionaba el cómo a través de la vida en comunidad donde se aprende que el bienestar individual depende del colectivo. Como fundamenta Krúpskaya, la industria moderna requiere movilidad y un individuo «desarrollado en su totalidad», haciendo de la instrucción politécnica una necesidad objetiva.

Ambos identificaban al sistema capitalista como generador de individuos alienados. La educación politécnica y el fomento de una moral desinteresada eran las dos caras de la misma moneda para combatir este legado, creando un individuo que se realiza mediante su  contribución a la colectividad.

La concepción del «Hombre Nuevo» del Che Guevara gana viabilidad práctica al reforzarse con las ideas pedagógicas de Nadezhda Krúpskaya. Mientras ella diseña la escuela-laboratorio para practicar democracia y solidaridad, él señala el horizonte ético del ciudadano consciente que emerge de esa práctica.

Su legado conjunto es un recordatorio poderoso de que toda revolución auténtica es, en esencia, un proyecto educativo. Sin una educación que forme deliberadamente a las nuevas generaciones en valores de cooperación y responsabilidad social, cualquier cambio político o económico reproduce los vicios del viejo mundo. La forja del «Hombre Nuevo» sigue siendo la tarea educativa más urgente.

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