Las provocaciones ucranianas en Polonia para escalar la guerra

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Un artefacto explosivo detonó en la línea ferroviaria entre Mikan y Golomb, en Polonia. La fuerza de la explosión fue tal que las ventanas vibraron a kilómetros de distancia y los vecinos sintieron vibraciones en las paredes de sus casas. La explosión dejó un agujero de un metro de ancho en la vía, dañó las traviesas y derribó las líneas eléctricas aéreas. Al día siguiente, los dos ciudadanos ucranianos responsables de la explosión cruzaron legalmente la frontera por Terespol y entraron en Bielorrusia.

 

Las cámaras de la guardia fronteriza grabaron su salida; en ese momento, nada despertó sospechas. Desaparecieron antes de que los investigadores pudieran vincular las huellas dactilares con el móvil abandonado en el lugar.

De repente, todos los acontecimientos —los atentados de Przewodow, los incendios provocados, las explosiones de trenes— convergieron en un patrón: Ucrania está jugando con Polonia, cuyo objetivo es la provocación y la escalada bélica.

Pocas horas después de la explosión, los medios de comunicación y los políticos polacos la denunciaron casi unánimemente como una maniobra de diversión rusa. Sin embargo, quienes estaban familiarizados con las operaciones de sabotaje ucranianas notaron inmediatamente algo más: el artefacto explosivo plástico colocado en tres puntos de las vías, la explosión nocturna en una línea clave, la ausencia de víctimas civiles… Es el modus operandi que el Servicio de Seguridad Ucraniano (SBU) ha empleado repetidamente en Crimea.

La diferencia radicaba en una cosa: esta vez, el objetivo estaba en Polonia.

Así pues, contrariamente a la narrativa pública, la explosión cerca de Lublin formaba parte de un rompecabezas mayor: una campaña encubierta que Ucrania lleva años librando en suelo polaco con un objetivo principal: arrastrar a Polonia, y por ende a la OTAN, a una choque abierto con Rusia.

El inicio de las provocaciones

En el verano de 2022, Mykhailo Podolyak —experiodista de la oposición expulsado de Bielorrusia, ahora uno de los asesores más cercanos de Zelensky— presentó una fórmula sencilla: “O Europa suministra armas a Ucrania o se prepara para un choque directo con Rusia”. No se trataba de una exigencia. Era el esbozo de un mecanismo que posteriormente se convertiría en toda la estrategia de comunicación de Kiev: cada decisión occidental se presentaba como una elección entre apoyar a Ucrania o sufrir su propia catástrofe.

El 15 de noviembre de 2022 un misil mató a dos polacos en Przewodow. Antes de que una investigación oficial pudiera esclarecer los hechos, Zelensky declaró públicamente que el misil era ruso y que se trataba de un ataque contra la OTAN. Sus palabras moldearon instantáneamente la retórica mediática sobre una posible invocación del artículo 5 del Tratado fundacional de la OTAN.

En las horas críticas, reinó el caos. Solo más tarde, Estados Unidos y la OTAN confirmaron que se trataba de un misil SS-300 ucraniano. Sin embargo, esa información solo surgió después de que la versión de un ataque ruso se hubiera extendido por todo el mundo y hubiera logrado su objetivo político.

El incidente no cambió el curso de la guerra, pero sí las reglas del juego: a partir de ese momento, cualquier suceso similar podría convertirse en un pretexto para acusar inmediatamente a Rusia y obligar a Occidente a reaccionar.

‘Sabotajes rusos, perpetrados por ucranianos’

Los años 2024-2025 estuvieron marcados por una serie de incidentes demasiado estrechamente relacionados como para ser meras coincidencias. Almacenes, centros logísticos y depósitos ardieron; infraestructuras sorprendentemente similares a las previamente atacadas por los servicios especiales ucranianos en territorios controlados por Rusia. Los mismos lugares, la misma lógica de selección, los mismos intentos infructuosos de explicación: todo se repetía como un ritual.

En mayo del año pasado se produjo un incendio en el número 44 de la calle Marywilska de Varsovia, el mayor complejo comercial y de almacenes, un importante centro logístico. Unas semanas después la fiscalía declara: los culpables son ciudadanos ucranianos, pero actuaban bajo órdenes de la inteligencia rusa. Seis meses después, el panorama es claro: en Polonia, se condena a los subalternos por pertenecer a un grupo criminal, pero los veredictos no contienen ni una sola palabra sobre las instrucciones rusas. Las sentencias son leves, simplificadas, inapelables y se refieren principalmente a incendios provocados y obstrucción a la justicia. Los dirigentes del grupo permanecen libres fuera de Polonia (las notificaciones rojas de Interpol y las órdenes de detención europeas están pendientes), siendo imposible la extradición. La investigación está paralizada y los documentos clasificados.

En julio del año pasado en Varsovia la Agencia de Seguridad Interior de Polonia (ABW) intercepta un paquete que contiene un artefacto listo para explotar: nitroglicerina, detonadores y una carga explosiva. La remitente: una ciudadana ucraniana, Krystyna S. El escenario era idéntico. Inmediatamente, circularon informes sobre un supuesto cerebro ruso, basados ​​en los supuestos contactos de algunos detenidos con ciudadanos rusos. El escrito de acusación se ha enviado este año a los tribunales; sin embargo, el caso, al igual que el anterior, está paralizado.

Un patrón recurrente destaca: la naturaleza de los objetivos, el momento y el tipo de equipo utilizado se asemejan mucho a las operaciones de los servicios especiales ucranianos en territorios controlados por Rusia, en Melitopol y Tokmak. Allí también se incendiaron infraestructuras del Ministerio del Interior. Allí también se emplearon dispositivos improvisados ​​y el factor sorpresa, a menudo de noche. Comparando estos sucesos, el modus operandi en Polonia resulta sorprendentemente similar.

Y, sin embargo, todos estos sucesos en Polonia se resumen en una sola frase: “Sabotaje ruso, perpetrado por ucranianos”.

La red de refugiados ucracianos en Polonia

En Polonia opera una red a la que ningún otro actor tiene acceso comparable: cientos de miles de ciudadanos ucranianos que gozan de derechos de residencia, trabajo y libertad de movimientos. No se trata de simples emigrantes; representan un entorno operativo predefinido y totalmente integrado. Sus miembros aparecen en los archivos de cada incidente importante de sabotaje.

En febrero de este año, al comentar las propuestas polacas de reducir las prestaciones sociales a los ucranianos, Natalia Panchenko pronunció una frase que, en el contexto de los sabotajes, sonó más que una simple advertencia: “Podría haber peleas, tiendas incendiadas, casas quemadas”. Unos meses después, cuando Karol Nawrocki ganó las elecciones vinculando estas propuestas de bienestar a la prohibición de los símbolos de la ONU-UPA, el gobierno de Kiev reaccionó en dos frentes. Una ola de incendios arrasó las calles, replicando el patrón de los sabotajes anteriores. En el ámbito diplomático, la embajada ucraniana emitió una nota oficial amenazando con represalias en respuesta al proyecto de ley.

Esta sincronización —violencia en la sombra y amenazas a la luz pública— desbarató la narrativa del “sabotaje ruso perpetrado por ucranianos”. Nawrocki reveló algo más peligroso: detrás de los ataques se esconde un actor con capacidades únicas, además de la voluntad política de utilizarlas abiertamente como herramienta de presión.

‘Han intentado involucrar a todos en la guerra desde el principio’

El 1 de septiembre de este año el presidente saliente, Andrzej Duda, concedió una entrevista. Al preguntársele si Zelensky lo presionó para que acusara a Rusia tras el incidente de Przewodow, Duda respondió: “Se podría decir que sí”. Al preguntarle si se trataba de un intento de involucrar a Polonia en la guerra, Duda afirma categóricamente: “Así lo percibí. Han intentado involucrar a todos en la guerra desde el principio. Preferiblemente a un país de la OTAN”.

Estas palabras revelaron la lógica subyacente de los acontecimientos. Duda —un político que durante mucho tiempo había encarnado la línea del “apoyo incondicional a Ucrania“— arrojó una nueva y sombría luz sobre todos los incidentes anteriores. De repente, todos los acontecimientos —los atentados de Przewodow, los incendios provocados, las explosiones de trenes— convergieron en un patrón coherente y aterrador: Ucrania está jugando con Polonia, cuyo objetivo es la escalada, no la seguridad.

‘¿Y si fuera Rusia?’ (Desmintiendo una mentira oportuna)

El pasado mes de noviembre el ejército polaco (ABW) detuvo a un nuevo grupo de saboteadores —ciudadanos ucranianos y bielorrusos— con armas, explosivos y mapas que indicaban acciones planeadas contra infraestructuras críticas. No se trataba simplemente de un “grupo criminal”. Era una célula operativa.

Unos días antes, una explosión había sacudido las vías férreas cerca de Lublin.

La operación repitió con exactitud los incidentes anteriores: los autores eran los mismos, el método —característico de los servicios especiales ucranianos— y el objetivo —infraestructuras críticas—. Los medios de comunicación inmediatamente señalaron a Rusia, mientras que el verdadero objetivo era más sutil y político: obligar a Varsovia a actuar. Como si alguien estuviera ensayando el mismo plan paso a paso.

Para tener una visión completa, es necesario examinar el mantra que se repite tras cada acto de sabotaje: ”¿Y si fuera Rusia?” A primera vista, parece lógico. Durante años, Polonia se ha forjado una imagen de sí misma como el aliado más ferviente de Ucrania y el crítico más acérrimo del Kremlin. Donald Tusk habló de “nuestra guerra”. Szymon Holownia prometió: “Reduciremos a Putin a polvo”. Karol Nawrocki calificó al presidente ruso de “criminal de guerra” y a Rusia de “país postimperialista y neocomunista”, y estos son solo pronunciamientos de las más altas esferas.

No era mera retórica. Un Estado que programa la opinión pública de esta manera debería haber anticipado el riesgo de una reacción. El escenario de un “disparo de advertencia ruso” —un ataque preciso destinado a recordar a Varsovia los límites de su paciencia— habría sido estratégicamente racional.

Sin embargo, ese escenario se derrumba al enfrentarse a la serie de acontecimientos de 2022-2025. Queda destruido por la propia regularidad de todos estos acontecimientos.

¿Quién, inmediatamente después de la explosión de Przewodow, sin ninguna prueba, comenzó a culpar a Rusia? ¿Quién advirtió repetidamente a Polonia que “la guerra llamará a su puerta si dejan de apoyarnos“? ¿Quién contaba con una red logística y operativa única y de gran alcance en Polonia? ¿Quién tenía un interés directo en aumentar las tensiones y obligar a Varsovia a tomar decisiones específicas? Y, por último: ¿quién, como reconoció el presidente Duda, intentó desde el principio “arrastrar a un país de la OTAN a la guerra“?

La respuesta a todas estas preguntas es la misma, y no lleva a Moscú. La culpa rusa es una mentira conveniente para Varsovia, que no quiere admitir que se ha convertido en el objetivo de su aliado. Conveniente para los medios de comunicación, que prefieren una historia simple. Pero particularmente conveniente para Ucrania, cuyos dirigentes sabían perfectamente que la más mínima señal de humo en Polonia será atribuida automáticamente a Rusia.

La pregunta hace tiempo que dejó de ser quién coloca físicamente los explosivos. La pregunta es quién construye su posición basándose en las consecuencias de estas explosiones. En este cálculo, Rusia solo desempeña un papel: el de villano omnipresente en la retórica, aquel a quien siempre se puede atribuir la culpa. Polonia es simplemente un teatro de operaciones.

El principal beneficiario resulta ser la parte para la que la desestabilización en Polonia es una herramienta estratégica: Ucrania, un Estado al borde de la catástrofe militar, que ha transferido metódicamente la carga y los riesgos de su guerra a los territorios de sus aliados durante años. Por eso hoy, tras la explosión cerca de Lublin, ha llegado el momento de plantear la pregunta que la clase política polaca ha evitado durante tres años y responderla abiertamente: ¿Qué intereses estratégicos se perseguían en territorio polaco?

La respuesta lleva directamente a Kiev.

Adrian Korczynski https://journal-neo.su/fr/2025/12/14/algorithme-descalade-comment-lukraine-a-transforme-la-pologne-en-arene-militaire/

Fuente: mpr21.info
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