Fernando (Unidad y Lucha).— El 15 de abril de 2023 estalló un sangriento conflicto armado en Sudán, que podría considerarse como la tercera guerra civil del país; después de las de 1955-72 y 1983-2005, fruto de una descolonización mal realizada. Como ya apuntábamos entonces en estas mismas páginas de UyL, el gobierno que siguió al golpe de estado triunfante contra Omar al-Bashir (de 1989 hasta 2019 en el gobierno) se fracturó: de un lado, el ejército regular de este país africano, encabezado por el líder de la junta militar de gobierno, Abdel Fattah al-Burhan; del otro, el grupo paramilitar llamado Fuerzas de Apoyo Rápido (FAR o RSF por sus siglas en inglés – los antiguos «Janjawuid» o jinetes armados, conocidos por su cruento papel protagónico en el genocidio de Darfur 2003-2005), de las que su principal dirigente es Mohamed Hamdan Dagalo, alias Hemedti.
En estos más de dos años de genocidio, las muertes se calculan en más de 150.000, con entre 12 y 16 millones de personas desplazadas huyendo de la guerra, más de 3,5 millones de refugiados/as en países vecinos y alrededor de 25 millones sufriendo hambruna, frecuentemente muy severa. El 26 de octubre de 2025, el ejército se retiró de el-Fasher (capital de la provincia de Darfur Norte, con aprox. 260.000 habitantes), de modo que, tras alrededor de un año y medio de asedio, la ciudad pasó a manos de las FAR. Los documentos que llegan de allí son espeluznantes: pacientes asesinados dentro del propio hospital de la ciudad, sangrientas matanzas masivas y fosas comunes, violaciones sistemáticas contra mujeres y niñas locales, etc. Han trascendido vídeos, grabados por los propios paramilitares (que se saben impunes), donde estos -entre bromas y risas- violan y/o ejecutan civiles a sangre fría, bloquean el paso de ayuda humanitaria, etc. Además, hay un componente de odio étnico: la población de Darfur y de la vecina región de Kordofán no es árabe, sino de etnias negras (fur, masalit, zaghawa).
Una base material fundamental de la cuestión es la minería de oro. Sudán figura en las listas oficiales como el 12.º productor mundial, si bien la extracción real podría ser mucho más alta contando la minería informal. Gran parte de ese oro es sacado de contrabando hacia Emiratos Árabes Unidos (EAU), quien a cambio provee con cuantioso armamento a las FAR, que se encargan de garantizar ese flujo de oro. Asimismo, EAU está buscando consolidar su rol regional, con fuertes inversiones en Sudán en sectores no solo mineros, sino también agrícolas, de telecomunicaciones y energías renovables, etc. Por otro lado, miembros de las FAR han participado como mercenarios en la guerra de Arabia Saudí y EAU contra Yemen.
La entidad sionista de Israel también juega un papel protagónico en este genocidio de Sudán. Ya en 2008, el ex-ministro de seguridad Avi Dichter expresó la conveniencia de debilitar al país y desestabilizarlo, lo que llevó en 2011 a la secesión de Sudán del Sur, que hoy funciona de facto como un protectorado yanqui-sionista, hasta el punto de que han circulado rumores sobre considerarlo como hipotético destino de la población palestina desalojada de Gaza. En su alocución ante la ONU de septiembre, Mileikowsky-Netanyahu mostró dos mapas: el de la ‘Maldición’ en negro, con el Eje de la Resistencia; y el de la ‘Bendición’ en verde, con EAU, Arabia Saudí, Egipto ¡y Sudán! La entidad sionista busca aprovechar la situación para ganar control militar de las costas sudanesas, punto estratégico de las rutas marítimas por el Mar Rojo (hacia el Canal de Suez y el puerto de Eilat), a fin de tratar de esquivar las acciones del grupo yemení resistente Ansarollah.
