
Laura Mercedes Giráldez (Granma).— No se trata solo de coincidencias cartográficas. Los unió el pasado, plagado de explotación colonial: cadenas, esclavitud, expropiación, saqueo, barbarie. Ante él se revelaron, y comparten hoy una identidad forjada con la fuerza del puño que se levantó contra la opresión extranjera.
«En aquella feliz época todos los americanos nos tratábamos con la mayor fraternidad; todos éramos amigos, paisanos y aliados en la causa común de la independencia; no existían esas diferencias de peruano, chileno, boliviano, ecuatoriano, granadino, etcétera, que tanto han contribuido a debilitar la fuerza de nuestras mutuas simpatías».
De esa manera describió el expresidente ecuatoriano Vicente Rocafuerte, los prematuros pasos de la aspiración compartida de cooperación regional latinoamericana.
Aquel vínculo retoñaría más adelante, no solo por la historia común, sino también como respuesta a las maniobras de potencias enfermas de poder, que no pueden ver el área sino como su principal anhelo expansionista. Desde entonces, la integración ha sido un combate paralelo al librado por la independencia.
Encadenadas ambas luchas, la resiliencia de América Latina y el Caribe (alc) ha sido un estorbo para la visión imperialista de convertirla en su patio trasero o lo que es lo mismo, institucionalizar la Doctrina Monroe. No resulta asombroso entonces que los quijotes latinoamericanos de otros tiempos aspirasen a hacer del área un bastión contra esas intenciones, como es el caso de Simón Bolívar:
«Yo deseo más que otro alguno ver formar en América la más grande nación del mundo, menos por su extensión y riquezas que por su libertad y gloria (…) ¡Qué bello sería que el Istmo de Panamá fuese para nosotros lo que el Corinto fue para los griegos!».
APETENCIAS IMPERIALISTAS
Sabe la Casa Blanca de los vastos recursos de ALC, de sus posiciones geoestratégicas, de sus vínculos con potencias emergentes, y no quiere que América sea, si no para los americanos, entiéndase con ello, estadounidenses.
No son fronteras de mar o tierra las que verdaderamente separan a algunos pueblos latinoamericanos, sino el servilismo de quienes ven la vecindad geográfica como cauce injerencista y no como motivo de unión para el avance colectivo. Y así, se han declarado lacayos de Washington, entregándole llaves para que penetren en territorio ajeno.
El 2025 fue un año de varios procesos eleccionarios en la región, donde el avance del miedo pudo girar a algunas naciones hacia la derecha más extrema -e incluso reabrió las puertas al fascismo- bajo las presiones del hegemón, el autoproclamado dueño del «patio trasero», en su versión 2.0 de la Doctrina Monroe.
Economías frágiles, violencia persistente, prolongación de estados de excepción, profundización de desigualdades sociales, imposición de tarifas arancelarias como formas de contención o represión, amenazas a líderes, escalada bélica directa contra Venezuela en una vuelta a la vieja política de las cañoneras, intentos de retomar el control del Canal de Panamá, persecución a migrantes, imposición de nuevas medidas coercitivas unilaterales…
Presiones a los países miembros de la ONU para cambiar su voto en contra del bloqueo a Cuba, intentos de exclusión de naciones en cumbres regionales, intromisión en elecciones… El panorama ha sido desafiante, de crisis, con un rastro de destrucción y de muerte por dondequiera que haya pasado la mano yanqui.
HABLAR CON UNA SOLA VOZ
No obstante, fue este un periodo de esfuerzos diplomáticos oportunos, como la celebración de la IX Cumbre de la Celac, la Cumbre de los Pueblos, la COP30 y la XXV Cumbre de jefes de Estado y de Gobierno del ALBA-TCP, mecanismo que se consolidó, en palabras del presidente venezolano, Nicolás Maduro, como: «el mayor proyecto de unión y emancipación de este tiempo».
Además, se pronunciaron varias organizaciones y alianzas por el mantenimiento de la región como una Zona de Paz, tal y como fue declarada en 2014. Movilizaciones, paros, protestas se convirtieron en el escenario popular para denunciar los retrocesos sociales impulsados por gobiernos derechistas, como son los casos de Argentina y de Ecuador.
Por otra parte, esfuerzos concretos resultaron las más de 20 000 toneladas de distintos componentes comerciales y de apoyo solidario distribuidas usando el Barco del alba, con lo que quedó sentada la pauta para la creación de una flota regional, que permita una nueva emancipación.
La victoria, una vez más, de Cuba en la ONU, con la exigencia del fin del bloqueo del Gobierno de EE. UU., se suma a los lauros que en esta etapa definieron el camino de unidad a seguir.
Sin duda, otro «No», el del pueblo ecuatoriano ante las pretensiones de instalar en su territorio bases militares estadounidenses, fue una de las muestras más contundentes de que en la conciencia popular persiste la idea martiana de que «ni el libro europeo ni el libro yanqui dan la clave del enigma hispanoamericano».
México, por su parte, defendió su derecho y el del continente, a la autodeterminación, a sabiendas de que soluciones importadas no podrán ser jamás la vía para acallar las acuciantes necesidades de ALC.
«Un sueño que tengo en mi corazón y creo que lo tienen todos los hombres de América Latina, sería ver un día a América Latina enteramente unida, que sea una sola fuerza, porque tenemos la misma raza, el mismo idioma, los mismos sentimientos (…) se le hicieron muchas estatuas a Bolívar y muy poco caso a sus ideas».
Así lo dijo Fidel en enero de 1959, y con aquellas palabras describió el futuro necesario.
RETOS DE AÑO NUEVO
Para 2026 se esperan procesos comiciales en Perú, Brasil, Colombia, Haití y Costa Rica. Por otra parte, algunos gobiernos han oficializado ejercicios militares en coordinación con Estados Unidos que, bajo el pretexto de la seguridad nacional, intenta ganar terreno.
La Cepal prevé que las principales fuentes que han sostenido la actividad económica en los últimos años, dígase el consumo privado y la demanda externa, pierdan dinamismo. De acuerdo con las previsiones de la Comisión, el área continuará transitando una senda de bajo crecimiento.
Toca a sus Estados afianzar la economía doméstica, enfrentarse a las incertidumbres de los mercados financieros internacionales y fortalecer y ampliar la política macroeconómica, en busca de avanzar hacia un desarrollo más productivo, inclusivo y sostenible.
Y, sobre todo, hacer frente a la negociación bajo presiones, que se ha revelado como el nuevo orden trumpista de relaciones comerciales, sociales y políticas, a fin de alcanzar su liderazgo regional y mundial y frenar la influencia de Rusia, China, los Brics y el Sur Global.
Recordemos que, ante las apetencias de dominio continental, acciones firmes y contundentes –ha demostrado la historia– son el mejor antídoto. Ni apéndices ni patios traseros, nuestra América es Patria de sus hijos, no de sus opresores; y como tal ha de defenderse tenazmente el destino común de unidad entre sus pueblos.
Entretanto, la integración regional sigue siendo un proyecto en construcción que, para gozar de buena salud, debe automedicarse con mayor cooperación hemisférica, autonomía, resistencia a la dominación extranjera, y estructuras socioeconómicas que garanticen soberanía, desarrollo y bienestar.

