
Yesey Pérez López (Granma).— Desaparecen las fronteras cuando llega la poesía. No importa si no se hablan los mismos idiomas: la pasión y la ternura de las palabras, el gesto, la mano abierta y amiga, tienen significados universales.
De Cuba y China confluyeron los versos en el Centro Cultural Dulce María Loynaz, «casa de palabras vivas donde la poesía no conoce fronteras y el espíritu se expresa en múltiples lenguas», al decir de Tomasa González Pérez, su directora.
Desde el gigante asiático, 17 creadores se presentaron junto a 14 autores cubanos, vinculados al centro cultural CubaPoesía.
Con sus obras tejieron nuevos mapas culturales. «Un pretexto más que suficiente para poner sueños a la obra colectiva de la que somos parte y por la que vale la pena dejar nuestro rasguño en la piedra», afirmó Karel Leyva Ferrer, presidente de la sección de poesía de la Unión de Escritores y Artistas de Cuba.
«Cuba, uno de los países más fascinantes del Caribe, es un sueño anhelado por los poetas chinos, por eso, aunque estamos aquí, sigue pareciendo un sueño», afirmó Bei Ta, vicepresidente del Congreso Mundial de Poetas.
Bei resaltó el intercambio y aseguró que dejará una página hermosa en la historia de los nexos culturales entre ambas naciones, y contribuirá a consolidar y desarrollar la fraternal amistad chino-cubana.
El grupo es el sexto que llega a la Isla en poco más de cinco años. Como fruto de estos intercambios se han editado más de una docena de libros del sello editorial Colección Sur Editores, incluyendo tres antologías de autores clásicos y contemporáneos.
Puentes, naciones, literatura… fueron conceptos recurrentes. Y los poemas se sucedieron en espontánea y variada muestra, confirmando que son más los sentimientos que nos unen que la distancia que nos separa.
«¿Puede acaso pedirse más para conocernos que un poema, una ilación de sensaciones transcritas en versos?», reflexionaba Leyva Ferrer en su presentación de la actividad.
En este diálogo poético, que es también diálogo de civilizaciones, no fue necesario más. La tarde, en el Centro Cultural Dulce María Loynaz, demostró que la creación literaria y la amistad bastan para acercar pueblos y borrar las lejanías.