
Eduardo Uvedoble (Unidad y Lucha).— Todo el poder para los soviets, esa fue la consigna formulada por Lenin en sus Tesis de Abril , esa fue la consigna lanzada por los bolcheviques para que el pueblo trabajador ruso asegurase su recién conquistado poder frente al poder burgués, cuyo interés era seguir enviando al proletariado a su muerte en la guerra interimperialista. Esa fue la consigna con la que se sentó la base del estado soviético, la primera gran potencia socialista de la historia, el principal referente para construir el poder obrero y acabar con todas las formas de explotación. Sin esta consigna no se podrían entender muchas de las luchas posteriores, porque aunque hay más factores históricos implicados, no es menos cierto que las luchas nacionales y la descolonización, así como toda reivindicación del poder para el oprimido, tienen en esta consigna su principal clave.
Pero que nadie se engañe, los soviets no fueron un invento bolchevique, no fueron una estructura creada ex profeso para que lo comunistas conquistaran el poder. No, los soviets eran comités de trabajadores que se remontan a la revolución de 1905, en los que de hecho, los bolcheviques no eran la fuerza más importante. He aquí algunas lecciones importantes, primero, que la revolución no es una explosión social repentina en la que gana el que más alto grite. La revolución exige de estructuras populares con trayectoria previa, porque una revolución no es destruir el poder, es conquistarlo. En las revueltas el poder se tambalea pero en la revoluciones se conquista.
Segundo, nada se logra sin las masas populares, el trabajo principal del partido es lograr que las masas adquieran conciencia de su poder, de su papel protagónico, que es el socialismo. Porque si hay algo que aliena a los millones de seres humanos que producen la riqueza mundial, es el capitalismo. Y si algo es el socialismo, es el pueblo trabajador consciente de sí mismo para ser el dueño de su propio destino. Estos dos aspectos, que la revolución exige estructura y que la revolución la hace el pueblo, están condensadas en la consigna todo el poder para los soviets.
Después de esa primera gran guerra interimperialista que dio a luz a la gran la revolución de octubre, vinieron muchas cosas, el fascismo, la crisis del 29, la II guerra mundial, y una descolonización, que dicho sea de paso, todavía está por realizarse, sobre todo porque con el fin del campo socialista, el imperialismo, a base de guerras, golpes de estado, genocidios, hambrunas, crisis migratorias, etc., ha reforzado su dominio colonial. Desde la hegemonía americana, se ha construido la equiparación entre el fascismo y el comunismo, la contracultura como revolución individualista y consumista, y el final de la historia, el neoliberalismo como un sistema capaz de absorber cualquier diferencia.
Y así, se nos hace creer que ya no son posibles las revoluciones, que están ya superadas por el individualismo que se autoexplota con entusiasmo. Pero lo cierto es que mientras exista el capitalismo, también existirá la revolución. Los conflictos están ahí, ahora nos habla de la generación z, como de un sujeto político definido por su edad y su uso de las redes. Como si lo importante no fuese su pobreza, como si el detonante no fuese la falta de futuro que ofrece el capitalismo. Y es que, en efecto, el tema no es la generación z, sino la consigna que media entre el estallido y la revolución, la consigna política del partido. Los bolcheviques no inventaron los soviets pero los convirtieron en el poder, y al presente no le faltan luchas, lo que le falta es el trabajo el partido.

