El nuevo rumbo del imperio yanqui

Publicado:

Noticias populares

Fabrizio Casari (Radio La Primerísima).— En un documento de 33 páginas sobre la estrategia de seguridad nacional, distribuido por la Casa Blanca, se traza el reposicionamiento de EEUU en el tablero global y se marca el cambio de fase de su papel con el fin de actualizar y ajustar lo que ya no es posible seguir posponiendo. Los cambios estratégicos ocurridos en los últimos 3 años colocan a Estados Unidos en la imposibilidad de mantener una posición dominante tal como se había consolidado desde 1989, a través de un imperio unipolar de matriz anglosajona que representaba a Occidente en su conjunto, cuyo mando político estaba en manos de EEUU y Reino Unido y cuya expresión militar era la OTAN.

Un cambio de estrategia que, si bien ofrece una lectura del mundo y de sus problemáticas diferente de la precedente, obedece también a un cuadro económico y social estadounidense que nunca como ahora se encuentra cercano al colapso, con la imposibilidad de sostener económicamente un modelo imperial de expansión continua, intrínsecamente costoso y no rentable, en un mundo donde las economías emergentes tienen un protagonismo cada vez más marcado.

El cambio de estrategia no carece de razonamiento económico. Si se evalúa el volumen de inversiones de EEUU en las “primaveras” del Este europeo y Oriente Medio y se contabiliza, se descubre que el escenario político más favorable casi nunca se tradujo en grandes mejoras en la balanza comercial estadounidense. La mayor influencia territorial y militar no produjo una dinámica económica favorable.

La nueva estrategia de seguridad nacional promete, por tanto, un “reajuste de nuestra presencia militar global para enfrentar las amenazas urgentes en nuestro hemisferio, alejándola de teatros cuya importancia relativa para la seguridad nacional estadounidense ha disminuido en las últimas décadas o años”.

El dato de fondo del que parte el documento es que el mundo que se perfila –con el nacimiento y crecimiento a gran escala de las economías emergentes, el creciente peso político y militar de Rusia, el dominio chino en la economía planetaria y el crecimiento tumultuoso de los BRICS– dibuja un panorama inédito. Moscú ha ganado la guerra en Ucrania contra la OTAN y ha extendido su influencia a continentes como África, Asia y América Latina. Pekín confirma cada día las cifras extraordinarias de su economía, tanto en los intercambios comerciales como en los movimientos financieros.

Esto se acompaña de un enorme fortalecimiento militar, con un liderazgo indiscutible en tecnología y con un papel creciente en la diplomacia internacional. La asociación estratégica entre Rusia y China y su sistema de alianzas indican un cambio general en los equilibrios geoestratégicos que ya ha colocado – y colocará cada vez más – a Estados Unidos en la condición de tener que negociar una gobernanza compartida que hasta ahora ejercía unilateralmente.

En la evaluación de los equilibrios internacionales, la Casa Blanca es consciente de que los instrumentos que habían garantizado una fachada democrática a su imperio – como la ONU y los organismos financieros y regulatorios internacionales – han perdido toda credibilidad con la guerra en Ucrania y ya no pueden utilizarse para contener la presión al cambio que llega del Sur global y de Oriente. Washington observa con infinita preocupación la expansión de los BRICS, que pueden llegar a configurar un sistema de influencia planetaria no solo en el terreno económico sino también político. Pero es evidente que el valor de las alianzas de base regional (SCO, ASEAN y otras), donde la concreción y la utilidad marginan la esfera ideológica, impacta mucho más en los intercambios globales y en la defensa de regiones enteras de forma compartida y coordinada, y casi ninguna de ellas está bajo liderazgo estadounidense.

La desdolarización y el creciente desplazamiento de capitales del Norte hacia el Sur, la reducción de inversiones estratégicas en dólares y la búsqueda constante de rutas comerciales alternativas al control de Occidente indican una maniobra en pinza que sitúa al imperio decadente contra la pared, obligado a compartir porque ya no puede pensar en prevalecer por la fuerza. Ucrania, en este sentido, ha sido emblemática.

Uno de los puntos clave del documento es, de hecho, “el interés fundamental de Estados Unidos en negociar un rápido cese de las hostilidades en Ucrania”, con el fin de “prevenir escaladas involuntarias o una expansión de la guerra y restablecer una estabilidad estratégica con Rusia”.

Mucho más de lo que hacen los europeos, este documento demuestra que EEUU asume la derrota estratégica del diseño de expansión imperial occidental hacia el Este del mundo y da por concluido el conflicto con Rusia en Ucrania. Desaparece la idea de una opción militar que pretendía derrotar y, en consecuencia, fraccionar Rusia en tres partes y, con ello, eliminar toda disuasión nuclear concreta que pudiera contrarrestar al imperio occidental. Como afirma el documento, Washington pretende “poner fin a la percepción, y prevenir la realidad, de una OTAN como alianza en perpetua expansión”.

Es el pasaje en el que se entierra un período de treinta años de estrategia de seguridad nacional dirigida por demócratas y neoconservadores, inspirada en la concepción imperial británica para definir el orden mundial posible. Un cambio de paradigma completo que entrega a Estados Unidos una estrategia de dominio internacional menos ambiciosa, sin duda, aunque no menos peligrosa.

La mayor relevancia del documento consiste en indicar, a nivel de políticas internas, “la lucha contra la inmigración clandestina” (pero en realidad se trata de una declaración de guerra al sistema migratorio del Sur hacia el Norte), y, en el ámbito internacional, que la región del Indo-Pacífico y América Latina son los ejes estratégicos donde se expresará la nueva consolidación de la fuerza estadounidense. En China, Washington ve la mayor amenaza para su papel como actor global dominante, y frente a Pekín acusa un retraso estratégico considerable en economía, tecnología y comercio.

La nueva frontera

América Latina es, en las intenciones de la administración republicana, el lugar donde se ejerce la red de protección de los intereses de Washington, su cinturón defensivo político, comercial y militar, y que, a diferencia de Europa, posee recursos estratégicos necesarios para permitir a EEUU competir con alguna eficacia en los mercados globales. Al sur del Río Bravo se encuentra todo lo que en el Norte se necesita pero no existe. Washington también encuentra motivo de alarma en el creciente volumen de intercambios económicos, financieros y políticos entre Pekín y el conjunto de países latinoamericanos, tanto por el aumento de la influencia de Xi en los mercados continentales como por el papel de apoyo financiero que China ejerce en muchas economías latinoamericanas, hasta el punto de ser el mayor prestamista de última instancia desde el Golfo de México hasta Tierra del Fuego.

EEUU busca, por tanto, recuperar espacio, llamando a su lado a un país tras otro. La decisión del Parlamento de Lima, que sigue la de Ecuador, de dar hospedaje a tropas estadounidenses, a las cuales se reconoce un papel central en la estructura militar de los respectivos países, se suma a la propiedad de facto de Argentina, al control sobre Paraguay y Chile, y busca una suerte de “reconquista” destinada a restablecer los equilibrios políticos del subcontinente mediante el aislamiento y la derrota del eje del ALBA. También las elecciones en Honduras y el Caribe, y con mayor razón las amenazas a Caracas, son pasos en esa dirección.

Otro cambio estratégico está representado por la puesta en suspenso de lo que fue el Occidente Colectivo, resultado político de más de 70 años de dominio estadounidense sobre Europa occidental. Lo que desaparece es la idea del uso de la fuerza para doblegar a Moscú y Pekín a los designios del orden imperial, y el Viejo Continente, hoy reacio a aceptar su derrota y la de EEUU en Ucrania, queda sustancialmente abandonado a sí mismo. En Europa – según el documento – “existe el riesgo de desaparición de la civilización y, si las tendencias actuales continúan, el continente será irreconocible dentro de 20 años o menos”. En esencia, se considera que Europa no es más que un mercado y que, en la competencia global con China, no es fundamental compartir una estrategia con ella.

Adieu l’Europe

La UE deberá ser una extensión geográfica de la política estadounidense de contención comercial de China y deberá comprometerse a contrarrestar su proyecto de la Nueva Ruta de la Seda, dado que, sin la participación europea, este debería modificarse en su ruta y debilitarse en su impacto general en los mercados. Esto constituiría un elemento de dificultad para la estrategia global de Pekín, que se expresa a través de la Iniciativa de la Franja y la Ruta y que ve a Europa como punto de llegada y, al mismo tiempo, de relanzamiento hacia África, donde la presencia china ya es considerable. Además, deberá garantizar su rearme mediante el suministro estadounidense de sistemas de armas.

La primera réplica de Bruselas es un concentrado involuntario de ironía: según uno de sus portavoces, “cuando se trata de decisiones que conciernen a la UE, estas son tomadas por la UE y para la UE. Incluidas aquellas relativas a nuestra autonomía normativa, la tutela de la libertad de expresión y el orden internacional basado en reglas”.

La UE se encuentra ahora sin la cobertura política estadounidense y con la perspectiva de ver, en el reducido interés de EEUU por Europa, una coherente reducción del compromiso militar, también considerando la actitud europea de abierta provocación hacia Rusia, con la que, en cambio, EEUU pretende constituir un nuevo bloque –compuesto por EEUU, Rusia, China e India– en la idea de una gestión compartida (no deseada, pero inevitable) de la gobernanza global. Para Trump se trata de renunciar a mucho para no renunciar a todo: una estrategia de reducción del daño.

A la UE, después de haber perdido la fuente energética de su riqueza (Rusia), el mercado tecnológico a precios convenientes (China) y la alianza político-estratégica (EEUU), y tras haber enterrado su propio papel de potencia financiera y diplomática, no le queda más que mirar el mapa de Polonia, los bálticos y Finlandia para entender cuál será el punto donde podría escribirse su final si la verbosidad belicista no encuentra un límite y, en cambio, retoma gradualmente el diálogo con Moscú y Pekín. Rusia no atacará Europa, pero si los polacos llevaran a cabo provocaciones contra Bielorrusia, si los lituanos bloquean el transporte ferroviario y terrestre con el enclave ruso de Kaliningrado, o si los estonios intentan impedir que los barcos rusos lleguen a los puertos del Norte cercanos a San Petersburgo, entonces habrá guerra. Y la UE no podrá contar con el apoyo de EEUU ni de la OTAN. Tendrá que perderla en plena soledad.

DEJA UN COMENTARIO (si eres fascista, oportunista, revisionista, liberal, maleducado, trol o extraterrestre, no pierdas tiempo; tu mensaje no se publicará)

Por favor ingrese su comentario!
Por favor ingrese su nombre aquí

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.

Últimas noticias

Festival de Cine Latinoamericano en Cuba: “Existe la utopía”

El 46 Festival Internacional del Nuevo Cine Latinoamericano de La Habana trae hoy no solo alegrías a los amantes del séptimo arte, sino una iniciativa que pone en valor una manifestación devenida pilar de la cultura cubana.

Le puede interesar: