Alberto Cruz (CEPRID).— La Unión europea ha fracasado el su intento de robar los fondos monetarios que Rusia tiene depositados en diferentes instituciones europeas, principalmente en Bélgica, y que se estiman en 210.000 millones de euros. La férrea oposición de tres países: Hungría, Eslovaquia y la República Checa, junto con las medias tintas (un sí, pero no) de Bélgica, Italia, Malta y Bulgaria han sido determinantes para el fiasco de la cumbre del 18-19 de diciembre en la que se ha puesto de manifiesto la irrelevancia de la Unión Europea tanto a nivel interno como, sobre todo, a nivel internacional. La Unión Europea lo ha hecho cuando se ha acercado tanto al abismo que solo había cabían dos posturas: o arrojarse al mismo o quedarse en el borde, donde sigue estando. Todo el mundo, incluido EEUU, lo veía menos la plutocracia de Bruselas y muchos de los gobiernos europeos anclados en su rusofobia. Entre ellos, el español.
Violar el derecho internacional otra vez más, destruir la «fiabilidad» de las plataformas financieras europeas que custodian fondos monetarios de 90 países… y la constatación de que al menos uno de ellos, Arabia Saudita, había comenzado a repatriar parte de los que tiene depositados en Europa tras la decisión tomada una semana antes de esa cumbre de robar los fondos rusos, aunque finalmente no se haya materializado, han sido los factores determinantes para tomar una decisión que hubiese hundido aún más a Europa socavando su «credibilidad» como socio y destruyendo aún más el euro. Eso y el que China compró “discretamente” más oro en esa semana clave, del 12 al 18 de diciembre, que en todo el trimestre anterior, una medida que se explica por la “pérdida de confianza” cada vez mayor con las instituciones financieras occidentales y en la debilidad cada vez mayor del dólar y, sobre todo, del euro como se dirá más abajo.
La congelación no congelada del todo
Aquí hay que recordar lo que pasó el 12 de diciembre. Ese día la UE, con nocturnidad pero sin alevosía, porque lo venían anunciando desde hace mucho tiempo, 25 de los 27 países de la UE aprobaron la congelación indefinida de los activos rusos existentes en los bancos europeos y que superan los 210.000 millones de euros. Fue la primera vez en la historia de la UE, a quien ya hay que calificar como un zombi, que se rompía la unanimidad en las decisiones relevantes, y esta lo era. Los dos únicos votos en contra fueron los de Hungría y Eslovaquia.
Se utilizó una argucia «legal», el artículo 122 del tratado europeo, que permite esto, la «mayoría cualificada», en una «situación de emergencia económica». En concreto, este artículo afirma que «en particular si surgen graves dificultades en el suministro de determinados productos, en particular en el sector energético». El incremento de los precios, la dificultad para conseguir la materia prima, todo es consecuencia de las decisiones europeas, voluntariamente tomadas porque el gas y el petróleo ruso eran baratos y llegaban con regularidad. Fueron los europeos quienes renunciaron a ello con las sanciones, ilegales, según el derecho internacional, y que tras 19 rondas impuestas no han servido para nada. Solo para hacer el reconocimiento más claro de que el conflicto en el país 404, antes conocido como Ucrania, alentado por todo el mundo occidental, impulsado por EEUU y seguido sin rechistar por sus vasallos, entre otros los europeos, está haciendo trizas a Europa en todos los ámbitos y no especialmente los económicos, aunque también.
Ante esa decisión hubo unos «votos particulares», de Italia, Bélgica, Bulgaria y Malta y solo para que constase que su voto era «por disciplina y colaboración» y no porque estuviesen de acuerdo del todo con la decisión. Sobre el zombi europeo, esa UE a punto de estallar, sobrevolaba el derecho internacional, ese que tanto molesta a Occidente, y por lo tanto a la UE, y de ahí que de un tiempo a esta parte solo oigamos el mantra de “orden internacional basado en reglas”. Su orden y sus reglas.
Porque según el derecho internacional, los activos soberanos de un país sólo pueden ser confiscados en dos casos: por decisión del Consejo de Seguridad de la ONU en virtud de sanciones internacionales, o por un tribunal militar, lo que sólo puede llevarse a cabo en el lado perdedor de un conflicto. Y está claro que el lado perdedor no es Rusia precisamente.
Por lo tanto, lo que se hizo el día 12 fue colocar una bomba en la línea de flotación de la muy «democrática» Europa y sus más «democráticos valores». Con esta votación el mal llamado «Estado de derecho» llegaba a su fin. Ya no más moralinas al respecto. En lugar de garantizar el cumplimiento de los tratados de la UE, la Comisión Europea se mostraba dispuesta a volarles por los aires con el fin de continuar la guerra contra Rusia en el país 404, una guerra que claramente no puede ganar.
Y si no gana la batalla bélica, tampoco lo va a hacer con la financiera. Con esa decisión nocturna y sin alevosía no solo se evitaba la UE el tener que renovar el robo de los fondos rusos cada seis meses, como pasaba hasta ahora, sino que al anunciar que se haría «indefinidamente» se indicaba bien a las claras que Rusia nunca los recibirá aunque se iniciase una «batalla legal», que ya está en marcha, por esos fondos. Una batalla que se va a desarrollar en muchos lugares, también en Europa, aun siendo consciente Rusia de las pocas posibilidades de que prospere porque no habrá muchos tribunales dispuestos a fallar en su favor. Pero hay otros lugares donde Rusia tiene todas las de ganar y Europa todas las de perder.
Por ejemplo, en Singapur. Aquí el banco que tiene la mayoría de esos fondos, Euroclear, tiene grandes reservas y propiedades y la jurisprudencia allí es que este tipo de bienes son intocables. Pero como se aprobaba el robo, la reciprocidad existe y los bienes de Euroclear en Singapur pasarían a manos rusas según la legislación de este país como «garantía recíproca». Esto no solo hundiría financieramente a este banco, sino al país que lo sustenta, Bélgica. De ahí la resistencia belga final al robo, aunque ha sido con matices.
Este era el ambiente antes de la cumbre fracasada del 18 y 19 de diciembre. Personajes como la presidenta de la Comisión Europea, Von der Leyen, y el canciller alemán Merz, presionaban para que se tomase la decisión definitiva sobre el robo de los fondos teniendo este antecedente.
El fin de la credibilidad financiera
Pero una semana se reveló que era mucho tiempo. Son 90 los países que tienen fondos en los bancos europeos, al igual que Rusia, y vieron con alarma cómo la UE volaba todo tipo de credibilidad financiera. El precedente ya estaba hecho y la argumentación “legal”, también. Se volvía a pisotear el derecho internacional y la UE se pavoneaba de ello afirmando que era “una clara señal a Moscú”.
Era su deseo, pero la señal fue recibida en otra parte: en el resto del mundo no occidental. Sobre todo, en el llamado Sur global. Esa señal no iba a Moscú, sino al resto del mundo: vuestro dinero ya no es seguro, si es que alguna vez lo fue tras los robos efectuados con anterioridad a Venezuela e Irán. El paso dado ayudaba a fomentar aún más la decisión de abandonar el dólar y el euro y la creación de infraestructuras independientes de Occidente. La credibilidad del euro estaba en juego. Un euro que ya está de capa caída en el comercio internacional, habiendo sido superado por el yuan chino en el famoso SWIFT occidental (y eso que el comercio chino con Rusia y otros 28 países, incluidos los que forman parte de los BRICS, ya no pasa por esta plataforma occidental). En estos momentos, el uso del yuan chino supone el 8’48% del comercio internacional mientras que el euro se queda en el 6’05% según el SWIFT (1).
Rusia, por supuesto, anunció de inmediato contramedidas porque hay muchos intereses económicos europeos en su territorio y que se estiman en una cantidad parecida a lo que se acaba de robar: unos 180.000 millones (33.000 de ellos pertenecientes a Euroclear), un poco por debajo de esos 210.000 que pretendían robar los europeos. Rusia ha preferido actuar después de que todo esto se haya hecho porque a sí se carga de razón dado que es la otra parte la que ha actuado primero, y porque con todo ello es más que evidente Europa es un participante activo en el conflicto, un participante activo en todos los niveles.
Quedaba claro que el mundo no occidental ve un Occidente rapaz y sin principios, sin moralidad, sin fiabilidad y con una visión típicamente neocolonial de un mundo, su mundo, que se desmorona.
Con todo eso, en la cumbre del 18-19 de diciembre los plutócratas no las tenían todas consigo. Sobre todo porque saltó la sorpresa cuando otro país, la República Checa, se sumó a los dos díscolos clásicos, Hungría y Eslovaquia. El roto era cada vez mayor y el peligro de implosión interna de la UE más que evidente. De ahí que se echase para atrás y no saliese adelante la propuesta.
Es una bofetada personal para Merz y Von der Leyen, ambos descendientes de nazis. En menor medida, para Macron y para todos aquellos que querían y quieren seguir apoyando a los neonazis del país 404. Por eso se ha terminado optando por el mal menor, el prolongar la agonía, a costa de nuestro bolsillos y el mantener la ficción de que «Europa está unida» al proporcionar 90.000 millones de euros a los neonazis… al 0% de interés. Y han tenido la indecencia de defender que esto es “un triunfo”. No solo por haber llegado a este acuerdo que saldrá de nuestros bolsillos, sino porque se ha mantenido la supuesta “unidad de la UE”. Un triunfo en el que esconden la mentira puesto que ni Hungría, ni Eslovaquia, ni la República Checa van a poner un céntimo tras lograr obtener por escrito el «derecho a no participar en su contribución» en ese curioso préstamo sin intereses. Por lo tanto, lo de la «unanimidad» que venden los plutócratas de Bruselas es así: firman 27 países, pero pagan 24.
90.000 millones de euros que van a salir de nuestros bolsillos pero también y como consecuencia de ello de las finanzas públicas, de la políticas de gasto en el llamado bienestar social, ya escaso, de la sanidad, de la educación, de las infraestructuras. Y a eso hay que sumar lo de los 800.000 millones para el rearme.
La irrelevancia
Se mire como se mire es una derrota estratégica en toda regla que el zombi europeo intenta encubrir o bien como un fracaso cobarde o una humillación. No solo eso: es la constatación a nivel mundial de su irrelevancia geopolítica. La UE ha visto el abismo y se ha dado cuenta que no puede retroceder, por lo que solo está dando vueltas en círculo alrededor del abismo. Intenta salvar la cara de un fracaso en toda regla porque antes de todo este desaguisado había hecho cálculos y solo en seguridad social y salarios militares para el país 404 necesitaba 45.000 millones de euros en un año. Y eso sin contar con el gasto en armas y sin tener en cuenta los nuevos ataques rusos contra la infraestructura neonazi que agravan más el déficit presupuestario. Por lo tanto, o con esos 90.000 millones se compran los salarios o las armas para los dos años que ha decidido el zombi europeo mantenerlo. Las dos cosas son imposibles. Lo sabe y por eso había intentado robar los más de 210.000 millones de euros rusos.
El fracaso es innegable. El zombi europeo ha intentado ser valiente y ha salido con el rabo entre las piernas. Merz ha dicho que «si Rusia no paga las reparaciones, utilizaremos, en total conformidad con el derecho internacional, los activos congelados de Rusia para reembolsar el préstamo». Otra grosera mentira más de las muchas que dice la UE porque esto no cumple ninguna ley internacional. Y hay quien lo sabe, como Macron, que tras el fracaso, y pese a haber avalado desde siempre el robo de los fondos, ahora va y dice que hay que buscar una manera de dialogar con Rusia. Ahora.
Sin embargo hay que tener presente una cosa: las elecciones del año que viene en Hungría. Si la plutocracia de Bruselas logra imponer a su candidato, como ha ocurrido en Rumanía y Moldavia, con fraude electoral incluido, se pueden retomar las cosas. En eso están y basan sus esperanzas. En que este fracaso y humillación sea temporal.
Esto ha pasado a las puertas del invierno. En la UE, gobernada por analfabetos funcionales como demuestran son sus nulos conocimientos de historia, hay que recordar que se están cometiendo los mismos errores que ya cometieron Napoleón y Hitler y que se resumen en cinco palabras: no te metas con Rusia. Y menos en invierno.
Nota: (1) https://www.swift.com/products/renminbi-tracker/document-centre
Alberto Cruz es periodista, politólogo y escritor. Su nuevo libro es “Las brujas de la noche. El 46 Regimiento “Taman” de aviadoras soviéticas en la II Guerra Mundial”, editado por La Caída con la colaboración del CEPRID y que ya va por la tercera edición. Los pedidos se pueden hacer a libros.lacaida@gmail.com o bien a ceprid@nodo50.org
También se puede encontrar en librerías.


